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El Debate sobre la Psiquiatría Forense en la Prusia del Siglo XVIII: Immanuel Kant vs Johann Daniel Metzger

Immanuel Kant (Wikipedia)
Immanuel Kant (Wikipedia)

Un conflicto olvidado en la génesis de disciplinas modernas

El siglo XVIII, a menudo aclamado como la era de la Ilustración y la razón, fue también un período de intensa redefinición y profesionalización de las disciplinas académicas y científicas. En este crisol de ideas y cambios institucionales, emerge una disputa fascinante y, sin embargo, en gran parte olvidada, entre dos figuras prominentes de Königsberg, Prusia: el renombrado filósofo Immanuel Kant y el influyente médico Johann Daniel Metzger.


Esta controversia, sirve como eje central del artículo "Conflicting Minds: Immanuel Kant, Johann Daniel Metzger, and the debate about forensic psychiatry" Science in Context (2025), 1–21 doi:10.1017/S0269889725100690 de Jonas Gerlings. Lo ocurrido no fue una mera rencilla personal, sino un reflejo profundo de conflictos disciplinarios emergentes sobre quién, si el filósofo o el médico, debía ostentar la autoridad legal en la determinación de la responsabilidad moral y la naturaleza de la mente humana.


La disputa, aunque relegada a una "nota a pie de página" en el estudio de la vida de Kant según Metzger mismo, quien publicó anónimamente sus "Comentarios sobre Kant" en 1804 tras la muerte del filósofo, fue en realidad un enfrentamiento crucial por la delineación de los campos de la medicina y la filosofía como disciplinas autónomas. Ambos, Kant y Metzger, trabajaban activamente para establecer sus respectivos campos con sus propias historias, metodologías, lugares institucionales y materias claramente definidas. Sin embargo, la superposición institucional y la reivindicación mutua sobre el "ser humano" como objeto de estudio inevitablemente condujeron a una serie de conflictos de autoridad. Este artículo, como señala Gerlings, demuestra que la controversia entre Kant y Metzger fue tanto un producto como un motor de la creciente distinción disciplinaria.


La relevancia práctica de este debate se hizo patente en un contexto específico y urgente: el juicio por infanticidio de Margarethe Kaveczynska, una noble polaca acusada de causar la muerte de su hijo ilegítimo al enterrarlo vivo. Theodor Gottlieb Hippel, amigo y antiguo alumno de Kant, presidió el juicio como juez, describiendo el caso como un "observatorio" moral y antropológico. En este "campo de batalla" entre abogados, médicos y filósofos, se debatió quién tenía la autoridad para evaluar la mente humana, poniendo en primer plano la tensión entre las leyes de la libertad y las leyes de la naturaleza, un conflicto que Kant ya había abordado en abstracto. Esta disputa no fue un "paradoxo abstracto atemporal", sino un conflicto histórico entre disciplinas que se integró en los debates paneuropeos sobre la reforma penal y la formulación del código legal prusiano.


Este ensayo explorará la naturaleza de este conflicto, examinando el contexto histórico y disciplinario de la Prusia del siglo XVIII, las aspiraciones académicas de Kant y Metzger en el campo de la antropología, el desarrollo del caso Kaveczynska como un escenario de confrontación disciplinaria, y el legado duradero de esta disputa en la consolidación de la psiquiatría forense y la fragmentación del conocimiento sobre la naturaleza humana.


I. El escenario prusiano: centralización estatal, reformas egales y el ascenso de la Medicina Forense

La Prusia del siglo XVIII fue un laboratorio de modernización estatal y reconfiguración intelectual, un telón de fondo esencial para entender la disputa entre Kant y Metzger. Al inicio del siglo, los territorios prusianos estaban geográficamente y administrativamente dispersos, con universidades en Königsberg, Duisburg, Frankfurt an der Oder y Halle. Con la centralización del poder en la nueva capital, Berlín, bajo el gobierno de Federico Guillermo I (1713-1740), se instituyeron varias reformas que afectaron profundamente a las tres facultades superiores: teología, medicina y derecho.


La reorganización de la administración médica, culminando alrededor de 1725, fue gestionada por Georg Ernst Stahl, médico de la corte de Halle. Esto llevó a la creación de colegios médicos locales en ciudades universitarias como Königsberg, estableciendo una jerarquía institucional con el Colegio Médico de Berlín como autoridad máxima. Para practicar la medicina en Prusia, era obligatorio completar un examen médico en el teatro anatómico de Berlín. Paralelamente, las reformas del código legal prusiano, iniciadas en 1738 por Samuel Coceji, un seguidor de la jurisprudencia natural de Samuel Pufendorf, dieron lugar a un sistema judicial jerárquico con el tribunal más alto en Berlín. Estos procesos no solo implicaron nuevas colaboraciones, sino también conflictos y contestaciones entre las facultades universitarias.


Uno de los desarrollos más significativos de este período fue la emergencia de la psiquiatría forense, una práctica que comenzó a tomar forma en la década de 1720 y que, de inmediato, puso en cuestión la noción tradicional de la persona "libre y responsable". La universidad de Halle fue pionera en esta colaboración entre el derecho y la medicina. El profesor de derecho Christian Thomasius, indignado por los juicios de brujería, abogó por el empleo de expertos médicos en lugar de teólogos para juzgar la cordura de los criminales. Los médicos desarrollaron una práctica crítica que tendía a interpretar fenómenos previamente considerados posesiones demoníacas como formas de locura. Federico II mismo elogió a Thomasius por sus "charlas públicas sobre las causas naturales y físicas de las cosas", que llevaron a la vergüenza de continuar tales procesos.


A través de su colega en la facultad de medicina, Georg Ernst Stahl, Thomasius empleó esta práctica médica, reinterpretando los casos de brujería como instancias de locura. La narrativa del acusado se evaluaba a la luz de su estado fisiológico, historial médico y hábitos dietéticos, sentando las bases de una antropología forense o lo que más tarde se conocería como psiquiatría. Michaelis Alberti, antiguo alumno de Stahl, recopiló casos ejemplares que se convirtieron en un importante recurso para el estudio de la naturaleza humana y la inspiración de géneros populares de casos judiciales.


Sin embargo, esta colaboración no estuvo exenta de tensiones. La concepción médica de la naturaleza humana inevitablemente desafió la noción de responsabilidad legal. Pufendorf había distinguido entre el hombre como entidad física (con una disposición natural que dirige sus afectos) y moral (que usa su entendimiento para guiar la libertad de acciones voluntarias). Thomasius, adoptando la visión de Stahl de un alma encarnada —donde el alma está determinada por el estado del cuerpo—, discrepó con Pufendorf. Esta perspectiva significaba que la locura podía ser investigada y tratada como un caso físico por los médicos. Para los abogados, sin embargo, esto planteaba una dificultad fundamental: ¿cómo responsabilizar a alguien por un crimen si todo podía atribuirse a una causa física y no moral?.


La solución de Thomasius fue ecléctica: aunque no resolvió el problema fundamental de la agencia humana (si estaba determinada por causas físicas o por leyes de libertad), permitió una futura colaboración productiva. Argumentó que, si bien uno no podía ser considerado responsable de crímenes cometidos en estado de locura, sí lo sería si ese estado se originara en una mala dieta, el consumo excesivo de alcohol o cualquier otra forma de "mala gestión" de su propia vida, lo que implicaba un "deber de gestionar el propio cuerpo".

Con el ascenso de Federico II en 1740, Christian Wolff regresó a Halle, y su filosofía mecánica se fusionó con el eclecticismo de Thomasius y la concepción psicofísica vitalista de Stahl. Filósofos como Alexander Gottlieb Baumgarten y Christoph Meiners colaboraron con médicos como Johann Gottlob Krüger y Johann August Unzer, investigando al hombre como una unidad psicofísica de cuerpo y alma. Esta unificación culminó en obras como la "Antropología para Médicos y Filósofos" (1772) de Ernst Platner, que simbolizaba la interconexión de ambas disciplinas. A pesar de esta colaboración práctica, el eclecticismo encubría un conflicto principal entre dos lenguajes opuestos: el lenguaje médico, que examinaba las causas naturales que regulaban el cuerpo humano, y el lenguaje legal, que presuponía la agencia humana gobernada por el libre albedrío. En la universidad, este era un problema teórico; en el tribunal, una cuestión de práctica.


II. Kant, Metzger y la Antropología Forense: la batalla por la imputación

A medida que las ciencias y el derecho se profesionalizaban en Prusia, la figura del "ser humano" como objeto de estudio se convirtió en un campo de disputa. Lejos de la corte de Berlín, en Königsberg, Immanuel Kant albergaba aspiraciones similares a las de Platner y sus colegas, buscando establecer su propio enfoque de la antropología. Tras leer la reseña de su antiguo alumno, Marcus Herz, sobre la "Antropología" de Platner, Kant expresó en 1773 su intención de transformar su curso de "Antropología Pragmática" en una disciplina académica formal.


Kant concibió su antropología pragmática como la clave para "descubrir las fuentes de todas las ciencias [prácticas], la ciencia de la moralidad, de la habilidad, de la interacción humana, de la manera de educar y gobernar a los seres humanos". Su enfoque se centró en los fenómenos y sus leyes, evitando "indagaciones sutiles y, a mi juicio, eternamente fútiles sobre la manera en que los órganos corporales se conectan con el pensamiento". Para Kant, la filosofía práctica era su verdadera vocación, y diferenciaba su antropología pragmática de la antropología fisiológica de médicos como Platner. En lugar de basarse en el estudio del cuerpo humano, Kant partía del estudio del comportamiento práctico y moral del hombre. Su "Crítica de la Razón Pura" (1781) estableció los límites de la antropología fisiológica, demostrando que la libertad humana no podía deducirse de descripciones fisiológicas, sino que yacía "más allá de la observación".


La evaluación negativa de Kant sobre la antropología fisiológica apuntaba implícitamente a Johann Daniel Metzger, quien había asumido una cátedra de medicina en Königsberg en 1777 y rápidamente se convirtió en una figura controvertida. Metzger, al igual que Kant, tenía ambiciones académicas de establecerse como una autoridad en el campo de la antropología, e incluso había sido elogiado por Johann Gottfried Herder, otro antiguo alumno de Kant. A mediados de la década de 1780, Metzger dirigió varios ataques a la antropología de Kant sin que este respondiera directamente. En esa misma época, Metzger, junto con otro exalumno de Kant, el médico Christoph Friedrich Elsner, intentó fundar una revista sobre medicina forense, la "Biblioteca Jurídico-Médica", con el objetivo de introducir y cultivar este campo en beneficio del estado. Una reseña de la época alabó la contribución de la revista a la psiquiatría forense por proporcionar material crucial para distinguir entre razón y locura, "un asunto importante para juristas, médicos y filósofos". Así, en el campo de la antropología forense, Kant y Metzger se convirtieron en competidores, en gran parte debido al desarrollo de la propia filosofía práctica de Kant.


El desarrollo de la filosofía práctica de Kant culminó en obras como la "Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres" (1785). Previamente, Kant había reseñado críticamente la obra de Johann Heinrich Schulz, "Intento de Introducción a una Doctrina de la Moral para Todos los Seres Humanos" (1783). El sistema de Schulz, basado en una comprensión fisiológica del hombre, esencialmente prescribía un fatalismo en la agencia humana. Kant señaló que una visión así tenía "severas consecuencias para el concepto de obligación moral y legal", argumentando que "dado que no hay libertad, todas las penas retributivas son injustas". Kant, en contraste, sostenía que en el ser humano existe "una facultad de determinarse a sí mismo, independientemente de la necesidad por impulsos sensibles". Dado que la existencia de esta facultad no podía probarse empíricamente, la tarea de Kant no era verificarla, sino demostrar los principios que la dirigen: una metafísica de la moral "limpia de todo lo empírico".


Para Kant, la ley y la libertad estaban en una relación recíproca: la libertad de la voluntad, para distinguirse del "libre albedrío de una bestia o un bárbaro", debía entenderse como la capacidad de comprometerse con las leyes. A su vez, la ley, para ser justificada como algo más que una elección arbitraria, debía formularse con igual respeto por la libertad de todos. Esto implicaba que la libertad moral y civil eran compatibles como ideal regulativo, ambas significando libertad del poder arbitrario. Sin embargo, en el contexto de un crimen, no basta con establecer si una acción es contraria a la ley, sino también si fue cometida "intencionalmente, es decir, libremente".


El tribunal penal se configuró como el espacio donde se podía establecer el carácter real de un ser humano, y para Kant, la antropología pragmática era la disciplina capaz de abordar este problema, afirmando que "la moralidad no puede existir sin la antropología". Aunque Kant rechazó la antropología física por su incapacidad para deducir el concepto de libertad de las observaciones, como antropólogo pragmático sostenía que las observaciones y los experimentos, "iluminados por una concepción racional de la libertad", podían ayudar a determinar si una persona actuaba libremente.


Esta tarea para el antropólogo pragmático era la de la imputación: "Podemos atribuir algo a alguien, pero no imputárselo; las acciones, por ejemplo, de un loco o un borracho pueden atribuirse, pero no imputarse. En la imputación, la acción debe surgir de la libertad. El borracho no puede, en efecto, ser responsabilizado por sus acciones [mientras está ebrio], pero ciertamente puede, cuando está sobrio, serlo por la borrachera misma". La libertad moral de Kant se moldeaba por una noción de libertad civil como ideal regulativo, es decir, una concepción racional de la libertad del arbitrio de uno mismo o de otro. Sin embargo, al determinar la culpabilidad en el tribunal, el ideal regulativo no era suficiente; se requería una evaluación antropológica de la capacidad real para actuar libremente. Pero para Kant, esta tarea no podía ser realizada por médicos que erróneamente creían poder deducir una noción empírica de libertad a partir de observaciones de la causalidad natural.


Paralelamente a estos debates teóricos y disciplinarios, en Prusia, la Ilustración médica y las reformas legales estaban profundamente entrelazadas. Revistas populares como el "Journal of Experiential Psychology" promovieron un discurso médico de auto-observación bajo el lema "conócete a ti mismo", empoderando a los lectores con herramientas para el autoentendimiento y la autoemancipación. El contexto de la "Ilustración" en Prusia también fue un tema central, como lo demuestra la pregunta de Kant: "¿Qué tipo de restricciones obstaculiza la Ilustración, y qué tipo no la obstaculiza, sino que la promueve?". La Sociedad del Miércoles de Berlín, que incluía a reformadores clave de la administración prusiana como Karl Gottlieb Svarez y Ernst Ferdinand Klein, llevó las discusiones sobre la reforma legal al centro de sus debates. El primer borrador del código legal prusiano, "Esquema de un Código Legal General para los Estados Prusianos" (1784) de Carmer, fue sometido a crítica y revisión pública. Kant elogió esta iniciativa como una de las señales más claras de la Ilustración: la participación del público en la elaboración de leyes para sí mismos, lo que reflejaba una distinción emergente entre la libertad civil y la libertad política.


III. El caso Kaveczynska: un campo de batalla judicial y disciplinario

El juicio de Margarethe Kaveczynska se convirtió en un microcosmos de las tensiones intelectuales y disciplinarias de la época. El caso puso de manifiesto no solo la complejidad de determinar la responsabilidad moral, sino también la lucha por la legitimidad y la autoridad entre juristas, médicos y filósofos en la Prusia del siglo XVIII.


El Infanticidio y la Reforma Penal: Tanto Metzger como Hippel participaron en el concurso de premios sobre el nuevo código legal. Hippel, quien ganó el primer premio, abordó la cuestión de la abolición de la pena capital en su tratado "Sobre la abolición de la ejecución por espada". La cuestión del infanticidio era particularmente acuciante en Prusia, siendo la causa de una de cada dos ejecuciones. Cesare Beccaria había cuestionado la legitimidad de la pena capital, y el infanticidio, castigado con la muerte, era un problema agravado por leyes que criminalizaban a los hijos ilegítimos. Estas leyes exponían a las mujeres a un "terrible dilema" entre la "desgracia" y "la muerte de una criatura incapaz de sentir dolor", una situación que Federico II y Carmer reconocieron como un fracaso de las propias leyes. Hippel, aunque era un defensor de los derechos de la mujer y antiguo alumno de Kant, no quería sacrificar el honor y la virtud en la búsqueda de reducir el infanticidio, criticando aspectos del "Outline" de Carmer.


Metzger abordó directamente el infanticidio en sus revisiones del "Outline" de Carmer en 1788. Como médico, su principal interés era la prevención. Propuso aumentar el prestigio y poder de los colegios médicos, establecer instituciones para la educación de parteras, y crear lugares donde las mujeres pudieran dar a luz en secreto "bajo el sello de la confidencialidad" para proteger su honor. Además, sugirió que el estado debería tener un derecho legítimo sobre los hijos ilegítimos, asumiendo la responsabilidad de su cuidado y justificando así el "derecho del estado a castigar el infanticidio". A pesar de reinstituir el estatus legal del infante, Metzger argumentó que la pena capital por infanticidio era demasiado severa. Basándose en su "amplia experiencia con madres infanticidas", concluyó que siempre había percibido un "entumecimiento mental en el momento del acto", lo que, aplicando "principios justos y un uso adecuado de la doctrina de la imputación", hacía la pena de muerte "demasiado dura". Metzger reconocía la gravedad del acto, pero como médico y experto forense, cuestionaba la intención detrás del mismo y, con ello, la justificación de un castigo retributivo.


La Reorientación de la Ley Hacia la Libertad: Mientras tanto, la Revolución Francesa de 1789 arrojó una sombra sobre la formulación del nuevo código legal prusiano. Si el "Outline" de Carmer había concebido el bienestar común como el fundamento de la ley, permitiendo al estado limitar la libertad natural en aras del bien público, esta perspectiva comenzó a cambiar. Ernst Ferdinand Klein, un "seguidor" de Kant, escribió en 1789 que había adoptado el principio de que "Solo aquel que perturba la libertad de los demás, puede ser refrenado por la fuerza", basándose en la igualdad de derechos y la dignidad de la naturaleza humana, encontrando su sistema de jurisprudencia natural en consonancia con el de Kant. Para Kant y Klein, el bienestar y la felicidad ya no podían ser principios legales; se reubicaron en el campo de la prudencia. Kant argumentó en 1793 que la legitimidad de una ley implicaba que una persona podía ser tanto sujeto como colegislador, justificando la limitación de la libertad solo a través de un principio de libertad: "todo derecho consiste simplemente en la limitación de la libertad de cada otro a la condición de que pueda coexistir con mi libertad de acuerdo con una ley universal". Esta reorientación de la libertad como principio único de moralidad, ley y castigo estableció una jerarquía en la que la libertad tenía prioridad sobre el bienestar.


El Juicio de Margarethe Kaveczynska: El caso de Margarethe Kaveczynska ejemplificó estas tensiones. Nacida en Prusia Occidental en 1761, Kaveczynska fue condenada por infanticidio en 1784 y sentenciada a seis años de prisión. La historia dio un giro en 1790, cuando dio a luz a otro hijo en secreto y lo enterró en el jardín. Esta vez, no podía alegar ignorancia ni compartir la culpa con su madre, ya fallecida. La cuestión clave era si el niño había nacido muerto o si ella lo había enterrado vivo, causando su muerte.

La autopsia, realizada por los cirujanos F. C. Kessel y O. F. Schulz siguiendo las instrucciones de Metzger, concluyó que el niño había respirado al nacer, basándose en la prueba pulmonar (los pulmones flotaron en agua) y la ausencia de signos de violencia externa. La conclusión fue que el niño había muerto por asfixia al ser enterrado vivo. El tribunal de Königsberg la sentenció a azotes y cadena perpetua. Sin embargo, el caso fue apelado y remitido a Berlín, donde el Colegio Médico Superior confirmó el informe, y la Diputación del Tribunal Superior de Justicia reabrió el caso exigiendo la pena capital.


La Confrontación Disciplinaria en la Corte: La defensa de Kaveczynska, basándose en su testimonio de no haber visto signos de vitalidad, intentó desacreditar el informe médico, cuestionando la fiabilidad de la prueba pulmonar y ofreciendo explicaciones alternativas. El abogado de la defensa argumentó que el cirujano que descubrió al niño tenía el deber de intentar revivirlo, y que la reanimación (soplar aire en los pulmones) podría haber influido en el estado de los pulmones, invalidando la prueba. Además, señaló los desacuerdos internos entre los médicos sobre la fiabilidad general de la prueba pulmonar. Hippel, el juez en Königsberg, reconoció la falta de "certeza completa" y sugirió un castigo disciplinario.

Metzger, sin embargo, vio esto como un ataque directo a la autoridad de la profesión médica. Aunque concedió que la reanimación podía influir en la prueba, negó que se hubiera realizado, argumentando que la ausencia de mención en el informe lo probaba.


Sobre los desacuerdos médicos, Metzger desestimó a quienes cuestionaban las pruebas como "excéntricos" y afirmó: "Los juristas, sin embargo, no están autorizados para juzgar sobre la prueba pulmonar, ya que está más allá de la perspectiva de su ciencia". Insistió en que un médico, no un jurista, debía examinar el cuerpo, ya que lo contrario sería "extinguir la antorcha de la Ilustración". A pesar del apoyo del Colegio Médico de Berlín, Metzger se preguntaba retóricamente cómo la defensa podía "querer hacer incompetente al colegio médico superior" solo para ganar un caso. Aunque la defensa fracasó en socavar la autoridad médica, el Senado Superior de Apelaciones en Berlín anuló el veredicto de Königsberg y condenó a Kaveczynska a la ejecución por espada, una sentencia confirmada por el rey Federico Guillermo II. Hippel se sintió perplejo por la inconsistencia entre los veredictos.


El juicio, sin embargo, no terminó ahí. Metzger había sugerido que la defensa debería haberse basado en la "historia de vida completa del inquisidor, su educación, capacidad mental, su forma de vida, el carácter de su mente, las circunstancias y causas determinantes del acto". Esta sugerencia presagió un giro inesperado en el caso. Un noble polaco, von Sp-, se presentó, ofreciendo casarse con Kaveczynska para proporcionarle un futuro seguro y eliminar incentivos para futuros crímenes. La petición de indulto fue denegada, y Federico Guillermo II llegó a sugerir que von Sp- podría estar "loco". La defensa, siguiendo la línea sugerida por Metzger y Klein, apeló nuevamente, alegando la locura de Kaveczynska y su incapacidad para entender al juez sin un intérprete adecuado.

Hippel consideró la defensa contradictoria y reiteró que un abogado penalista necesitaba "saber de derecho y poseer un conocimiento común del hombre", pero rechazó la idea de que los médicos tuvieran un conocimiento especializado de la mente criminal. Preguntó retóricamente si los médicos "ven esto a través de un medio diferente al de otras personas" o si tienen "otros medios que la experiencia y la razón" para examinar la locura. Afirmó que el Colegio Criminal de Königsberg era perfectamente capaz de distinguir entre razón y locura. En esencia, la disputa en la corte no solo se trataba de la autoridad de los involucrados, sino de la legitimidad de las instituciones y la formulación del nuevo código legal. El diálogo final entre Kaveczynska y Hippel subraya la inflexibilidad de la ley frente a la misericordia y las realidades sociales que incentivaban el infanticidio.


IV. El Legado del Debate: Fragmentación del Conocimiento y la Emergencia de la Criminología Médica

El caso Kaveczynska y el debate entre Kant y Metzger dejaron una huella duradera en la evolución de las disciplinas y la comprensión de la responsabilidad criminal. En 1793, apareció una pregunta anónima en el "Almanaque para Médicos y Legos": "¿Es aconsejable establecer una cátedra de medicina forense?". El texto señalaba que, tras la Revolución Francesa, que había traído consigo una "revolución científica", había un esfuerzo por dar a las "partes descuidadas de la medicina su lugar merecido dentro del mejorado sistema de justicia penal". De hecho, se estaban estableciendo cátedras de medicina forense en París, Estrasburgo y Montpellier, institucionalizando la perspectiva médica en el ámbito legal.


En este contexto de transformación, Kant, que había mantenido silencio durante la vida de Hippel, publicó su "Metafísica de las Costumbres" en 1797, abordando el problema de la pena capital en casos de infanticidio. Para Kant, el infanticidio revelaba una "brecha en la ley", ya que "ningún decreto puede eliminar la vergüenza de la madre cuando se sabe que dio a luz sin estar casada". A diferencia de Beccaria, Kant no se centró en la supuesta incapacidad del niño para sentir dolor, sino en su "estado legal indeterminado": un niño nacido fuera del matrimonio estaba "fuera de la ley" y, por lo tanto, "fuera de la protección de la ley", siendo como "mercancía de contrabando" cuya existencia o aniquilación la comunidad podía ignorar. En esta "situación de estado de naturaleza" tanto para la madre como para el niño, la determinación de la intención se volvía crucial, y más desafiante aún debido a la alta mortalidad infantil existente.


Sin embargo, fue en su "Antropología en Sentido Pragmático" (1798) donde Kant abordó explícitamente la competencia de los médicos. Sorprendentemente, Kant afirmó que en asuntos dudosos donde el juez no pudiera determinar el estado mental del acusado, debía ser guiado no por la facultad médica, sino por la filosófica. La cuestión de si el acusado poseía sus "facultades naturales de entendimiento y juicio" era una "cuestión puramente psicológica". Kant argumentó que, si bien una "anomalía física de los órganos del alma" podía ser la causa de una transgresión, los médicos y fisiólogos no estaban "suficientemente avanzados" para comprender profundamente el "elemento mecánico en el ser humano" y explicar o prever atrocidades. Kant advertía que si se descartaba a cualquiera que errara en su razonamiento como "loco", "podría ser fácil declarar locos a todos los criminales, personas a quienes deberíamos compadecer y curar, pero no castigar". El desafío para el antropólogo pragmático, por lo tanto, era distinguir entre actos cometidos voluntaria o involuntariamente.


Ernst Ferdinand Klein, en 1800, informó a Kant de una "nueva teoría en derecho penal" que trataba a los humanos como "simples animales", denominándola "sistema terrorista" o de "disciplina animal", y contrastándola con el "sistema humano" basado en la libertad de Kant. Klein lamentaba que esta nueva teoría no percibiera los actos criminales como actos de libre albedrío, sino como condicionados por la fisiología.


Metzger, por su parte, no tardó en percibir la observación de Kant como un ataque directo a su profesión. Su respuesta fue la publicación de una traducción de la obra de Johannes Zacharias Platner, "Prueba de que es tarea del médico juzgar en casos de locura y trastorno mental" (1800). Platner argumentaba que la locura residía en el cuerpo, e incluso las enfermedades mentales sin origen físico eran "nutridas y sostenidas por el cuerpo". Por lo tanto, los médicos debían evaluar el estado mental de los criminales. Metzger añadió que, si los filósofos tuvieran las herramientas para penetrar el alma humana, él con gusto les dejaría la tarea, pero consideraba que los médicos, como psicólogos empíricos, estaban mejor equipados para juzgar estos asuntos.


El debate, lejos de ser "insignificante" como Metzger había sugerido anónimamente, demostró ser crucial para el creciente campo de la medicina forense. En 1803, Metzger reiteró que en casos de incertidumbre sobre el estado mental de un criminal, dos médicos debían consultar a los abogados, una práctica establecida por decreto prusiano. Aunque Metzger matizó el argumento de Platner, mantuvo la premisa fundamental de que las enfermedades mentales se asientan en el cuerpo. Afirmó que la psicología empírica estaba más cerca de la medicina que de la metafísica. Sin embargo, la intención original de Kant de que el estudiante de antropología pragmática, como Hippel, actuara como consultor forense se había perdido con el tiempo.


El debate resurgió en la década de 1820, impulsado por casos como el de Henriette Cornier en París (1825), donde los médicos abogaron por la "monomanía homicida". Este caso volvió a poner en tela de juicio la fiabilidad de los médicos en los tribunales, y el jurista francés Elias Regnault atacó directamente la competencia médica. La disputa entre Kant y Metzger se convirtió en material de estudio en toda Europa. No obstante, el conflicto entre filósofos y médicos se atenuó con una solución de división disciplinaria: Samuel Gottlieb von Vogel, un médico, propuso que la "libertad trascendental" se dejara a los filósofos trascendentales, quienes "no pueden contribuir o suministrar nada a nuestro fin empírico inmanente". Así, la filosofía de Kant, reducida a su dimensión trascendental, se desvinculó de su antropología pragmática, y el debate se desprendió de su contexto original.

Irónicamente, aunque Metzger fue visto como el ganador de la discusión en la historia disciplinaria temprana de la criminología médica, su nombre fue gradualmente olvidado, mientras que el de Kant permaneció como un "extraño desafío a la autoridad médica de la psiquiatría forense".


Conclusión: Hacia una Reconfiguración del Sujeto Legal y la Autonomía Disciplinaria

La Prusia del siglo XVIII, en su proyecto de Ilustración "desde arriba", reevaluó los principios fundacionales de su código legal. El bienestar general, que había sido el fundamento de la ley en el "Outline" de Carmer, fue reemplazado por la libertad como principio rector: "Los derechos universales del ser humano se basan en la libertad natural de poder buscar y promover la propia felicidad sin violar los derechos de los demás". Ernst Ferdinand Klein atribuyó esta reorientación conceptual, que redefinió al sujeto legal y los fundamentos del derecho, a la filosofía de Kant. La perspectiva de Kant, arraigada en un compromiso activo con los problemas de la jurisprudencia natural y su colaboración con la medicina, respondió a una pregunta apremiante sobre la naturaleza del sujeto legal.


Esta reorientación conceptual se gestó en una matriz compleja de unificación territorial, legitimación institucional y contestación intelectual. El sujeto legal fue puesto a prueba en diversos espacios: el tribunal penal, la universidad y la esfera pública. El caso de Margarethe Kaveczynska, en particular, sirvió como un "observatorio" donde los conflictos disciplinarios entre el Tribunal Penal y el Colegio Médico fueron instrumentalizados por la defensa, desafiando la legitimidad de las instituciones y la autoridad profesional. Kant, por su parte, vio en este contexto una oportunidad para establecer una "defensa final" del sujeto legal como una persona libre y responsable.


Sin embargo, las complejidades de esta genealogía de la libertad se vieron contrarrestadas por la especialización disciplinaria. La colaboración inicial entre medicina y derecho, promovida por Thomasius, comenzó a fragmentarse. La visión de Kant de una división del trabajo, donde las facultades superiores colaboraban con las inferiores, contrastó con la propuesta de von Vogel de separar la filosofía trascendental de la medicina empírica. Las "visiones fundamentalmente opuestas del hombre como determinado por la naturaleza o destinado por la libertad cristalizaron lentamente en discursos disciplinarios distintos". En esta división, la figura de Kant se convirtió en la encarnación de una filosofía de principios, aunque abstracta de la humanidad, mientras que los críticos como Metzger la consideraron de escasa aplicación práctica. Aunque Metzger "ganó" el argumento en el establecimiento de la criminología médica del siglo XIX, su nombre fue irónicamente olvidado, mientras que Kant perduró como un "extraño desafío" a la autoridad médica de la psiquiatría forense.


El debate no solo arrojó luz sobre la "diferencia antropológica de los sexos", sino también sobre el "estatus legal de los géneros". Si bien la "cautelosa atención" de Metzger hacia las mujeres tendía a eximirlas de culpa, su solución no ofrecía un incentivo normativo para reformar la ley. La "actitud rígidamente estricta" de Kant, que insistía en la responsabilidad legal bajo la premisa de que la ley es aceptada por individuos libres, resultó profundamente problemática en los casos de infanticidio. Estos "casos dudosos" fueron, en última instancia, un motor crucial para las reformas legales, aunque pasaría mucho tiempo antes de que las mujeres pudieran no solo esperar justicia como individuos libres y responsables, sino también ejercer su libertad política para determinar las leyes que las juzgarían. La disputa entre Kant y Metzger, por lo tanto, representa un capítulo fundamental en la compleja historia de cómo se construyeron y contestaron las ideas sobre la mente, la moralidad y la ley en los albores de la modernidad.

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