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¿Cómo tendría que afrontar la Conferencia Episcopal Española las acusaciones de abuso sexual?

Parece que en las últimas semanas se ha producido un importante aluvión de noticias de casos de abusos sexuales presuntamente cometidos por sacerdotes católicos. Algunos medios de comunicación acusan abiertamente a los obispos españoles de estar ocultando la situación. La presión es tan alta que Ricardo Blázquez, Presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha tenido que hacer una declaración pública reconociendo que existe un problema, y recalcando el firme compromiso de toda la Iglesia de acabar con esta lacra.


Sobre esta cuestión interesa hacer unas consideraciones previas. En primer lugar, la incidencia de abusos sexuales en el clero católico es similar a la que se puede encontrar en otros ámbitos profesionales de personas que trabajen con menores. Aunque la diferencia está en que al existir una relación pastoral entre el miembro del clero y el feligrés la relación ya es desigual. Y mucho más si es menor de edad. Las reacciones de los medios de comunicación frente a los abusos sexuales del clero católico son más contundentes y agresivas, que las que se producen en otros ámbitos. Esto se ve, por ejemplo, cuando se publicitan los juicios contra abusadores sexuales de menores que son profesores de colegios, profesionales sanitarios, monitores deportivos, etc. La repercusión es menor. Cuando el presunto perpetrador es un miembro del clero se presupone que existe una conspiración de silencio entre la jerarquía católica para encubrir los hechos. También llama la atención que el énfasis que ponen los medios en las sentencias de culpabilidad es mucho menor que el que aparece en las absoluciones. Probablemente, esto tiene que ver con la sucesión de noticias que se ha producido en países, como Chile, donde ha habido una cascada de dimisiones de los obispos forzados a dimitir por el Papa, o como en Irlanda donde se han hecho grandes investigaciones para conocer el alcance del problema.

Que existe un serio problema nadie lo cuestiona. Pero ¿cómo afrontarlo? Quizás en uno de los países donde más ha estudiado este problema es la Conferencia Episcopal en Estados Unidos (USCCB por sus siglas en inglés) donde detectaron antes el problema, y lo afrontaron con valentía y transparencia. Es evidente que el proceso fue largo, y que al principio hubo muchas resistencias, como quedan reflejadas en la película Spotlight que trata el caso de la Diócesis de Boston. En el año 2002 la USCCB encargó un gigantesco estudio de todos los casos que se habían producido en Estados Unidos desde 1950 hasta 2010. La institución que realizó el estudio fue el John Jay College of Criminal Justice, perteneciente a la City University of New York. El coste de este estudio fue de 1,8 millones de dólares.


El estudio tiene un gran interés para conocer las características del fenómeno y qué factores influyen en su génesis. Entre ellos destacan los trastornos de personalidad previos, el alcoholismo, la soledad, etc. Un resumen de los hallazgos del estudio se puede encontrar en esta publicación (en inglés) de los jesuitas de Estados Unidos (para quien no quiera leerse el manuscrito entero).

De la publicación mencionada de la orden de los jesuitas traduzco un texto que resume las conclusiones del estudio:


Los investigadores señalan que el “pico de la crisis ha pasado” en los Estados Unidos, pero también enfatizan que el abuso sexual de menores es un problema social a largo plazo que es probable que persista, especialmente en organizaciones que educan y asesoran a adolescentes. Como tal, la iglesia tendrá que lidiar con las acusaciones de abuso durante las próximas décadas. Las recomendaciones del informe refuerzan el valor de las acciones emprendidas por obispos y superiores religiosos para prevenir futuros abusos, acciones que pueden y deben replicarse en otros países y en otras organizaciones.


Las políticas de prevención sugeridas se centran en tres áreas: educación, modelos de prevención situacional y supervisión y responsabilidad. Ya se ha encontrado que el énfasis en la “formación humana” en los seminarios es eficaz para reducir el número de abusadores, pero ha faltado educación continua para los sacerdotes. El informe alienta a los obispos a proporcionar los recursos necesarios para el aprendizaje de por vida para los sacerdotes y para delinear claramente los estándares de comportamiento para mantener una vida de celibato.


El estudio también advierte que los programas de prevención deben adaptarse a los cambios en una sociedad en la que pueden surgir nuevas e imprevistas oportunidades de abuso. Los programas de ambiente seguro en marcha en todas las diócesis y en muchas comunidades religiosas ya han tenido éxito en aumentar la conciencia de lo que constituye abuso y cómo evitarlo. Las políticas de tolerancia cero, combinadas con las evaluaciones regulares del desempeño del sacerdote, también son críticas para prevenir las violaciones de los límites y el comportamiento dañino.


Los investigadores instan a los líderes de la iglesia a centrarse en el bienestar de sus sacerdotes y a ofrecer salidas alternativas para que puedan formar vínculos estrechos con los demás. Esto incluye permitir que el clero desarrolle amistades sociales con personas apropiadas para su edad. Los obispos y superiores también pueden reducir el estrés sobre los sacerdotes al darles tiempo para que participen en grupos de apoyo y aumenten su contacto personal con los demás.


Por último, los investigadores enfatizan la necesidad de que los obispos y otros líderes de la iglesia sean transparentes y responsables de informar y tratar con el abuso. Los católicos y todos los que observan a la iglesia necesitan tener un mejor entendimiento de lo que ha ocurrido, y está ocurriendo, con respecto a las denuncias de abuso. Las revisiones de cumplimiento y los informes anuales al público son esenciales para esto.

El estudio de causas y contextos proporciona un conocimiento nuevo y vital sobre la crisis del abuso sexual, los actos horribles que ocurrieron y el contexto en el que tuvieron lugar. No obvia el mal de esos actos, ni quita el dolor de las víctimas ni recupera su inocencia. Eso requiere un verdadero pastor.


Pero volviendo a la cuestión de la situación en España creo que sería interesante que la CEE siguiera el ejemplo de la USCCB e hiciera un amplio estudio para conocer el alcance del problema.


La USBCC, además de aplicar una política de tolerancia cero en estos casos, ha ido más allá aplicando también políticas preventivas para aquellos sacerdotes que sean más vulnerables. Existen centros de tratamiento y rehabilitación para adicciones y otros problemas de salud mental. Incluso hay órdenes religiosas que se han especializado en el tratamiento de sacerdotes con problemas.


Supongo que la CEE habrá contactado con otras conferencias episcopales de otros países, como la USCCB, y habrán aprendido de su experiencia para tratar con el problema que tenemos en España.


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