El concepto de delirio a lo largo de la historia (1 de 3)
- Alfredo Calcedo
- hace 4 días
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Actualizado: hace 2 días

Definición clínica del delirio
En el campo de la psiquiatría, el término delirio (a veces referido como idea delirante o creencia delirante) designa una creencia falsa y fija que el individuo sostiene con gran convicción, incorregible frente a evidencias objetivas en contra. En psicopatología se define clásicamente como “una creencia vivida con profunda convicción a pesar de que la evidencia demuestra lo contrario”. Esta definición implica tres criterios principales para identificar un delirio:
La idea se sostiene con convicción extraordinaria o certeza subjetiva inamovible, usualmente con fundamentos lógicos insuficientes o inadecuados.
Es incorregible por la experiencia o por argumentos racionales; el sujeto no la abandona aunque disponga de pruebas contundentes de su falsedad.
Su contenido es inverosímil o imposible (o al menos notoriamente improbable) y, crucialmente, no es compartido por el contexto sociocultural del individuo.
En otras palabras, no se considera delirante una creencia extraña pero ampliamente compartida en una cultura (por ejemplo, creencias religiosas o políticas) mientras el proceso para sostenerla sea comprensible dentro de ese contexto. El delirio, en sentido clínico, es un síntoma cardinal de la psicosis – aparece en trastornos como la esquizofrenia, el trastorno delirante crónico, episodios maníacos o depresivos con características psicóticas, etc., pero no constituye por sí mismo una enfermedad independiente. Por ejemplo, en el trastorno delirante (paranoia), la persona puede tener una vida bastante funcional excepto por la presencia de una idea fija falsa (como creer que es víctima de una conspiración) que persiste al menos un mes. La diferencia fundamental entre un delirio y una idea simplemente equivocada o basada en información incorrecta es que el delirante sigue creyendo en su idea pese a la contradicción absoluta de la realidad y no puede reconocer su error o engaño. Además, la idea suele absorber al paciente, dominando su pensamiento y emociones (p. ej., un delirio paranoide conlleva una preocupación intensa y ansiedad por la idea de persecución).
Por otro lado, en neurología y medicina general el término delirio a menudo se refiere al delirium (o síndrome confusional agudo). El delirium es un síndrome clínico diferente del delirio psicótico: se trata de un estado de confusión mental aguda y fluctuante, con alteración de la atención, la conciencia y las funciones cognitivas, generalmente debido a causas orgánicas (por ejemplo, infecciones, intoxicaciones o trastornos metabólicos). El delirium aparece súbitamente (en horas o días) y suele ser reversible si se trata la causa subyacente. Entre sus características típicas están la desorientación, pensamiento confuso, alteraciones perceptivas (pudiendo haber alucinaciones o ilusiones), ciclo de sueño-vigilia alterado y fluctuaciones marcadas durante el día. Históricamente, en idioma español ha habido confusión terminológica entre delirio (delusion) y delírium (delirium); sin embargo, son entidades distintas. No debe confundirse el delirio psicótico con el delirium neuropsiquiátrico: en el delirium hay un compromiso global de la conciencia y la lucidez (un “nublamiento mental”), mientras que en el delirio psicótico la conciencia suele estar clara y la alteración se restringe al juicio de realidad en un tema específico. En resumen, en psiquiatría delirio alude a una idea patológica, y en neurología delirium alude a un estado confusional agudo. Aun así, ambos comparten etimología – del latín de-lirare, “salirse del surco (al arar)” – sugiriendo el sentido de desviación de la senda de la razón.
Ejemplos clínicos: Un ejemplo de delirio en psiquiatría es la creencia paranoide de ser perseguido: el paciente está convencido de que es vigilado o acosado por una organización, pese a tener pruebas en contra, e interpreta hechos casuales como parte de esa conspiración. En cambio, un delirium típico en medicina sería el de un paciente anciano con infección sistémica que presenta confusión fluctuante, no reconoce dónde está, habla de cosas incoherentes y puede experimentar visiones (alucinaciones visuales), pero cuya condición tiende a revertir al tratar la causa orgánica.
Historia del concepto de delirio en la medicina y en la filosofía
El concepto de delirio ha evolucionado a lo largo de los siglos en la intersección entre la medicina (especialmente la psiquiatría) y la filosofía. Históricamente, el fenómeno de los delirios –entendido en sentido amplio como locura o desvarío de la razón– fue considerado central para comprender la insania. De hecho, ya en el siglo XIX se afirmaba que estudiar los delirios equivalía a estudiar la locura misma. A continuación se recorre la evolución histórica principal:
Antigüedad grecorromana: Los médicos de la Antigüedad ya distinguían diferentes formas de locura delirante. Sorano de Éfeso (ca. 100 d.C.) diferenciaba entre la alienación mental crónica y los estados agudos febriles con confusión. Describió el frenesí como un delirio agudo con fiebre, de curso breve y potencialmente mortal o curable, diferenciándolo de la locura prolongada sin fiebre. Celso (siglo I a.C.) distinguió a su vez tres categorías: manía, melancolía y delirio crónico. En este último observó que “el paciente dice extravagancias continuamente, o se llena la cabeza de ideas vanas, aunque conserva la razón”. Esto indica que ya se notaba que una persona podía tener un delirio específico (una idea falsa fija) manteniendo por lo demás un pensamiento lógico en otros aspectos – una observación temprana de lo que después se llamaría monomanía o delirio parcial. Autores antiguos como Galeno también usaron delirio para referirse a confusión mental asociada a fiebre (lo que hoy consideraríamos delirium). En general, la locura solía atribuirse a desequilibrios humores corporales o a causas sobrenaturales, pero ya se apuntaba la distinción entre formas agudas-orgánicas de desvarío y formas crónicas-intelectuales de locura.
Edad Media: El concepto de delirio (o locura) en la Edad Media estuvo dominado por explicaciones religiosas y morales. La irracionalidad extrema se interpretaba a menudo como posesión demoníaca o castigo divino, más que como un trastorno mental natural. No hubo un desarrollo nosológico significativo, aunque textos médicos árabes y medievales retomaron las categorías clásicas (frenitis, manía, melancolía). El delirio en textos medievales solía referir a confusión febril (delirium) o a ideas heréticas en contextos teológicos. Filosóficamente, la locura era vista como una privación de la razón (negación de la racionalidad que definía al ser humano, según la tradición escolástica tomista).
Renacimiento y Barroco: Con el Renacimiento se revaloriza la observación de la naturaleza y aparece un interés por la locura en la literatura y el arte (por ejemplo, El elogio de la locura de Erasmo, 1511). Médicamente, se continuó usando delirium para estados confusionales agudos (por ejemplo, en tratados de Thomas Sydenham en el siglo XVII) y delirio para ideas insensatas. Sin embargo, no existía todavía una psiquiatría científica. Filósofos como Descartes (Meditaciones, 1641) reflexionaron sobre la posibilidad del error sensorial y la confusión de la mente (Descartes distinguió la duda razonable de la locura franca, descartando “los extravagantes cuyo cerebro está tan trastornado que… insisten en que son reyes cuando son pobres”, sugiriendo que el loco delirante está fuera del método de duda filosófica). La palabra alucinación y la distinción con ilusión y delirio comenzó también a precisarse en esta época; el filósofo John Locke, por ejemplo, diferenciaba las falsas percepciones de los juicios erróneos.
Ilustración (s. XVIII): En la Ilustración se observa un interés por catalogar sistemáticamente las enfermedades mentales. La Encyclopédie francesa (1754) definió délire como un “error del juicio… durante la vigilia”, usando la misma palabra para referir tanto al delirio crónico (delusion) como al delirium agudo, y sugiriendo causas orgánicas para todos los casos. Según ese texto ilustrado, todas las formas de delirio serían de origen corporal (se hablaba de alteración de los órganos o de los “nervios” como base del error de juicio). No obstante, ya se proponía estudiar separadamente las variantes por etiología, curso, intensidad y presencia o ausencia de fiebre, anticipando la separación actual entre delirios crónicos (psicóticos) y delirium agudo orgánico. La medicina ilustrada (Cullen, Pinel inicial) empezó a ver la locura como enfermedad del cerebro, pero también se abrían debates filosóficos: ¿es la locura una pérdida de la razón o un exceso de imaginación? Autores como Diderot y Voltaire discutieron la delgada línea entre genio y locura, y la sociedad ilustrada a la vez temía y fascinaba con la figura del “loco” (ejemplificado en obras de arte que mostraban manicomios y escenas de delirio).
Fundación de la psiquiatría (finales s. XVIII – siglo XIX): Philippe Pinel (1745-1826), a menudo llamado padre de la psiquiatría, liberó a los “alienados” de sus cadenas y propuso una primera clasificación clínica. Pinel observó que algunos pacientes presentaban locura razonante – es decir, delirios circunscritos con conservación del intelecto en otros ámbitos. Pinel denominó “manía sin delirio” (o locura razonante, folie raisonnante) a aquellos casos en que el desequilibrio afectivo conducía a conducta anormal sin compromiso global del juicio. Su alumno Jean-Étienne Esquirol (1772-1840) profundizó esta idea: definió el delirio como una alteración en las conexiones entre sensaciones, ideas, juicio y voluntad. Esquirol describió la monomanía (delirio parcial) frente a la manía general: “La monomanía intelectual se concentra en objetos circunscritos. Partiendo de principios falsos, los enfermos deducen lógicamente razonamientos... Fuera de este delirio parcial, sienten y se comportan como todo el mundo”. Así, Esquirol mostraba que un sujeto podía ser racional excepto en su sistema delirante específico – por ejemplo, podía creer firmemente que es el Rey (delirio megalomaníaco) pero por lo demás razonar con coherencia en otros temas. Esta noción de delirio circunscrito y sistemático fue muy influyente. J.P. Falret (1794-1870) introdujo en 1854 el término folie circulaire y discutió con Esquirol sobre la unidad o pluralidad de la locura: Falret negaba que hubiera una “unidad de delirio” en toda enfermedad mental, argumentando que había múltiples especies de enfermedades mentales con síntomas delirantes variados. También destacó la falta de insight del delirante: “el delirante no puede jamás recobrar la conciencia de la morbosidad de su estado mientras está delirando; no sabe que delira, cree en su delirio”, idea que resalta la convicción irrompible del paciente en su propia creencia. Por su parte, Émile Kraepelin (1856-1926) hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX desarrolló la primera gran sistematización psiquiátrica basada en curso y pronóstico. Kraepelin distinguió entre dementia praecox (esquizofrenia) y paranoia verdaderas: en la paranoia clásica habría un delirio sistematizado y crónico sin el deterioro cognitivo severo de la esquizofrenia. Esta distinción consolidó la idea del trastorno delirante crónico como entidad aparte (paranoia) caracterizada por un sistema de creencias delirantes fijas pero con personalidad y razonamiento preservados en lo demás. En la misma época, Sigmund Freud y la naciente psicología dinámica ofrecieron otra perspectiva: Freud interpretó ciertos delirios (especialmente paranoides) como mecanismos de defensa psicológicos (proyección de conflictos internos). Por ejemplo, en su estudio del caso Schreber, propuso que el delirio de persecución tenía raíces en conflictos internos inconscientes. Así, la psiquiatría del siglo XIX osciló entre enfoques organicistas (que veían el delirio como producto de lesión o disfunción cerebral) y enfoques psicológico-filosóficos (que exploraban el contenido del delirio como expresión de la personalidad o la biografía del individuo).
Siglo XX (perspectivas fenomenológicas y modernas): Un hito conceptual lo marca Karl Jaspers, psiquiatra y filósofo, quien en 1913 publica Psicopatología General. Jaspers enfatizó una aproximación fenomenológica para describir y comprender los estados subjetivos del paciente psiquiátrico. Respecto al delirio, Jaspers lo declaró un fenómeno “básico” o fundamental de la locura, remarcando que históricamente “delirante y demente eran la misma cosa”. Sus aportes fueron cruciales: definió los criterios clásicos de los delirios (convicción incomparable, incorregibilidad y contenido imposible) y, más importante, distinguió entre delirios “verdaderos” primarios – aquellos que surgen de forma incomprensible para la psicología habitual, sin causa psicológica evidente – y “ideas deliroides” – creencias falsas que sí pueden entenderse psicológicamente como derivadas de estados afectivos o de personalidad. Para Jaspers, los auténticos delirios primarios representan una “transformación en la conciencia de realidad”, una experiencia subjetiva indescriptible que precede a la formulación del juicio delirante (lo que llamó Wahnstimmung o estado de ánimo delirante). Ese “temple delirante” es una sensación inicial de que todo ha cambiado de significado, un presentimiento angustioso de que hay un “algo” oculto tras la realidad normal. Solo después, el paciente formula una explicación (el juicio delirante) que cristaliza esa nueva significación. Jaspers subrayó que tales delirios primarios son incomprensibles empáticamente (no se les puede seguir el hilo causal desde la psique previa) y por tanto constituyen un límite de la comprensión psicológica – uno debe describirlos fenomenológicamente más que explicarlos. Sus ideas marcaron a la psiquiatría europea (por ejemplo, a Kurt Schneider y others) e impregnan incluso los criterios diagnósticos actuales (la noción de creencia fija, incorregible y extraña proviene de Jaspers). En paralelo, el siglo XX vio otras aportaciones: Eugene Bleuler (1911) destacó la escisión de la realidad en la esquizofrenia (los pacientes podían mantener una doble vida mental, con delirios coexistiendo junto a pensamiento normal por períodos). Los psiquiatras fenomenólogos posteriores (Minkowski, Binswanger) y existencialistas exploraron cómo el delirio refleja alteraciones en la vivencia del tiempo, del espacio y de la relación con el mundo (se verá en la siguiente sección). Por otro lado, la psicología experimental y cognitiva desde fines del siglo XX comenzó a estudiar los mecanismos cognitivos de los delirios: sesgos de razonamiento, errores en la atribución de significado, déficits neuropsicológicos, etc. (por ejemplo, teorías de “dos factores” donde una percepción anómala más un sesgo cognitivo explican la formación del delirio). A finales del siglo XX e inicios del XXI, el concepto de delirio se incorpora a las clasificaciones internacionales (DSM y CIE) con definiciones operativas similares a las jasperianas, y se investiga con neuroimagen, neurociencia cognitiva y enfoques interdisciplinarios.
Perspectivas filosóficas e históricas contemporáneas: Filósofos e historiadores de la medicina también reexaminaron el delirio. Michel Foucault, en Historia de la locura (1961), analizó cómo la noción de locura (y por ende de los delirios) es históricamente construida: en la Edad Clásica se “silenció” al loco internándolo, y la separación entre razón y sinrazón se definió culturalmente. Foucault también dedicó atención literaria a Don Quijote como símbolo de la transición epistémica – el hidalgo delirante que confunde los signos del mundo es, para Foucault, un espejo de la tensión entre el saber renacentista y la racionalidad clásica. En filosofía de la mente actual, se discute el estatus epistemológico del delirio: ¿son creencias genuinas o otro tipo de estado mental?; ¿qué nos enseñan sobre la naturaleza de la creencia y la realidad? (Algunos filósofos cognitivos como Lisa Bortolotti, por ejemplo, analizan los delirios como creencias irracionales pero comprensibles bajo ciertas desviaciones de los estándares epistémicos). También desde la ética se debate cómo tratar las creencias delirantes respetando a la persona, dado que para el paciente son su realidad.
En síntesis, el concepto de delirio ha recorrido un largo camino: de las primeras distinciones médicas entre frenesí agudo y locura crónica en la antigüedad, pasando por la caracterización de delirios parciales en el siglo XIX, hasta las interpretaciones fenomenológicas y cognitivas modernas. Tanto la medicina como la filosofía han contribuido a desentrañar este “error de la razón” que, a decir de Jaspers, constituye uno de los problemas básicos de la comprensión de la mente humana.