El significado individual del trauma: los casos dispares de Siegfried Sassoon y Robert Graves
- Alfredo Calcedo
- 24 ago
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I. Introducción: De la trinchera a la palabra escrita
Siegfried Sassoon (1885-1967) y Robert Graves (1895-1985) emergieron de las trincheras de la Primera Guerra Mundial no solo como soldados, sino como dos de los cronistas más incisivos del trauma de la era moderna. Su amistad, forjada en la camaradería del regimiento Royal Welch Fusiliers, se convertiría en una lente a través de la cual la sociedad británica de la posguerra intentó comprender las heridas psicológicas del conflicto. Aunque compartieron la misma experiencia brutal, su forma de procesar y representar el trauma divergió radicalmente, dejando un legado literario que ha informado nuestra comprensión del dolor psicológico y su manifestación en la escritura. La contribución de ambos se extiende más allá de la poesía de guerra, ayudando a cimentar el género de la prosa autobiográfica de conflicto, un género que confronta la verdad de la batalla sin los velos del heroísmo o el patriotismo.
El núcleo de su experiencia compartida reside en el fenómeno del shell shock, un término acuñado en 1915 por el médico Charles Myers para describir un trastorno psiquiátrico sin precedentes entre las tropas británicas. Este síndrome, que hoy se conoce como Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), se manifestaba a través de una amplia gama de síntomas, desde la amnesia y la parálisis hasta la ansiedad, los temblores y la incapacidad para hablar o dormir. La incomprensión médica inicial llevó a creer que el shell shock era una lesión física causada por la onda expansiva de las explosiones, una hipótesis que se desmoronó al observar que soldados sin exposición directa al fuego también padecían la enfermedad.
Esta falta de un diagnóstico claro y la creencia de que un soldado arquetípico, fuerte y heroico, no podía sucumbir a una "debilidad" mental, propició una actitud social y militar de desprecio. Los afectados eran a menudo considerados cobardes o simuladores, lo que llevó a tratamientos brutalmente punitivos como las descargas eléctricas, justificados por la teoría de que el trauma era una "enfermedad de la hombría" que debía ser "corregida". Esta ambigüedad, la del trauma como enfermedad legítima y como "debilidad de carácter," sería instrumentalizada por la jerarquía militar y se convertiría en un tema central en la obra de los autores. En este contexto, el presente post analizará cómo Sassoon y Graves, a pesar de sus experiencias compartidas, eligieron caminos literarios y existenciales opuestos para procesar su dolor, utilizando su amistad y el dramático final de la misma como un microcosmos del conflicto cultural de la posguerra sobre cómo se debía recordar y representar la verdad del conflicto.
II. Siegfried Sassoon: el trauma como indignación y denuncia
El héroe desafiante: del "Jack Loco" a la "Declaración del Soldado"
La biografía de Siegfried Sassoon es la de un hombre pacífico y "diletante" cuya visión del mundo fue radicalmente alterada por las atrocidades de la guerra. Su servicio en el Frente Occidental lo confrontó con una realidad "atroz" que era "ignorada o explotada" en el país por oficiales, clérigos y políticos. Esta epifanía lo transformó. Sassoon demostró una valentía casi maníaca en combate, lo que le valió el apodo de "Mad Jack" entre sus hombres por sus actos "casi suicidas". Sin embargo, esta ferocidad no era un reflejo del heroísmo patriótico, sino una manifestación de la rabia y el horror que estaba experimentando, una "cobardía inconsciente" o una "fiebre persistente de terror" según sus propios diagnósticos del momento.
La cúspide de su transformación se produjo con su "Declaración del Soldado" de julio de 1917, un documento que envió a sus superiores y a la Cámara de los Comunes como un "acto de desafío deliberado a la autoridad militar". En él, Sassoon afirmó que la guerra se había convertido en un conflicto "de agresión y conquista," y que ya no podía ser cómplice de la prolongación de los sufrimientos de las tropas por fines que consideraba "malvados e injustos". Este acto, que podía haberle costado un consejo de guerra, se convirtió en una expresión pública de un trauma que ya no podía ser silenciado.
La poesía como arma: la sátira y la indignación moral
El trauma de Sassoon se canalizó de manera productiva en su escritura. Su poesía de guerra, que se alejó de su inicial "dulzura diletante," adoptó una "música discordante" para denunciar la "falta de heroicidad" y las "hipocresías de la maquinaria bélica". A diferencia de la voz de "compasión" que caracterizó la poesía de su amigo Wilfred Owen, el estilo de Sassoon estaba marcado por la "indignación" y una "crítica acerba" que podía resultar "desagradable" para el lector. Sus poemas, a menudo descritos como "piezas fieras y despectivas," se dirigían directamente a los "otros no soldados"—los civiles ignorantes y los oficiales que dirigían la guerra desde la retaguardia—creando una tensión palpable entre el frente y el hogar.
Su poema "Repression of War Experience" es una exploración profunda y cruda del impacto psicológico de la guerra. La obra emplea el concepto freudiano de la "represión" para ilustrar la lucha interna de un soldado que intenta mantener una fachada de normalidad en casa. Elementos cotidianos, como polillas volando hacia la llama de una vela, actúan como "desencadenantes" que desentierran recuerdos de sus compañeros que "se meten" en el fuego del campo de batalla. La ironía salvaje de Sassoon es palpable cuando, en el clímax del poema, el soldado, a salvo en su casa de verano, se siente "totalmente loco por culpa de las armas," sintiendo el miedo a la muerte con la misma intensidad que si estuviera todavía en el frente. Esto demuestra que el trauma, aunque reprimido, inevitablemente resurgirá y corroerá la mente de la víctima, un tema central en su obra.
La memoria ficcionalizada: el trauma como "memorial de guerra"
Más allá de la poesía, Sassoon transformó su experiencia en prosa, en obras como la novela autobiográfica Memoirs of an Infantry Officer (1930). Esta obra no es una simple autobiografía; es una "realidad ficcionalizada" que utiliza sus diarios de guerra como material base. En su escritura retrospectiva, Sassoon reordenó las "observaciones fragmentadas del testigo ocular" de sus diarios en una "visión más panorámica y consensual de los eventos".
La escritura del trauma de Sassoon no fue un mero ejercicio de curación personal. Su dolor se manifestó como un mandato moral para la memoria colectiva. Al transformar sus diarios en una obra de ficción, buscó crear una "narrativa conmemorativa consensual" que sirviera como una especie de "monumento de guerra ficticio". Su intención al escribir de la manera "menos emocional posible" era proporcionar "una 'advertencia a una generación que no tiene idea de cómo fue la guerra para las personas sensibles'". De esta manera, su trauma se convirtió en una fuerza impulsora, una obligación ética de ser la voz de los caídos y los que sufrieron, transformando su dolor privado en un sermón público y una confrontación ineludible con la "complacencia insensible" de quienes no compartieron las agonías de la guerra.
III. Robert Graves: El trauma como adiós y reconstrucción
La experiencia de la supervivencia: El poeta que volvió de entre los muertos
La experiencia de Robert Graves en la Primera Guerra Mundial fue tan brutal como la de su amigo Sassoon. Durante la Batalla del Somme en 1916, fue gravemente herido y, al igual que otros miles de soldados, fue declarado oficialmente muerto. El hecho de haber vuelto de entre los muertos, de haber sobrevivido a un conflicto en el que gran parte de su generación había sido aniquilada, marcó profundamente su percepción del trauma. Aunque sufrió shell shock o "neurastenia" "durante muchos años" y continuó siendo perseguido por recuerdos traumáticos hasta la vejez, no fue hospitalizado por esta condición. En lugar de canalizar su dolor en una indignación pública como Sassoon, Graves pareció usar su escritura, especialmente su poesía sobre la "inocencia infantil y el campo inglés," como un mecanismo de autoprotección, una "terapia poética" para protegerse de ser "abrumado por la guerra".
La escritura de Graves sobre la guerra, tanto en sus poemas tempranos como en su prosa posterior, puede interpretarse como un proceso de autocuración. Su decisión de omitir sus poemas de guerra de sus colecciones posteriores sugiere una necesidad de distanciarse de la experiencia, de no permitir que su trauma de guerra definiera su identidad post-bélica. Este enfoque se basa en el principio de la auto-preservación, utilizando la escritura como una herramienta para procesar y trascender el dolor, en lugar de un arma de denuncia o un mandato moral.

Adiós a todo eso: La prosa como acto de catarsis radical
El punto culminante de la confrontación de Graves con su trauma se materializó en su autobiografía Adiós a todo eso (1929). Esta obra no es un mero recuento de los hechos, sino un acto de "ajuste de cuentas" con su pasado y una "despedida" definitiva de él. A diferencia del tono indignado de Sassoon, el estilo de Graves en la prosa es "crudo y puro," marcado por una "implacable ironía" y un "sentido del humor" que le permitieron narrar la "letanía de payasadas, confusión, dolor, angustia y muerte" sin sucumbir al patetismo. Su narrativa, despojada de sentimentalismo, se centra en relatar la vida "como la veía," sin lealtad a un grupo o ideología particular.
El trauma de Graves lo impulsó a una ruptura existencial radical. El "adiós" del título abarcaba mucho más que la guerra: era una despedida de la "infeliz" vida escolar en Charterhouse, de su "desastroso" matrimonio con Nancy Nicholson, y de la sociedad británica en su conjunto. La guerra, en este sentido, no fue la única fuente de su dolor, sino el catalizador que le permitió cortar todos los lazos con una vida que sentía que no le pertenecía. El "adiós a todo eso" le permitió "renacer como un hombre nuevo" en la sierra mallorquina, donde se mudó poco después de terminar el libro. Su obra se convirtió así en un ejemplo de cómo el trauma existencial puede transformarse en el cimiento de una nueva vida y una nueva identidad.
IV. Un trauma compartido, dos narrativas en conflicto: El espejo de una amistad
La instrumentalización del trauma: la Declaración y la intervención de Graves
La amistad entre Sassoon y Graves, cimentada en el frente por su pasión por la poesía, alcanzó su punto de ruptura en un evento que define la complejidad del trauma de guerra. Cuando Sassoon publicó su "Declaración" de protesta, un acto que lo hubiera llevado a un consejo de guerra, Graves intervino. Graves, quien compartía en gran medida los sentimientos anti-guerra de su amigo pero consideraba los "protestas inútiles," convenció a la junta militar de que Sassoon padecía shell shock. Sassoon fue enviado al Hospital de Guerra de Craiglockhart en Edimburgo, un centro especializado en el tratamiento de la "neurosis de guerra" para oficiales.
Este episodio demuestra cómo el trauma, lejos de ser un simple diagnóstico médico, se convirtió en una herramienta sociopolítica. Las autoridades militares enfrentaban un dilema: un juicio público a un héroe de guerra condecorado por traición habría creado un mártir y avivado el sentimiento pacifista. Al diagnosticarlo con shell shock, el ejército pudo descartar su protesta como el producto de una "mente desquiciada" y silenciar su disidencia sin necesidad de recurrir a la ejecución o la cárcel. Graves, sin saberlo o sabiéndolo, manipuló esta ambigüedad para salvar a su amigo, instrumentalizando el trauma como un "dispositivo de supresión" para evitar las consecuencias del desafío de Sassoon.
La batalla por la memoria: El rechazo a Adiós a todo eso
La ruptura definitiva entre los dos escritores se produjo una década después, con la publicación de Adiós a todo eso. La reacción de Sassoon a la autobiografía de su amigo fue de furia. Comentó que el libro había caído como una "bomba de Zeppelin" y que leerlo le hizo sentir que Graves había "entrado en la habitación y tirado su escritorio". En su copia personal, Sassoon anotó el libro con comentarios como "pudrición," "ficción" y "falsificado".
La disputa no se limitó a la "exactitud" de los hechos. La ira de Sassoon reflejó una profunda divergencia en la ética de la memoria de la guerra. Para él, el trauma era una experiencia colectiva, y su relato era una "narrativa conmemorativa consensual" que no debía ser empañada por la "narración de un individuo con un desprecio desconcertante por la precisión". Graves, por otro lado, veía la memoria como un dominio personal que podía ser moldeado con "ironía y humor" para fines de curación personal. El choque entre el relato colectivo de Sassoon y el relato individual de Graves representa el conflicto de la posguerra sobre quién "poseía" la memoria de la guerra: el sobreviviente individual o la generación en su conjunto.
Pat Barker, en su novela Regeneration, explora este conflicto con una capa adicional de profundidad psicológica. La novela, que entrelaza las vidas de Sassoon, Graves y el psiquiatra Dr. Rivers, aborda el subtexto de la masculinidad y la camaradería. Al relatar el miedo de Graves a la "persecución" por sus propias "inclinaciones homosexuales," la novela sugiere que el trauma no solo era el horror de la guerra, sino también el peso de una masculinidad rígida y las normas sociales de la posguerra que demonizaban las relaciones íntimas entre hombres. Esta perspectiva ficcionalizada permite comprender que el cisma entre Sassoon y Graves no fue solo literario, sino también personal, arraigado en la compleja dinámica de una amistad forjada en el crisol de la guerra y la represión emocional.
V. Conclusión: Legado y significado del trauma en la posguerra
Las obras de Siegfried Sassoon y Robert Graves, aunque diametralmente opuestas en su estilo y propósito, ofrecen una visión completa del significado del trauma en la literatura de la Primera Guerra Mundial. Sassoon, el profeta de la ira, se convirtió en el guardián de la memoria colectiva, utilizando la poesía y la prosa para denunciar la hipocresía y crear una narrativa que sirviera como un recordatorio severo para las generaciones futuras. Su trauma lo ancló a una misión moral: la de ser el testigo de un dolor que el mundo prefería ignorar.
Graves, por otro lado, se convirtió en el cronista de la supervivencia y la reconstrucción personal. Al despedirse de todo lo que representaba su pasado, utilizó el trauma como un catalizador para una renovación total de su vida y su identidad. Su legado nos enseña que la curación no siempre requiere confrontación, sino que a veces se logra a través del desapego y la búsqueda de nuevos horizontes literarios y existenciales.
La fricción entre sus dos enfoques representa la dicotomía inherente al Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y a la memoria del trauma en general: la necesidad de confrontar la verdad y la necesidad de una catarsis radical para poder seguir adelante. Al documentar sus heridas de manera tan opuesta, Sassoon y Graves capturaron la dualidad del dolor humano y dejaron un legado literario que sigue resonando en nuestra comprensión moderna de las heridas invisibles de la guerra.
El análisis de sus obras, sus biografías y el fin de su amistad revela que el trauma de guerra no tiene un significado único. Sassoon lo convirtió en un deber, una herida abierta que debía ser mostrada a todos para que no se olvidara. Graves lo convirtió en un adiós, un acto final de cierre para poder construir algo nuevo sobre las ruinas. Juntos, ofrecen una perspectiva muy valiosa sobre la complejidad de la experiencia humana ante la adversidad extrema y las distintas estrategias que los individuos eligen para dar sentido a lo que es, en esencia, insensato. Su legado sigue siendo una advertencia y una guía en un mundo que aún lucha por comprender y sanar las heridas invisibles de la guerra.