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Incapacidad Laboral Temporal (ILT) y salud mental en España

La incapacidad laboral temporal (ILT), también llamada incapacidad temporal (IT), es la situación en la que un trabajador se ve imposibilitado para trabajar de forma temporal debido a una enfermedad o lesión. Legalmente, la Ley General de la Seguridad Social (LGSS) define la IT como las situaciones de enfermedad común o profesional, o de accidente (laboral o no), que impiden trabajar mientras el empleado recibe asistencia sanitaria, con una duración máxima de 365 días prorrogables por 180 días adicionales si se prevé su curación. En otras palabras, la ILT supone una suspensión temporal del trabajo por motivos de salud, durante la cual el trabajador tiene derecho a una prestación económica que sustituye su salario perdido. Esta prestación es gestionada por la Seguridad Social (a través del Instituto Nacional de la Seguridad Social, INSS, o las mutuas colaboradoras) y cubre tanto contingencias comunes (enfermedades comunes y accidentes no laborales) como contingencias profesionales (accidente de trabajo o enfermedad profesional). Por ejemplo, en caso de enfermedad común la prestación equivale al 60% de la base reguladora desde el día 4 al 20 de baja y al 75% desde el día 21 en adelante (en accidentes de trabajo o enfermedades profesionales es el 75% desde el día siguiente al de la baja). La ILT dura hasta que el trabajador recibe el alta médica o agota el plazo máximo, tras lo cual podría evaluarse una incapacidad permanente si persisten secuelas. Recientemente, el marco legal de la ILT se ha ampliado para incluir supuestos especiales, como las bajas por menstruación incapacitante, interrupción del embarazo o las últimas semanas de gestación, reconociendo así nuevas causas de incapacidad temporal vinculadas a la salud de la mujer. En suma, la ILT constituye un mecanismo de protección del trabajador y está regulada por la normativa de Seguridad Social, garantizando su sustento económico mientras está temporalmente inhabilitado para trabajar por razones médicas.


Evolución de la incapacidad temporal en los últimos años (2018–2024)

En los últimos años, el número de bajas laborales por IT en España ha crecido de forma notable, alcanzando cifras récord en el período reciente. Cada año se tramitan varios millones de procesos de incapacidad temporal; antes de la pandemia de COVID-19 esta cifra rondaba entre 4 y 5 millones anuales. Ya en 2018–2019 se observaba una tendencia al alza vinculada a la expansión económica (más empleo implica más trabajadores expuestos a bajas). Sin embargo, la irrupción de la pandemia supuso un punto de inflexión: en 2020 se dispararon las bajas debido a las cuarentenas y contagios masivos de COVID-19. Durante los meses más duros de la pandemia, miles de trabajadores debieron ausentarse por infección o por aislamiento preventivo, elevando de forma extraordinaria las estadísticas de ILT. Tras ese pico inicial, en 2021 la incidencia bajó ligeramente conforme mejoró la situación sanitaria, aunque se mantuvo por encima de niveles prepandemia. El año 2022 marcó de nuevo un máximo histórico en procesos de IT, impulsado en parte por la ola de Ómicron a comienzos de ese año. Según datos de la Seguridad Social recopilados por el Observatorio de la mutua Asepeyo, en 2022 se registraron alrededor de 6,88 millones de procesos de incapacidad temporal, un 34,6% más que en 2021. Esta cifra supuso un récord absoluto hasta ese momento, con una media mensual de más de 570.000 bajas activas. Para ponerlo en contexto, la proporción de trabajadores de baja también ha aumentado: en 2019 aproximadamente el 2,7% de los ocupados estaban de baja en un momento dado, mientras que en 2024 el porcentaje subió al 4,4%. Factores estructurales como el envejecimiento de la población activa (que aumenta dolencias crónicas), la mejora del mercado laboral (más afiliados que pueden coger bajas) y posibles cambios sociales en la concepción del trabajo han contribuido a este incremento. Además, tras la pandemia se observan secuelas en la salud de los trabajadores, con mayor prevalencia de problemas tanto físicos como psicológicos, lo que también eleva el absentismo por enfermedad.



 Gráfico 1: Evolución anual del número de procesos de incapacidad temporal en España (2018–2023). Se aprecia un fuerte aumento en 2020 por la pandemia, una leve corrección en 2021 y nuevos máximos en 2022–2023. Observatorio Asepeyo (2023). Informe de resultados: Incapacidad temporal por contingencias comunes.


A finales de 2023 y 2024, la tendencia se mantiene en cotas altas. De hecho, el año 2023 volvió a marcar un récord en prevalencia de bajas laborales comunes, con 53,3 procesos de IT por cada 1.000 trabajadores protegidos. Aunque en 2023 ya no hubo confinamientos ni cuarentenas generalizadas, el nivel de bajas se sostuvo elevado por el retorno a la normalidad productiva (más personas trabajando) combinado con el impacto acumulado de la crisis sanitaria en la salud. En 2024 los datos preliminares indican que la incidencia de IT continuó alta, en niveles similares o ligeramente superiores a los del año previo. En resumen, entre 2018 y 2024 España ha visto un aumento sustancial del absentismo por incapacidad temporal, con un punto de inflexión marcado por la pandemia. De un escenario relativamente estable antes de 2020 se pasó a máximos históricos en los años posteriores, lo que ha encendido la alerta sobre los costes socioeconómicos asociados. Autoridades como el Banco de España señalan que el gasto anual en prestaciones por IT en 2024 rondó el 1% del PIB, habiendo crecido alrededor de un 0,3% del PIB desde 2019 (uno de los mayores incrementos de la UE en este periodo). Este fenómeno complejo se debe a múltiples causas: desde las olas de COVID-19 hasta factores demográficos y laborales ya mencionados, sin ignorar aspectos como la sobrecarga de la atención primaria (que puede alargar las bajas) o el aumento de riesgos psicosociales en el trabajo (estrés, ansiedad), de los cuales hablaremos más adelante.


Principales causas de incapacidad temporal y su evolución

Al analizar las causas principales de las bajas laborales, se distinguen varias categorías médicas de gran peso en la IT. Tradicionalmente, las enfermedades del aparato musculoesquelético han sido la primera causa de baja en España – por ejemplo, dolores lumbares, lesiones osteoarticulares, tendinitis y otros trastornos músculo-esqueléticos vinculados muchas veces a trabajos físicos o posturas mantenidas. Este grupo representa aproximadamente un tercio de las incapacidades temporales: en 2022, las dolencias musculoesqueléticas sumaban cerca del 30% de los casos de baja registrados, manteniéndose como el conjunto diagnóstico más frecuente. Le siguen de cerca las enfermedades del aparato respiratorio e infecciosas, que combinadas también rondaron otro tercio de las bajas en 2022. En los años de la pandemia, este grupo (que incluye gripes, otras infecciones respiratorias y por supuesto la COVID-19) cobró aún más protagonismo: solo la COVID llegó a generar cerca del 28–30% de todas las bajas en algunos momentos de 2020–2022. Fuera ya del contexto pandémico, las infecciones respiratorias agudas siguen siendo causa habitual de ausencias de corta duración (catarros, bronquitis, gastroenteritis, etc.), especialmente en los meses invernales.

Otra categoría importante son los “síntomas y trastornos mal definidos” (malestar general, fatiga, cefaleas, etc.), que constituyen una proporción nada despreciable de las bajas cortas. Por ejemplo, en 2022 este grupo de síntomas inespecíficos representó en torno al 13% de los procesos de IT comunes (incluyendo muchos cuadros leves que no encajan en diagnósticos concretos). Por su parte, los traumatismos y lesiones accidentales no laborales (p. ej. caídas domésticas, lesiones deportivas) suponen alrededor de un 5–10% de las bajas, mientras que otras enfermedades como las digestivas, cardiovasculares o neoplasias tienen individualmente un peso menor en el total de procesos.


 Gráfico 2: Distribución porcentual de las bajas por incapacidad temporal por principales causas médicas (España, 2022, solo contingencias comunes). “Otros” agrupa diversos diagnósticos menos frecuentes (lesiones traumatológicas, patologías digestivas, circulatorias, etc.). Se observa que los trastornos musculoesqueléticos constituyen la mayor proporción de bajas (casi una quinta parte), seguidos de cerca por las enfermedades respiratorias e infecciosas. Las bajas por trastornos mentales ocupan aún un porcentaje menor del total, aunque, como veremos, esta proporción ha ido en aumento en los últimos años. Observatorio Asepeyo (2023). Informe de resultados: Incapacidad temporal por contingencias comunes.


En la gráfica anterior se aprecia que en 2022 las patologías musculoesqueléticas (TME) suponían aproximadamente el 19% de los nuevos procesos de baja común, las enfermedades respiratorias el 17%, los trastornos infecciosos el 12%, y los síntomas/malestares inespecíficos un 13%, quedando otros diagnósticos diversos (digestivos, circulatorios, etc.) en conjunto alrededor de un 33%. Un caso particular son los trastornos mentales y del comportamiento, que en 2022 representaban en torno al 6–11% de las bajas, dependiendo de la fuente y la clasificación. Conviene señalar que en ese año la proporción de bajas por motivos psicológicos se vio “diluida” por el efecto COVID (muchos procesos por contagios), pero aun así las estadísticas oficiales los situaban aproximadamente en un 8% del total de procesos iniciados. En cualquier caso, los problemas musculoesqueléticos y los problemas de salud mental destacan no solo por su frecuencia, sino también por su duración: ambas son causas que tienden a generar bajas más prolongadas que el promedio. Las dolencias osteomusculares graves (como hernias discales o lesiones de espalda) a menudo requieren periodos de recuperación largos, y en el caso de las patologías psiquiátricas ocurre algo similar o incluso acentuado, como detallaremos a continuación.


El creciente peso de la salud mental en las bajas laborales

En los últimos años ha cobrado especial relevancia el aumento de las bajas por trastornos de salud mental (depresión, ansiedad, trastorno de estrés, burnout, etc.). Aunque partían de valores absolutos menores en comparación con otras causas, las incapacidades temporales atribuidas a problemas mentales han registrado un fuerte crecimiento. Según datos oficiales, España batió en 2023 su récord histórico de bajas relacionadas con trastornos mentales y del comportamiento, con casi 600.000 procesos de IT por motivos de salud mental en 2023. Esta cifra supone un incremento del 13,6% respecto al año anterior y más del doble de las registradas siete u ocho años antes. De hecho, en 2016 se contabilizaban alrededor de 284.000 bajas por trastornos mentales, mientras que en 2023 se superaron las 600.000. La tendencia, por tanto, es marcadamente ascendente.



 Gráfico 3: Evolución del número de procesos de IT iniciados por trastornos mentales (2018–2023). Se observa una subida moderada hasta 2019, un leve descenso en 2020 (en plena pandemia, cuando otras causas dominaron las bajas) y un fuerte crecimiento a partir de 2021. En 2023 se alcanzan alrededor de 600 mil procesos de baja por motivos de salud mental en el año. Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, a través de datos divulgados por la prensa y entidades especializadas.


Este aumento de las bajas psicológicas también se refleja en su peso porcentual dentro del total de incapacidades temporales. Antes de la pandemia, la proporción de bajas por motivos de salud mental era relativamente baja: por ejemplo, en 2019 representaban alrededor del 5,8% de todos los procesos. En cambio, según cifras del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, en 2023 las bajas por trastornos mentales ya supusieron cerca del 8% del total de procesos de IT iniciados en el año. Dicho de otro modo, aproximadamente 8 de cada 100 bajas laborales fueron ocasionadas por problemas de depresión, ansiedad, estrés u otras condiciones psicológicas en 2023, cuando apenas eran 5–6 de cada 100 antes de 2020. Los sindicatos y expertos señalan, además, que podría haber infradiagnóstico: muchos casos de malestar psíquico pueden encubrirse bajo diagnósticos de otra índole (como fatiga o dolores inespecíficos) por el estigma, o simplemente no llegan a causar baja pese al sufrimiento del trabajador. Aun así, las estadísticas confirman la tendencia al alza. La Confederación de Salud Mental de España destaca que el número de bajas por trastornos mentales ha venido creciendo paralelamente al absentismo general desde el inicio del nuevo ciclo económico post-crisis, y especialmente tras la pandemia.


No solo son más frecuentes, sino que las bajas por problemas psicológicos suelen prolongarse más que las demás. En promedio, una incapacidad temporal motivada por trastornos mentales dura más del doble que una baja común promedio. Por ejemplo, en el año 2023 una baja por trastorno mental tuvo una duración media en torno a 65 días, frente a unos 28 días de media para el conjunto de otras patologías. Las cifras de las mutuas corroboran esta diferencia: Asepeyo indicó que en 2022 las patologías psiquiátricas fueron las de mayor duración media, con 134 días de baja por caso (muy por encima de, por ejemplo, las bajas musculoesqueléticas, que promediaban entre 79 y 119 días). Esto se debe a la propia naturaleza de muchos trastornos mentales, que pueden cronificarse o requerir terapias prolongadas, así como a la dificultad de lograr una recuperación total si persisten las condiciones de estrés en el entorno laboral. En consecuencia, aunque las bajas por salud mental aún no sean la causa más numerosa, su impacto en términos de días no trabajados es significativo (se estima que concentran en torno al 16% de todos los días de baja en España).


Las razones detrás de este fenómeno son objeto de análisis. Especialistas en salud laboral señalan factores como el estrés crónico en el trabajo, la falta de equilibrio entre vida profesional y personal, la hiperconexión digital (tecnoestrés), el miedo a la inestabilidad laboral, e incluso las secuelas emocionales de la pandemia, como detonantes del aumento de trastornos mentales entre trabajadores. Los colectivos más afectados por estas bajas psicológicas son, según UGT, las mujeres y los jóvenes (de 16 a 35 años), grupos que acumulan un mayor número de procesos de salud mental. Sectores profesionales con alta exigencia emocional o contacto con público –sanidad, educación, servicios sociales, atención al cliente, etc.– también presentan incidencias mayores de bajas por ansiedad o depresión. A pesar de ello, prácticamente ninguna de estas bajas se reconoce como derivada de contingencia profesional (accidente de trabajo), ya que la legislación laboral española no contempla explícitamente los trastornos mentales de origen laboral como enfermedad profesional en la mayoría de los casos. Esto implica que casi todas se tramitan como enfermedad común, a pesar de que el origen del problema pueda estar en las condiciones de trabajo.


En resumen, la ILT por motivos de salud mental se ha convertido en una preocupación creciente en España. Su proporción se ha incrementado de forma sostenida en los últimos años (duplicándose aproximadamente desde 2016), lo que evidencia una mayor visibilidad de los problemas psicológicos en el ámbito laboral. Si bien esto puede indicar un aumento real de patologías mentales entre la población trabajadora (agravado por la crisis del COVID-19 y otros estresores), algunos expertos sugieren que también podría reflejar una mayor concienciación y menor estigma: es posible que hoy más personas busquen ayuda profesional y opten por la baja médica ante síntomas de depresión o ansiedad que antes habrían sufrido en silencio. Sea como fuere, las administraciones públicas están tomando nota. El Ministerio de Seguridad Social ha planteado medidas como flexibilizar las reincorporaciones progresivas tras una baja por trastorno mental, para facilitar el regreso al trabajo sin recaídas. Asimismo, se insiste en la importancia de la prevención de riesgos psicosociales en las empresas –evaluar cargas de trabajo, clima laboral, acoso, etc.– para atajar el problema en su origen. Organismos internacionales como la OMS y la OIT subrayan que promover entornos de trabajo saludables y apoyar el bienestar mental de los empleados no solo es un imperativo de salud pública, sino que redunda en mayor productividad y cohesión social. La evolución de la ILT en España, por tanto, nos lanza un doble mensaje: proteger la salud física de los trabajadores sigue siendo crucial, pero la salud mental demanda cada vez más atención en el mundo laboral actual.


Fuentes: Datos oficiales del Instituto Nacional de la Seguridad Social y Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones; Informes del Observatorio de las Mutuas (Asepeyo, FREMAP) sobre absentismo e incapacidad temporal; Instituto Nacional de Estadística (INE); Banco de España (Informe Anual 2024); Confederación SALUD MENTAL España; Medios de comunicación con información verificada (ABC, El Periódico, Newtral, Infobae, etc.).

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