Caso Weinstein o cómo a pesar de existir una anomalía cerebral se puede considerar a la persona responsable de sus actos
Cerebro y conducta: el eterno problema
Las neurociencias han tenido un sorprendente avance en los últimos 30 años. En los años 80 el Gobierno de Estados Unidos proclamó la denominada década del cerebro. Este fue un ambicioso programa donde se suministraron enormes cantidades de dinero para investigar el cerebro del ser humano.
Se realizaron miles de estudios, se obtuvo mucha información sobre la correlación entre la actividad cerebral y la conducta humana. Sin embargo, a la hora de predecir si una persona se va a comportar de una u otra manera no se ha llegado a ese conocimiento. La ciencia es en definitiva “saber para predecir”. Conocemos las reglas de la naturaleza y gracias a ello predecimos lo que va a ocurrir. En la conducta humana, y lo que tiene que ver con el cerebro, no hemos alcanzado todavía ese nivel de conocimiento científico. Sabemos muchas cosas del cerebro, pero todavía no podemos predecir lo que va a hacer una persona basándonos únicamente en los datos que conocemos de su funcionamiento cerebral.
En los últimos quince años en Estados Unidos han surgido varias empresas que afirmaban que tenían la tecnología de neuroimagen para poder determinar si una persona decía la verdad o estaba mintiendo, o si estaba simulando síntomas de enfermedad mental. Transcurridos unos años estas empresas han quebrado, pues han terminado reconociendo que su técnica no era tan fiable. Un conocido psiquiatra forense norteamericano, al hilo del debate sobre la aplicación de la Neurociencia al Derecho que, se estaba viendo en las salas de vistas lo que él denominó “Efecto de árbol de Navidad”. Las técnicas de neuroimagen producen iconografías visualmente espectaculares, a la persona que desconoce la materia le impresiona la imagen como de gran sofisticación tecnológica e incluso de infalibilidad. Además, hay otro elemento a tener en cuenta la neuroimagen tiene un efecto de convicción que no tienen otras ciencias. Ver el cerebro por dentro y un supuesto experto diciendo que la persona se ha comportado así debido a determinada alteración que tiene en el cerebro suele convencer a la mayoría delos ciudadanos, aunque esto no sea cierto.
El caso Herbert Weinstein
Un caso interesante que refleja cómo la Neurociencia tiene ese efecto seductor es el de Herbert Weinstein. Este hombre era un ejecutivo de publicidad de 65 años que fue acusado de estrangular a su esposa, Barbara, hasta la muerte y luego, en un esfuerzo por hacer que el asesinato pareciera un suicidio, tirando su cuerpo por la ventana de su 12º en Manhattan. Antes de que comenzara el juicio, el abogado de Weinstein sugirió que su cliente no debería ser considerado responsable de sus acciones debido a un defecto mental, a saber, un quiste anormal ubicado en su membrana aracnoidea, que rodea el cerebro como una telaraña. Lo que parecía un simple crimen de violencia de género derivó en un interesante debate sobre el uso de la neuroimagen en los tribunales.
Como es habitual el abogado de Weinstein pidió que se realizara un estudio muy detallado del funcionamiento mental del acusado. Se hicieron todo tipo de pruebas radiológicas, tests, análisis, etc. En una de las pruebas se detecta un quiste aracnoideo en el cerebro del acusado. Weinstein había desarrollado una exitosa carrera profesional, lo que revelaba un nivel intelectual alto. Tampoco había tenido antecedentes neurológicos como crisis epilépticas como alteraciones de la sensibilidad o la motilidad. Resultaba sorprendente pero ese quiste aracnoideo había permanecido silente durante toda la vida del acusado. Nunca lo habían detectado porque nunca se consideró necesario realizar un TAC a este hombre aparentemente sano.
Herbert Weinstein y su esposa
Neuroimagen de Herbert Weinstein (la zona vacía es donde se encontraba el quiste aracnoideo)
El juicio de Weinstein fue con un jurado popular, y la defensa pidió que los peritos de la defensa pudieran exponer sus hallazgos, y sobre todo mostrar las imágenes espectaculares del quiste cerebral. Aunque el fiscal se opuso las imágenes fueron mostradas al jurado, aunque no se permitió a los peritos informar u opinar sobre la conducta del acusado. Parece que esta prueba tuvo un impacto importante pues forzó a la fiscalía a negociar una pena por cargos menores (homicidio).
Cuando se ha preguntado a neurólogos o neurocirujanos por sus recomendaciones ante alguien que tiene un quiste como este la respuesta suele ser la misma, no hacer nada y sólo observarlo periódicamente por ver si se producen cambios. Y respecto a la pregunta de si el quiste había influido en la conducta violenta de Weinstein la respuesta de la mayoría es que no. El acusado nunca había sido violento a lo largo de su vida, y desde su infancia había convivido con este quiste ¿por qué atribuirle un efecto sobre un episodio de violencia puntual en un contexto pasional?
En este caso había una hipótesis alternativa que manejaba la fiscalía: un crimen de violencia de género como tantos otros en los que el hombre (sin antecedentes de violencia) asesina a su pareja en un contexto pasional. Si no se hubiera producido este hallazgo casual del quiste Weinstein hubiera tenido una condena mucho más severa. Como se puede apreciar el impacto que tiene la neuroimagen es muy importante a la hora de atribuir responsabilidad penal. Existen estudios sorprendentes en jueces americanos a los que se aplica una encuesta respecto a qué valor dan a las pruebas de neuroimagen en los casos que tiene que juzgar. Sorprendió el hallazgo de que la gran mayoría le da un valor muy superior al que realmente tienen.
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