La curatela más famosa del mundo: Britney Spears y la disputa judicial
- Alfredo Calcedo
- 6 nov
- 39 Min. de lectura

Introducción
Britney Spears, conocida mundialmente como la "Princesa del Pop", ha tenido una trayectoria brillante en lo artístico y tumultuosa en lo personal. Alcanzó la fama desde muy joven y vendió millones de discos, pero sus problemas personales llegaron a eclipsar sus éxitos. Particularmente, la situación legal en la que vivió durante 13 años –bajo una curatela (conservatorship) controlada principalmente por su padre– desató un intenso debate público sobre los derechos individuales y los posibles abusos en el sistema de tutelas y curatelas en Estados Unidos. En este post exploraremos de forma detallada los problemas legales relacionados con la curatela de Britney Spears, su prolongada lucha por liberarse de ese régimen, los problemas psiquiátricos que afrontó a lo largo de los años y lo que diferentes psiquiatras concluyeron tanto en sus evaluaciones clínicas como periciales. Se ofrecerá una narrativa amplia que abarca la vida de Britney desde sus inicios, analizando los eventos que llevaron a someterla a curatela, los documentos judiciales y leyes relevantes que enmarcaron el caso, así como las implicaciones clínicas de su salud mental según se expusieron en el tribunal. La historia de Britney Spears se ha convertido en un ejemplo paradigmático de la tensión entre la protección legal de una persona vulnerable y el riesgo de violar sus derechos fundamentales.
Contexto biográfico y el colapso público
Para comprender cómo Britney Spears terminó bajo una curatela legal, es importante repasar brevemente su vida y los acontecimientos que precipitaron su crisis. Britney Jean Spears nació en 1981 en Mississippi, Estados Unidos, y desde niña mostró talento para el espectáculo. A los 11 años apareció en el programa The Mickey Mouse Club, compartiendo escenario con otras futuras estrellas. En 1998, con solo 16 años, lanzó su sencillo debut "...Baby One More Time", que la catapultó al estrellato internacional. Durante los siguientes años dominó la escena del pop adolescente con éxitos como "Oops!... I Did It Again", giras mundiales, premios y una imagen cuidadosamente construida de joven estrella.
Sin embargo, la presión de la fama temprana y la atención mediática constante comenzaron a pasarle factura a Britney. Tras una adolescencia vivida bajo los focos, en su vida adulta joven enfrentó situaciones personales difíciles. En 2004 se casó (un matrimonio anulado a los pocos días) y más tarde ese año contrajo matrimonio con el bailarín Kevin Federline, con quien tuvo dos hijos (Sean Preston en 2005 y Jayden James en 2006). La maternidad llegó mientras Britney todavía era muy joven y continuaba con una agenda intensa de trabajo. En 2006, su vida familiar y profesional comenzaron a tambalearse: ese año pidió el divorcio de Federline, iniciando una batalla por la custodia de sus hijos, y también perdió a una tía muy cercana a causa de un cáncer.
A lo largo de 2007, Britney Spears protagonizó una serie de incidentes preocupantes que evidenciaban una crisis emocional y posible deterioro de su salud mental. En febrero de 2007 sorprendió al mundo cuando, en plena noche y ante la mirada de fotógrafos, se afeitó la cabeza en una peluquería de Los Ángeles. Poco después atacó con un paraguas el coche de un paparazzo que la acosaba. Estas imágenes se difundieron por todos los medios, convirtiéndose en símbolo de su "colapso". Además, Britney estuvo entrando y saliendo de centros de rehabilitación ese año, en un aparente intento de lidiar con estrés, posibles adicciones o problemas emocionales. Se la vio frecuentando compañías controvertidas, como el autodenominado representante Sam Lutfi, cuya influencia negativa fue denunciada después por la familia de Britney.
A medida que 2007 avanzaba, la situación empeoró. En octubre de ese año, Britney Spears perdió la custodia física de sus hijos a favor de su exesposo Federline, debido a comportamientos erráticos y preocupaciones por su capacidad de cuidar de los niños. La prensa sensacionalista seguía cada paso en falso de la cantante, alimentando un frenesí mediático. La combinación de acoso de paparazzi, problemas personales (incluyendo un divorcio muy publicitado) y la posible depresión posparto tras el nacimiento de sus hijos creó una tormenta perfecta. Britney, acosada cada vez que salía de casa, parecía al límite de sus capacidades para sobrellevar la situación.
El punto crítico llegó en enero de 2008. En la noche del 3 de enero, Britney se atrincheró en un baño con su hijo pequeño, negándose a entregarlo al personal de su exmarido al término de una visita. Este incidente provocó que la policía acudiera a su domicilio. Britney finalmente fue sacada de la casa en una ambulancia, mientras decenas de cámaras captaban la escena, e internada involuntariamente para una evaluación psiquiátrica en el Centro Médico UCLA. En California, un ingreso psiquiátrico involuntario de este tipo suele realizarse bajo la sección 5150 del Código de Bienestar e Instituciones, reservada para personas que representan un peligro para sí mismas o para otros, o que sufren un trastorno mental grave que les impide atender sus necesidades básicas. Britney fue ingresada en esa condición, lo que indicaba que un psiquiatra consideró que su estado era crítico.
La imagen de la joven estrella mundial siendo llevada en camilla al hospital, rodeada de flashes, se convirtió en el símbolo de la cúspide de su crisis. En cuestión de días, su vida personal y su autonomía darían un giro drástico a partir de la intervención del sistema legal.
El inicio de la curatela legal en 2008
Pocos días después de aquella hospitalización de enero de 2008, se puso en marcha un proceso legal extraordinario que cambiaría la vida de Britney Spears: su padre, James "Jamie" Spears, solicitó ante el Tribunal Superior de Los Ángeles que se le nombrara curador (conservator) de su hija, tanto de la persona como de sus bienes. En el sistema legal de California, una conservatorship (traducible al español como curatela) es un mecanismo por el cual un juez designa a un tutor/ curador para que maneje los asuntos financieros y/o personales de otra persona adulta que se considera incapaz de hacerlo por sí misma debido a limitaciones físicas o mentales. Normalmente, estos arreglos se reservan para personas de edad muy avanzada o con discapacidades severas permanentes, por ejemplo pacientes con demencia avanzada, o para adultos con trastornos graves que les impiden satisfacer sus necesidades básicas de salud, alimentación, vestido o refugio, o que les hacen "sustancialmente incapaces de manejar sus propios recursos financieros o resistir el fraude o la influencia indebida", según establece el Código de Sucesiones de California. En el caso de Britney, que entonces tenía apenas 26 años y gozaba de notable capacidad creativa en su carrera, la petición de curatela resultaba inusual. No obstante, la solicitud de su padre se basaba en alegaciones sobre una condición mental seriamente debilitada de la artista, presentándola como una persona incapaz de tomar decisiones en su propio beneficio.
El 1 de febrero de 2008, la jueza Reva Goetz aprobó de manera expedita la petición de curatela temporal. Jamie Spears fue nombrado curador de Britney (tanto de su persona como co-curador de su patrimonio), junto con el abogado Andrew Wallet, quien fue designado co-curador para ayudar a manejar los asuntos financieros de la cantante. Sorprendió la rapidez del procedimiento: según se documentó posteriormente, la audiencia de aprobación duró apenas unos diez minutos en ausencia de Britney, lo que luego generaría dudas sobre si se examinaron con suficiente rigor las pruebas de su incapacidad.
Un detalle notable y controvertido de la documentación presentada al tribunal en esos primeros días es que, al solicitar la curatela, el equipo legal de Jamie Spears marcó en los formularios la casilla que indicaba que Britney padecía demencia. Esta afirmación de que una mujer de 26 años y físicamente sana sufría demencia fue recibida con escepticismo por muchos observadores. De hecho, años más tarde se reveló que tal diagnóstico jamás fue corroborado por ningún informe médico concluyente; sin embargo, en aquel momento sirvió como justificación legal para establecer una curatela de emergencia.
Dado que la ley requería una base médica para incapacitar a alguien y nombrar un tutor, era crucial obtener una declaración de capacidad firmada por un profesional de la salud que evaluara a Britney. Esta declaración debía valorar si Britney tenía la capacidad mental para ocuparse de sí misma, administrar sus bienes y entender las consecuencias de contratar a sus propios abogados, entre otras cosas. Normalmente, el tribunal exige un informe de un psiquiatra o médico acreditado que detalle la condición del paciente. En el caso de Britney Spears, al momento de la audiencia inicial, ese informe médico no se había presentado formalmente, lo que implicaba que la decisión de la jueza se basó principalmente en las declaraciones juradas de Jamie Spears y sus abogados sobre el estado de Britney.
Según documentos judiciales posteriormente examinados, el equipo legal de Jamie trabajó contrarreloj durante el fin de semana del 2 y 3 de febrero de 2008 para conseguir la evaluación de un médico independiente que sustentara la necesidad de la curatela. La psiquiatra que supuestamente estaba tratando a Britney en ese momento –la Dra. Deborah Nadel, quien probablemente autorizó su internamiento involuntario– no fue la autora de esa evaluación presentada al juzgado. Los abogados buscaron otros especialistas: contactaron sin éxito al Dr. James Long, un psiquiatra que había tratado a Britney en 2007 en relación con su caso de familia (custodia de los niños). Finalmente, lograron que un experto externo realizara una valoración contrarreloj. Todo indica que el encargado de este examen fue el Dr. J. Edward Spar, un respetado psiquiatra geriátrico, ya retirado pero con experiencia en evaluaciones de capacidad, especialmente en casos de demencia. Que se recurriera a un especialista en geriatría subraya la peculiaridad del caso: Britney, en plena veintena, estaba siendo evaluada con los mismos criterios que un paciente anciano con deterioro cognitivo.
El informe médico resultante –fechado el 5 de marzo de 2008, aunque referido a esas primeras semanas– concluyó esencialmente que Britney Spears carecía de la capacidad mental para tomar decisiones informadas sobre su vida y sus finanzas, y específicamente que "no tenía la capacidad de contratar y dirigir a un abogado por cuenta propia". En la documentación se mencionaba que la condición de Britney implicaba “órdenes relacionadas con demencia”, reforzando la idea de que su funcionamiento cognitivo estaba gravemente afectado. Este reporte fue pieza clave: gracias a él, el tribunal confirmó que Britney no podía escoger su propio abogado defensor, por lo que se le asignó uno de oficio del panel de curatelas del tribunal –el abogado Samuel D. Ingham III– para que la representara en el proceso (puesto que la jueza consideró que Britney ni siquiera estaba en condiciones de contratar a un abogado privado).
Es importante señalar que Britney, aunque físicamente joven y capaz de trabajar (de hecho, en esas mismas fechas filmó un cameo para la serie de TV How I Met Your Mother), fue considerada mentalmente incompetente a un grado extremo. Según trascendió, en la audiencia Britney ni siquiera estuvo presente; la jueza Goetz eximió su comparecencia basándose en la declaración del Dr. Spar que indicaba que Britney "no tenía la capacidad de asistir al juicio", y en el reporte de su abogado Ingham que afirmó haberle ofrecido a Britney la oportunidad de comunicarse con el tribunal, pero que ella "optó por no hacerlo". Todo esto pintó un cuadro ante el tribunal de una persona sumamente frágil, prácticamente incapacitada como para participar en los procedimientos legales que decidían su destino.
El 4 de febrero de 2008, apenas tres días después de iniciada la curatela temporal, el abogado Adam Streisand –a quien Britney había intentado contratar por su cuenta para que la representara– trató de comparecer ante el tribunal en su nombre. Streisand alegó que Britney le había pedido que la ayudara a impedir la curatela, pero la jueza, haciendo valer el informe médico confidencial que tenía en sus manos, le denegó legitimidad para actuar. Le dijo, en esencia, que había un reporte médico que él no había visto y que indicaba que Britney no podía contratarlo. Streisand fue excusado del caso, reafirmándose así que Britney debía conformarse con la representación asignada por el tribunal.
Tras estas primeras escaramuzas legales, la curatela temporal se consolidó rápidamente. La jueza fijó una nueva audiencia para evaluar la situación y, entretanto, el equipo de Jamie Spears continuó presentando documentación. Para el 6 de febrero de 2008 –apenas cinco días después de su instauración– la curatela temporal ya estaba plenamente en vigor, con Jamie y Andrew Wallet autorizados a tomar decisiones extensivas sobre la vida personal, médica y financiera de Britney Spears.
Originalmente, la curatela se planteó como una medida temporal de emergencia. De hecho, fue otorgada inicialmente solo por algunos meses (hasta finales de marzo de 2008). No obstante, a medida que pasaron las semanas, quedó claro que el equipo de Britney (encabezado por su padre) buscaría extenderla. Britney permaneció bajo observación médica ese invierno; incluso hubo al menos otra hospitalización psiquiátrica involuntaria a finales de enero de 2008, reforzando la percepción de que su estado mental era frágil. Durante ese tiempo, la cantante comenzó a recibir tratamiento y gradualmente se estabilizó hasta cierto punto. En el verano de 2008 mostró signos de mejoría: recuperó régimen de visitas con sus hijos en julio, y con la supervisión de su padre empezó a reencauzar su vida profesional grabando nuevo material musical.
Finalmente, el 28 de octubre de 2008, la curatela fue declarada permanente por la jueza Goetz. Oficialmente, esto se hizo para “proteger a Britney de influencias indebidas” y para velar por su bienestar a largo plazo. A partir de entonces, la curatela no tendría una fecha de finalización definida; se volvía indefinida en duración, sujeta a que el tribunal considerase en algún momento que ya no era necesaria. Britney, en aquel momento, no objetó públicamente la decisión. A ojos del mundo exterior, parecía aceptar (o al menos no resistirse abiertamente) a que su padre y un grupo de profesionales controlaran sus asuntos, quizás convencida de que era lo mejor dadas las circunstancias, o quizá porque aún no tenía voz propia en el proceso legal debido a las restricciones impuestas.
Así, con 27 años recién cumplidos, Britney Spears entró en una etapa de su vida donde legalmente fue considerada incapaz de autogestionarse. Su padre Jamie se convirtió en su curador legal, con poder sobre prácticamente todos los aspectos de su vida: finanzas, carrera, salud médica e incluso decisiones personales íntimas. Esta situación extraordinaria sentó las bases de una batalla que tardaría más de una década en resolverse.

Vida y carrera bajo la curatela: control y controversias
Tras instaurarse la curatela de forma permanente a fines de 2008, la vida de Britney Spears siguió un curso peculiar: por un lado, ella logró retomar su carrera artística con renovado éxito, pero por otro lado, vivía su cotidianidad con la autonomía sumamente restringida debido a la curatela. Esta dicotomía –una mujer capaz de lanzar discos, presentarse en giras internacionales y ganar millones de dólares, pero a la vez considerada legalmente no apta para decidir sobre su propio dinero o su salud– fue alimentando con el tiempo las dudas sobre la legitimidad y necesidad de mantener la curatela durante tantos años.
En los primeros años bajo curatela, Britney experimentó una suerte de "resurgimiento" profesional. En diciembre de 2008, apenas semanas después de que la curatela se volviera permanente, lanzó un documental televisivo titulado Britney: For the Record en el que reflexionaba sobre su situación. En él dejó entrever que no estaba completamente conforme con su vida bajo curatela, llegando a decir frases como: "Hay días buenos y días malos... incluso cuando vas a la cárcel, sabes cuándo vas a salir. Pero en esta situación, es como el Día de la Marmota todos los días". Estas palabras sugerían que se sentía atrapada en un ciclo del que no veía final. Aun así, públicamente seguía mostrándose cooperativa.
Su sexto álbum de estudio, Circus, salió también en 2008, seguido de una gira mundial exitosa en 2009. Durante 2011 lanzó otro álbum exitoso (Femme Fatale). En 2012, Britney incursionó como jueza en el programa de televisión The X Factor. Todo esto indicaba un alto nivel de funcionalidad: trabajaba intensamente, cumplía compromisos profesionales y generaba ganancias considerables. Para muchos fans y observadores externos, resultaba difícil conciliar esa productividad con la noción de que ella fuese una persona totalmente incapacitada para tomar decisiones básicas.
Bajo la cuatela, sin embargo, Britney no tenía control sobre esos logros. Sus finanzas estaban estrictamente administradas por su padre Jamie y el abogado Andrew Wallet (este último permanecería como co-conservador de la parte financiera hasta que renunció en 2019). Britney recibía un presupuesto asignado: por ejemplo, trascendió que en 2008 se le fijó una asignación semanal de apenas 1.500 dólares para sus gastos personales, una cantidad ínfima comparada con los millones que generaba su imperio. Cualquier gasto extraordinario requería aprobación de los tutores y, en teoría, del tribunal. Su estilo de vida fue minuciosamente supervisado: el equipo tutor decidía quién podía verla, con quién podía relacionarse, y tenía facultad incluso de emitir órdenes de alejamiento en nombre de Britney para mantener a ciertas personas fuera de su entorno (esto se utilizó para apartar a individuos considerados dañinos, como Sam Lutfi, contra quien obtuvieron una orden de restricción a largo plazo).
En lo personal, Britney Spears tampoco podía tomar decisiones sin aprobación. Si deseaba viajar, comprar algo costoso, vender alguna propiedad, o firmar contratos, todo debía pasar por la autorización de su padre/curador y a veces por trámite judicial. La curatela tenía el poder de restringir sus visitas y supervisar con quién pasaba el tiempo. De hecho, se organizaba y monitoreaba su tiempo con sus hijos menores: recordemos que Kevin Federline tenía la custodia principal, y Britney solo disponía de regímenes de visitas. Esas visitas eran gestionadas en parte por los curadores para asegurarse de que ocurrían bajo circunstancias seguras. También la curatela decidía sobre sus tratamientos médicos: tenía el poder de tomar decisiones médicas por ella, incluyendo qué medicamentos debía tomar o qué terapias seguir. Britney estaba obligada a seguir las indicaciones que su curador y los médicos designados consideraran adecuadas. En suma, aunque era una mujer adulta, era tratada legalmente como una menor de edad o una persona gravemente incapacitada.
Con el transcurso de los años, y conforme Britney demostraba ser capaz de trabajar y comportarse públicamente de manera estable, era natural preguntarse por qué la curatela seguía siendo necesaria o si se había convertido en excesivamente restrictiva. Sin embargo, los registros médicos y evaluaciones psicológicas de Britney permanecieron declarados secretos, por lo que la verdadera justificación de la continuidad de la curatela solo la conocían la jueza y las partes involucradas. Públicamente se especulaba que Britney posiblemente sufría algún trastorno psiquiátrico crónico, como trastorno bipolar, que explicaría episodios de comportamiento errático si no estaba medicada. Sin confirmación oficial, estos rumores persistían. Lo único claro era que el tribunal seguía avalando año tras año la necesidad de la curatela, presumiblemente basándose en informes periódicos confidenciales de médicos o del propio tutor legal.
La relación de Britney con su padre Jamie durante esos años fue compleja. Por un lado, Jamie Spears recibía alabanzas de algunos sectores por haber "salvado" a su hija de un destino trágico: es indudable que tras asumir el control, logró estabilizar la vida de Britney en muchos aspectos (alejándola de personas que la explotaban, asegurándose de que cumpliera sus tratamientos, etc.). Bajo su curatela, la fortuna de Britney, que se temía pudiera disiparse durante sus momentos de crisis, fue saneada y aumentó considerablemente gracias a sus giras, residencias de conciertos (concerts residency) y lanzamientos de productos (perfumes, etc.). Jamie, como tutor, también recibía un sueldo mensual por su labor, así como la cobertura de sus gastos legales con los fondos de Britney.
Por otro lado, había signos de que Britney se lamentaba profundamente la pérdida de control sobre su propia vida. Aunque no lo expresaba abiertamente en público durante esos años (posiblemente por temor o por no tener los medios para hacerlo), personas cercanas dejaban entrever su incomodidad. En 2014, una de las pocas veces que trascendieron noticias sobre la curatela en la prensa, se supo que Britney, a través de su abogado Ingham, había pedido algunos cambios: noticias de prensa indicaron que ella deseaba más autonomía en ciertas decisiones, pero no está claro que solicitara terminar la curatela por completo. Aquella vez, la curatela continuó sin cambios sustanciales.
Un acontecimiento significativo fue que Jason Trawick, quien fuera agente y novio de Britney, llegó a ser nombrado co-curador de su persona en 2012, lo cual coincidió con su compromiso matrimonial en ese entonces. Esto sugería que Britney tenía la esperanza de normalizar su vida personal al punto de casarse de nuevo, y al integrar a Trawick como co-curador (junto con Jamie) se le permitía cierta influencia en su bienestar diario. Sin embargo, Britney y Trawick rompieron su compromiso en 2013, y él dejó de ser co-curador. Después de eso, Jamie volvió a ser el único tutor de su persona hasta 2019. Todo indicaba que, pese a la curatela, Britney intentaba llevar una vida lo más normal posible: tuvo relaciones sentimentales (aunque siempre con cierto control externo), siguió criando a sus hijos en la medida permitida, y continuó trabajando en el medio artístico.
No obstante, para 2016-2017, Britney comenzó a insinuar su cansancio con la situación. En entrevistas promocionales, al preguntarle sobre la curatela (tema que manejaba con cautela), solía desviar la conversación o dar respuestas breves. Su sonrisa en el escenario contrastaba con la posibilidad de que, tras bambalinas, se sintiera prisionera de sus propias circunstancias.
A pesar del hermetismo en torno a su vida, algunos fans muy observadores y ciertas figuras allegadas empezaron a sospechar que Britney quería liberarse. En las redes sociales surgían de vez en cuando teorías conspirativas sobre su bienestar real. Sin embargo, hasta 2019 no hubo un detonante claro para la opinión pública general. Britney cumplió con su exitosa Residencia en Las Vegas "Piece of Me" de 2013 a 2017 sin grandes escándalos; de hecho, esa serie de conciertos fijos consolidó su regreso y aportó ingresos millonarios a su patrimonio (administrado por la curatela). Tras finalizar esa residencia, anunció a finales de 2018 un nuevo espectáculo en Las Vegas llamado "Domination". Parecía que la maquinaria seguía en marcha. Pero este sería el punto de inflexión: de pronto, a inicios de 2019, Britney canceló abruptamente la residencia "Domination" antes de estrenarla, alegando públicamente que era para estar junto a su padre Jamie, quien había sufrido una perforación de colon y convalecía. La realidad tras esa cancelación pronto se tornaría objeto de escrutinio.
El agravamiento de tensiones en 2019 y el movimiento #FreeBritney
El año 2019 marcó un antes y un después en la lucha de Britney Spears por su libertad personal. Lo que comenzó como un murmullo en círculos de fans se convirtió en un movimiento global bajo el lema #FreeBritney, que puso en duda la legitimidad de la curatela y clamó por la emancipación de la artista. Paralelamente, dentro de los tribunales, Britney empezó –tímidamente al inicio, más decididamente después– a hacer valer su voz para cambiar el rumbo de su situación legal.
Todo arrancó con eventos preocupantes en los primeros meses de 2019. En enero, como se mencionó, Britney canceló su esperada serie de conciertos "Domination". Oficialmente, anunció una pausa indefinida en su carrera citando la enfermedad de su padre. Los fans aceptaron esa explicación al principio, pero semanas más tarde surgieron informaciones inquietantes: en abril de 2019, se divulgó la noticia de que Britney Spears había ingresado en una clínica de salud mental. La estancia, según fuentes, sería de 30 días, supuestamente voluntaria para que ella lidiara con el estrés y la ansiedad (derivados, decían, de los problemas de salud de Jamie). Sin embargo, pronto corrió el rumor de que ese ingreso no había sido voluntario en absoluto, sino forzado.
La chispa provino de un episodio llamativo: los presentadores de un pódcast popular entre sus seguidores (“Britney’s Gram”) afirmaron haber recibido un mensaje de voz anónimo de alguien identificado como ex asistente legal involucrado en el equipo de curatela de Britney. En ese audio, el informante aseguró que Britney llevaba internada contra su voluntad desde enero y que la cancelación de "Domination" no fue por el padre enfermo, sino porque ella había dejado de tomar una medicación (posiblemente el litio u otros psicofármacos) y, en represalia, Jamie la obligó a entrar en un centro psiquiátrico y a suspender el show. Esta alarmante versión desató la alarma entre los fans y se propagó rápidamente bajo el hashtag #FreeBritney en redes sociales.
De la noche a la mañana, muchos seguidores de Britney –y público en general– comenzaron a cuestionarse seriamente si la curatela era realmente para protegerla o más bien para controlarla y explotarla. Manifestantes empezaron a congregarse frente al juzgado de Los Ángeles con pancartas de "Free Britney" y consignas como "¡La curatela es esclavitud!" o referencias a canciones de la cantante ("Esto es Tóxico"). La preocupación y la indignación crecieron cuando se supo que Britney, en efecto, había pasado unas cuatro semanas internada en una institución de salud mental hasta abril de 2019. Ella misma reapareció en Instagram ese mes tratando de calmar las aguas, diciendo a sus fans que “todo estaba bien”, pero muchos interpretaron su mensaje como forzado o guionizado.
En medio de esa presión mediática, las cosas se movieron en la esfera legal. La madre de Britney, Lynne Spears, quien hasta entonces se había mantenido al margen de la curatela (pues estaba divorciada de Jamie desde hacía años), de pronto se mostró más involucrada. En mayo de 2019, Lynne Spears a través de su abogado solicitó al tribunal recibir información sobre la salud y los cuidados de Britney, incluso pidiendo que ella (Lynne) pudiera participar en las decisiones. Aunque Lynne no buscó directamente quitar a Jamie, su acción fue vista como un intento de asegurarse de que su hija estuviera bien y quizás de moderar el control de Jamie.
El 10 de mayo de 2019, Britney Spears finalmente compareció en persona ante la jueza Brenda Penny, la magistrada que para entonces (tras la jubilación de Reva Goetz) supervisaba el caso. Fue una audiencia a puerta cerrada, sin acceso para el público o la prensa. Reportes posteriores señalaron que en esa sesión Britney habló directamente con la jueza durante unos minutos, expresando sus preocupaciones acerca de la curatela. Si bien los detalles exactos permanecen confidenciales, fuentes filtraron que Britney habría declarado que la habían obligado a internarse y a tomar medicamentos en contra de su voluntad, respaldando de algún modo lo que los fans sospechaban. Asimismo, habría suplicado ciertos cambios, quizá la remoción de su padre del rol de tutor.
El resultado inmediato de esa audiencia de mayo 2019 fue que la jueza Penny ordenó una evaluación externa e integral de la situación de Britney. Es decir, se designó a un experto o equipo de expertos independientes (court-appointed evaluator) para que durante los meses siguientes analizara si la curatela seguía siendo necesaria y si los cuidados que Britney recibía (médicos, personales, financieros) eran apropiados. Esta evaluación exhaustiva, que abarcó más de tres meses de investigación, incluía entrevistar a Britney, revisar sus tratamientos médicos, sus condiciones de vida, etc., y debía culminar en un informe confidencial al tribunal con recomendaciones.
Mientras esa evaluación se llevaba a cabo, la dinámica de la curatela vivió otra sacudida. En agosto de 2019 ocurrió un incidente grave en el ámbito familiar: Jamie Spears, el padre de Britney, fue acusado de agredir físicamente a uno de los hijos adolescentes de Britney durante una discusión (aparentemente, Jamie habría sacudido o roto una puerta enfrente del niño, asustándolo). El hecho llevó a Kevin Federline a interponer una denuncia policial y obtener una orden de alejamiento que prohibía a Jamie acercarse a sus nietos. Esto presentó un problema obvio: si Jamie no podía tener contacto con los hijos de Britney, ¿Cómo iba a supervisar las visitas o decisiones que involucrasen a los menores? Además, su imagen como curador protector se veía empañada por este episodio de violencia doméstica.
Quizá influido por ello, y alegando además problemas de salud propios (dijo no estar bien físicamente), Jamie Spears solicitó al juzgado en septiembre de 2019 una suspensión temporal de sus funciones como curador de la persona de Britney. Propuso que en su lugar se nombrara a Jodi Montgomery, quien era una profesional especializada en manejo de cuidados (y que ya venía actuando como "gestora de caso" para Britney). En efecto, el 9 de septiembre de 2019 la el tribunal aprobó que Jodi Montgomery asumiera como curadora temporal de los asuntos personales de Britney. Montgomery era una figura ajena a la familia, contratada originalmente para ayudar a administrar ciertas cuestiones cotidianas de Britney, y ahora quedaba investida legalmente con la autoridad de tomar decisiones médicas, psiquiátricas y personales por Britney, en sustitución de Jamie. Este reemplazo inicialmente sería hasta enero de 2020, pero a la postre se fue extendiendo.
Paralelamente, a fines de septiembre de 2019, llegó el momento de presentar el resultado de la evaluación ordenada por la jueza Penny. Aunque los detalles de ese informe siguen sellados, se sabe que examinó si Britney estaba recibiendo el tratamiento adecuado para sus "serios problemas de salud mental". En la prensa trascendió que hubo cuestionamientos sobre la medicación que Britney tomaba: algunas fuentes cercanas (posiblemente su madre Lynne) estaban perplejas porque Britney había pasado de estar aparentemente bien a inicios de 2019, ensayando para su show, a de pronto volverse "incapaz" y terminar internada; sugerían que tal vez el cambio de medicamentos fue abrupto o inadecuado. Del lado de Jamie, se argumentó que Britney había desarrollado tolerancia a sus fármacos habituales y que los médicos estaban luchando por encontrar una nueva combinación que funcionara, lo cual justificaba la hospitalización. Este debate sobre los medicamentos ponía bajo escrutinio la labor del entonces psiquiatra tratante de Britney, el Dr. Timothy Benson.
El Dr. Timothy Benson había estado supervisando la salud mental de Britney durante varios años bajo la curatela. Era un psiquiatra certificado, aunque con un perfil inusual: se había hecho un nombre trabajando con equipos deportivos (NBA, NFL) motivando a atletas, más que como especialista en trastornos psiquiátricos severos. Algunas personas del entorno de Britney dudaban de que él fuera el más idóneo para un caso complejo como el de ella. Sea como fuere, Benson continuó recetándole medicación hasta que, lamentablemente, falleció súbitamente en agosto de 2019 (a los 48 años, a causa de un aneurisma). Su muerte ocurrió en medio de todo este torbellino –irónicamente el mismo día del incidente de Jamie con el nieto– y apenas semanas antes de que la jueza recibiera el informe del evaluador independiente. La inesperada ausencia de Benson significó que Britney tuvo que cambiar de psiquiatra en lo sucesivo, hecho que sería muy relevante en lo que vendría después.
Con Jodi Montgomery ahora actuando como curadora personal y tras la entrega del informe evaluador, se programó una audiencia para principios de 2020 que definiría los pasos a seguir. Para entonces, el movimiento #FreeBritney seguía pendiente de cada novedad, pero aún no lograba penetrar del todo en la conciencia general. Sin embargo, Britney parecía fortalecida por el respaldo de sus fans y quizás más dispuesta a tomar las riendas de su destino.
Nuevos intentos legales de Britney (2020)
El año 2020 trajo el inicio de una ofensiva legal más clara por parte de Britney Spears para modificar –y eventualmente terminar– la curatela que la había regido durante más de una década. Aunque el mundo entero estuvo marcado por la pandemia de COVID-19, que ralentizó muchos procesos judiciales, el caso de Britney siguió avanzando y cobrando notoriedad.
En la primera mitad de 2020, la curatela de Britney se prorrogó automáticamente unas cuantas veces dado el contexto pandémico. Jamie Spears, quien seguía siendo el conservador de su patrimonio (es decir, manejando sus finanzas) aunque ya no de su persona, solicitó al tribunal reactivar su pleno control cuando su supuesta suspensión temporal terminara. Britney, no obstante, por medio de su abogado Samuel Ingham, comenzó a manifestar formalmente su desacuerdo con que Jamie regresara al rol de tutor personal. En documentos presentados, Ingham declaró que Britney "le tenía miedo a su padre" y que se negaba a retomar su carrera mientras él continuara al mando de sus decisiones.
Un desarrollo crucial fue que Britney decidió, por primera vez, no buscar la terminación inmediata de la curatela sino reestructurarla para hacerla menos restrictiva y quitar a su padre de la posición dominante. Esto se interpretó como una estrategia paso a paso: quizá Britney (y su asesor legal) pensaron que pedir el fin abrupto de la curatela podría ser más difícil de lograr sin resistencia, así que optaron inicialmente por solicitar cambios parciales. En agosto de 2020, Britney pidió formalmente que un banco fiduciario o entidad independiente reemplazara a Jamie Spears en el manejo de su patrimonio, y dejó entrever que no se oponía a seguir bajo curatela si esta era llevada por profesionales neutrales. La figura elegida fue Bessemer Trust, una reconocida firma de administración de patrimonios. Asimismo, Britney indicó que deseaba que Jodi Montgomery siguiera como curadora de su persona de manera permanente (lo que reflejaba que prefería a Jodi antes que a su padre para supervisar sus asuntos personales).
Jamie Spears, por su parte, se opuso a su desplazamiento. Sus abogados argumentaron que bajo su gestión la fortuna de Britney se había salvaguardado y multiplicado, y que su relación con su hija era "armoniosa" (aunque la propia Britney dijera lo contrario a su abogado). Este choque llegó a una audiencia en noviembre de 2020. En esa sesión, la jueza Brenda Penny tomó una decisión salomónica: no destituyó a Jamie Spears como conservador del patrimonio, pero aprobó la incorporación de Bessemer Trust como co-conservador junto a él. En otras palabras, Jamie tendría que compartir la gestión financiera con esta empresa independiente, supuestamente introduciendo más transparencia y equilibrio. Para Britney fue una victoria a medias: aún no lograba quitar a su padre, pero ya no tendría control absoluto sobre su dinero.
Simultáneamente, la curatela de la persona (salud, vida diaria) siguió en manos de Jodi Montgomery, y la jueza extendió su rol temporalmente hasta que se decidiera si se haría permanente. En ese periodo, Britney había dejado muy claro a través de su abogado que no volvería a presentarse en los escenarios mientras su padre siguiera involucrado en su curatela. De hecho, desde finales de 2018 Britney no actuaba (su última aparición fue en la Formula 1 en octubre de ese año), y durante 2019 y 2020 se mantuvo inactiva artísticamente, a excepción de su presencia en redes sociales.
El caso empezó a atraer cada vez más interés público a medida que se vislumbraba que Britney quería liberarse. Un hito en la opinión pública fue el estreno, en febrero de 2021, de un documental del New York Times titulado "Framing Britney Spears". Este documental televisado revisó la historia de Britney bajo la curatela y dio voz a abogados, amigos y activistas del movimiento #FreeBritney. Tuvo un impacto enorme, despertando simpatía hacia Britney y críticas severas hacia la curatela y hacia Jamie Spears. Muchas celebridades y políticos se pronunciaron en apoyo a Britney tras ver el documental, aumentando la presión social en torno a su caso.
Bajo este escrutinio, la fecha de una nueva audiencia crucial se acercaba. En primavera de 2021, la jueza Penny programó una comparecencia para escuchar a Britney Spears directamente, esta vez en público si ella lo deseaba. Cabe mencionar que hasta entonces, Britney nunca había hablado libremente en una audiencia abierta sobre su experiencia – todas sus intervenciones habían sido a puerta cerrada o filtradas a través de su abogado. Pero eso estaba a punto de cambiar.
El testimonio explosivo de Britney en junio de 2021
El 23 de junio de 2021 marcó un punto de inflexión dramático en esta historia. Ese día, Britney Spears finalmente habló directamente, y lo hizo de forma contundente, ante la jueza Brenda Penny y ante el mundo, pues pidió que la audiencia se realizara en sesión pública (telefónica, por las restricciones COVID) y sin sellar la transcripción. Lo que Britney relató en poco menos de 25 minutos dejó atónitos a quienes la escucharon y confirmaron muchos de los temores que sus fans sostenían.
Con una voz firme pero cargada de emoción, Britney describió su curatela como "abusiva". Dijo: "He estado en negación. He estado en estado de shock. Estoy traumatizada... Solo quiero recuperar mi vida". Fue enumerando una serie de abusos y excesos cometidos en su contra durante años:
Reveló que la obligaron a internarse en 2019 en un centro de salud mental contra su voluntad, como castigo por negarse a ciertas órdenes durante los ensayos (confirmando la sospecha de que aquel ingreso no fue voluntario).
Contó que la habían obligado a presentarse en una gira en 2018 y a seguir trabajando, amenazándola con demandas si no cumplía los contratos, a pesar de que ella necesitaba un descanso.
Afirmó que fue forzada a tomar medicamentos fuertes que ella no quería. Específicamente, narró un episodio escalofriante: tras cambiar de psiquiatra (después de la muerte del Dr. Benson), el nuevo médico de repente le cambió su medicación habitual y la puso en litio (carbonato de litio), un medicamento estabilizador del ánimo que se usa típicamente para el trastorno bipolar. Britney explicó que el litio la hacía sentir "borracha" y atontada: "El litio es una medicación muy fuerte, completamente diferente a lo que yo estaba acostumbrada. Puedes quedar mentalmente afectada si la tomas demasiado tiempo... Me sentía como si estuviera ebria". Añadió que seis enfermeras fueron enviadas a su casa para vigilarla durante un mes entero mientras estaba bajo los efectos de esa droga, y que no le permitían salir de casa en ese periodo. Este testimonio dejaba en evidencia un trato médico coercitivo y, según ella, injustificado.
Confirmó que le impidieron tener hijos: contó al tribunal, y al mundo, que deseaba tener otro hijo y casarse con su novio (Sam Asghari), pero que sus curadores no le permitieron quitarse un dispositivo intrauterino (DIU) anticonceptivo que tenía implantado. Dijo que quería ir al médico a retirarlo para poder buscar un bebé, pero su equipo de curatela no se lo autorizó, manteniéndola bajo control anticonceptivo obligatorio. Esta revelación impactó por mostrar un nivel de injerencia en sus derechos corporales muy profundo.
Denunció que la habían forzado a seguir en terapia psiquiátrica constante. Mencionó que durante años tuvo que ver a un terapeuta varias veces por semana. En particular, habló de un tal "terapeuta en Westlake" al que la enviaban, quien la hacía sentir mal. Dijo que tras sus declaraciones de querer cambios, la castigan aumentando la frecuencia de sus sesiones terapéuticas y situándolas en lugares incómodos para ella (por ejemplo, en un concurrido consultorio donde sabía que paparazzi podrían fotografiarla).
Britney expresó que su familia, incluyendo a su padre y también implicando a su madre y hermanos, no solo no la ayudaron, sino que se beneficiaron de su situación. Apuntó que su padre disfrutaba del control absoluto que tenía sobre ella: "El control que él tenía sobre alguien tan poderoso como yo –le encantaba. Es como el 100% de disfrutar lastimando a su hija", declaró. Agregó que todos en su familia “no hicieron nada” para ayudarla mientras sufría.
Contó entre lágrimas que se sentía sola, que la curatela le hacía "mucho más daño que bien", que la habían hecho sentir como si fuera una esclava y que estaba profundamente deprimida. Comparó su situación a una forma de explotación en la que ella trabajaba incansablemente (generando dinero que otros gestionaban) pero vivía bajo constantes restricciones y miedo.
Esta alocución fue histórica. Britney Spears, cuya voz había sido suprimida legalmente por tanto tiempo, por fin pudo articular frente a una jueza su deseo inequívoco: "Quiero que esta curatela termine, sin que me tengan que evaluar más". Expresó incluso que le gustaría demandar a su familia por lo que le habían hecho. Sus palabras expusieron crudamente los posibles abusos de una curatela mal manejada: desde sobremedicación, pasando por coacción laboral, hasta la violación de sus derechos reproductivos.
La reacción pública fue de enorme respaldo a Britney. Sus declaraciones confirmaron que ella no estaba de acuerdo con la curatela (contrario a lo que por años se creyó debido a su silencio) y que la vivía como una forma de opresión. Políticos estadounidenses citaron el caso como ejemplo de por qué se necesitaba reformar las leyes de curatela. Organismos de derechos civiles denunciaron que se habían violado sus libertades básicas. Y el movimiento #FreeBritney se sintió reivindicado: docenas de fans se reunieron afuera del tribunal ese día vitoreando cuando se supo lo que había dicho.
A nivel jurídico, la audiencia de junio 2021 no resolvió inmediatamente nada –pues formalmente no había aún una petición de terminación en la mesa–, pero fue el catalizador para que las cosas se aceleraran. La jueza Penny elogió la valentía de Britney al hablar, y le indicó que para avanzar necesitarían propuestas formales de su parte o de su abogado.
En los días que siguieron, hubo repercusiones inmediatas en el círculo de Britney: su representante artístico de larga data, Larry Rudolph, renunció diciendo que Britney planeaba retirarse (algo cuestionable); la firma Bessemer Trust, que recién iba a comenzar a coadministrar sus finanzas, pidió al juzgado retirarse del caso porque Britney declaró que quería terminar la curatela (Bessemer no quería involucrarse más dado el contexto); y lo más notable, su abogado Sam Ingham presentó su renuncia. Al parecer, tras 13 años como su representante legal, Ingham dio un paso al costado, en parte porque Britney en su testimonio indicó que él nunca le informó que podía pedir el fin de la curatela –lo que la dejó muy molesta–. Esta renuncia abrió la puerta a que Britney, por primera vez en todo el caso, pudiera elegir a su propio abogado.
La batalla final por la libertad (julio – noviembre 2021)
Tras el terremoto causado por el testimonio de Britney en junio de 2021, los siguientes meses vieron un torbellino de movimientos legales que, tras años de estancamiento, se encaminaron rápidamente hacia la liberación de la cantante. El primer gran hito fue permitirle a Britney tener un abogado de su elección. En una audiencia el 14 de julio de 2021, la jueza Brenda Penny reconoció el derecho de Britney a contratar a su propio abogado –algo que se le había negado en 2008 basándose en aquel informe médico inicial, pero que ahora, con Britney expresándose coherentemente ante el tribunal, resultaba insostenible negar–.
Britney Spears eligió como representante al veterano abogado Mathew Rosengart, un exfiscal federal de prestigio, quien de inmediato tomó una postura enérgica. Rosengart, desde su primer día, dejó clara la estrategia: su objetivo era remover a Jamie Spears de la curatela cuanto antes y luego buscar la terminación definitiva. Asimismo, insinuó que investigaría posibles manejos indebidos y abusos cometidos por el padre durante los años de curatela.
El cambio de abogado marcó un antes y después. En cuestión de semanas, Rosengart presentó ante el tribunal una petición formal para suspender y remover a Jamie Spears de su cargo de conservador del patrimonio. Argumentó que era en el "mejor interés" de Britney que su padre ya no estuviera al mando, citando incluso las propias palabras de Britney sobre el daño que él le había hecho. Rosengart también acusó a Jamie de posibles conflictos de interés y mala gestión financiera (por ejemplo, cuestionó las altas sumas que él y los abogados de la curatela habían cobrado de la fortuna de Britney). Propuso que, de ser removido Jamie, se designara a un contador público certificado, John Zabel, como tutor interino de las finanzas de Britney. Paralelamente, Rosengart señaló que pronto presentarían una solicitud para terminar la curatela por completo, pero que primero querían apartar a Jamie, ya que su permanencia era, según Britney, la mayor fuente de su angustia.
Jamie Spears al principio contraatacó. A través de sus abogados (liderados por Vivian Thoreen), insistió en que no había motivos para retirarlo, afirmando que siempre actuó en el mejor interés de su hija. Sin embargo, conforme la presión aumentaba, su posición cambió radicalmente: el 7 de septiembre de 2021, sorpresivamente, Jamie Spears presentó él mismo una petición al tribunal para dar por terminada la curatela de Britney. Este giro dejó a todos boquiabiertos, pues tras años defendiendo la necesidad de la curatela, ahora Jamie declaraba que su hija “quizás ya no necesitaba” estar bajo ese arreglo legal. Observadores interpretaron este movimiento como un intento de Jamie de evitar una investigación legal más profunda: al ofrecer terminar la curatela, esperaba quizá esquivar la indagación sobre sus manejos financieros o decisiones (lo que podría implicar una auditoría o incluso deposiciones bajo juramento). Rosengart calificó esta maniobra de “intento de redención para eludir responsabilidad” pero, a la vez, la acogió porque en el fondo allanaba el camino para lograr el objetivo de su clienta.
Con la petición de terminación sobre la mesa, la jueza Penny aún debía resolver primero la moción de suspensión de Jamie. Llegó así la crucial audiencia del 29 de septiembre de 2021. En esa sesión, tras escuchar a las partes, la jueza decidió suspender de inmediato a Jamie Spears de sus funciones de tutor. En su lugar, nombró al contador John Zabel como tutor temporal del patrimonio de Britney (una solución transitoria para mantener la estructura hasta la terminación formal). En cuanto a la curatela de la persona, Jodi Montgomery continuaría temporalmente. La jueza Penny, al pronunciar la suspensión, subrayó que era en el mejor interés de Britney y que la situación era "insostenible". Esta fue una gran victoria para Britney: la persona que ella más temía y que simbolizaba para ella la opresión de la curatela, su padre, quedaba apartada legalmente tras 13 años de control.
Con Jamie fuera del camino, quedaba la recta final: terminar la curatela misma. Tanto Rosengart (en nombre de Britney) como Jamie Spears (a través de su petición, ahora alineada con la terminación) estaban de acuerdo en cerrar el caso. No había ya nadie objetando abiertamente que Britney fuera libre; incluso la abogada de Jodi Montgomery apoyó que, si era la voluntad de Britney y así lo determinaba el tribunal, la curatela concluyera con un plan adecuado de cuidados en transición.
La audiencia decisiva tuvo lugar el 12 de noviembre de 2021. En esa fecha, la jueza Brenda Penny, tras revisar los informes pendientes y constatar que ya no había causa para mantener la curatela, ordenó la terminación inmediata de la curatela de Britney Spears sobre su persona y su patrimonio. Britney, a los 39 años, recuperó por fin sus derechos legales completos tras 13 años, 9 meses y 12 días (aproximadamente) bajo curatela. A partir de ese momento, ella pudo tomar sus propias decisiones personales, médicas y financieras sin la intermediación de un tutor.
Cuando la noticia salió de la sala de audiencias, estalló el júbilo entre los fans congregados afuera con carteles de #FreeBritney. Britney Spears, poco después, publicó en sus redes sociales un mensaje de agradecimiento al movimiento #FreeBritney por su constante apoyo: les atribuyó en gran medida el haber llamado la atención sobre su situación y presionado para este desenlace. Escribió emocionada que aquello era “el mejor día de su vida” y compartió vídeos celebrando su recién ganada libertad.
Evaluaciones psiquiátricas y diagnóstico: la perspectiva clínica en la curatela
Uno de los aspectos más complejos del caso Britney Spears es entender la dimensión psiquiátrica: ¿Qué problemas de salud mental padecía realmente Britney? ¿Fueron tan graves como para justificar legalmente la curatela? ¿Qué papel jugaron los profesionales de la salud mental en su evaluación y tratamiento durante esos años?
Desde el principio, la curatela de Britney se basó en la premisa de que ella tenía “una capacidad mental severamente disminuida”. La marcación de la casilla de demencia en 2008 fue un recurso legal algo extremo que permitió acción inmediata. Como ya se explicó, el Dr. J. Edward Spar respaldó esa incapacitación con su declaración pericial, afirmando que Britney no podía entender o manejar sus asuntos o contratar abogado. Aunque el término demencia sonaba alarmante (suele asociarse a condiciones neurodegenerativas en ancianos), es posible que se usara en un sentido amplio para indicar algún deterioro cognitivo o de juicio serio. Años después, este diagnóstico sería calificado de “mítico” y muy cuestionable. De hecho, en 2022, la abogada Lisa MacCarley –activista de #FreeBritney– presentó un escrito pidiendo que el Dr. Spar fuera interrogado bajo juramento por su "declaración mitológica" de 2008 que facilitó la curatela. MacCarley sugirió que Spar tal vez sobredimensionó la condición de Britney para acomodar la petición de curatela de Jamie. El propio Dr. Spar, en el documental de Netflix "Britney vs Spears" (2021), evadió reconocer siquiera si evaluó a Britney, aduciendo que esas evaluaciones son confidenciales. Sin embargo, aceptó que él es especialista en demencia y que su firma figuraba en documentos públicos del caso.
Más allá de ese inicio polémico, Britney Spears sí padecía problemas de salud mental reales en 2007-2008. Se ha mencionado con insistencia la posibilidad de un trastorno bipolar (caracterizado por oscilaciones entre episodios de manía/hiperactividad y depresión), dada la naturaleza de algunos de sus comportamientos erráticos y el uso de litio como tratamiento. También se consideró que pudo haber sufrido depresión posparto tras el nacimiento de sus hijos, lo que explicaría parte de la crisis de 2007. Adicionalmente, estuvo el factor de abuso de sustancias: aunque Britney nunca fue señalada por adicción severa a alguna droga concreta públicamente, sí hubo insinuaciones de uso de estimulantes o consumo problemático de medicamentos. La combinación de tensiones (fama, acoso mediático) y predisposiciones genéticas podría haber contribuido a un cuadro complejo.
Durante la curatela, varios psiquiatras y psicólogos evaluaron periódicamente a Britney, pero casi todos sus informes permanecen en secreto. Sabemos, por ejemplo, que en los primeros meses se ordenó un informe pericial en California: se nombró al Dr. Stephen Marmer, un psiquiatra, para que hiciera una evaluación independiente de Britney en febrero de 2008. Los detalles de su informe nunca se hicieron públicos, pero probablemente confirmó la necesidad de mantener la curatela en aquel momento, tal vez diagnosticando a Britney con algún trastorno serio que requería supervisión. Este informe seguramente fue fundamental para que la curatela continuara más allá de la fase temporal.
Otro elemento que salió a la luz es que la curatela siempre enfatizó que Britney era susceptible a la “influencia indebida” de terceros. Esto aludía a personas como Sam Lutfi, su exmánager, a quien la familia acusó de aislarla, drogarla y explotarla financieramente en 2007. De hecho, Lutfi fue demandado y se le impusieron varias órdenes de alejamiento. Por tanto, desde una perspectiva psiquiátrica-forense, Britney era presentada como alguien que, debido a su estado mental, no podía discernir amistades peligrosas ni manejar su vida sin riesgo de caer en nuevas crisis.
Conforme avanzaron los años y Britney se mantenía estable, resulta llamativo que la curatela no se relajase. Si bien las razones médicas precisas se desconocen, el carácter crónico de su trastorno mental es lo que se adujo para justificarlo. Según el reportaje de Associated Press en 2021, “el secreto obligatorio de los registros médicos de Spears ha mantenido turbias las razones por las cuales [la curatela] se ha mantenido, pero está claro que se trata de problemas psiquiátricos”. Es decir, el tribunal confiaba en que, de revelarse los diagnósticos de Britney, estos explicarían por qué no era prudente devolverle su plena autonomía. La defensa de Jamie solía enfatizar que Britney tenía “necesidades especiales” y vulnerabilidades mentales que la hacían blanco fácil de estafadores, abusadores o malas decisiones que pondrían en peligro su salud y su fortuna.
Sin embargo, esa narrativa se quebró cuando Britney misma dio su testimonio en 2021. Ahí, la perspectiva clínica cambió: Britney afirmó que los médicos la habían “fallado”. Dijo que no confiaba en los profesionales con los que había trabajado, porque la habían sobremedicado o no la habían escuchado. Tras la audiencia de junio, su padre y la tutora Jodi Montgomery se enzarzaron en acusaciones cruzadas. Jamie alegó que Jodi le había dicho (en conversaciones privadas) que Britney estaba tan mal que era “mentalmente enferma” y que incluso temía que requiriera otro ingreso involuntario. Montgomery, a través de sus abogados, lo negó rotundamente, indicando que las palabras de Jamie eran tergiversaciones, y contraatacó diciendo que lo que realmente afectaba la salud mental de Britney era el trauma y el estrés de estar bajo el control de Jamie. Es más, Montgomery dejó constancia de que había elaborado con terapeutas un plan de cuidados para Britney en caso de que se acabara la curatela, lo que implicaba que, si bien reconocía que Britney necesitaba apoyo, creía que podía dársele sin privarla de sus derechos.
De lo relatado por Britney, se puede inferir algunos diagnósticos o interpretaciones clínicas: el litio usualmente se prescribe para Trastorno Bipolar tipo I. Si un médico decidió ponerla en litio en 2019, quizás es porque consideró que Britney tenía episodios maníacos. Britney dijo que la transición a litio fue abrupta, lo cual clínicamente es poco común (suele hacerse con precaución por sus efectos fuertes). También mencionó que no sabía exactamente por qué se lo daban ni en qué dosis –eso sugiere que en la curatela ella no participaba en las discusiones sobre su tratamiento, solo obedecía. Un paciente no bajo curatela normalmente tendría que dar consentimiento informado para un cambio drástico de medicación, pero como conservada, Britney "ya no tenía derecho a consentir o rehusar tratamiento" (a menos que el tribunal le devolviera ese derecho), de modo que los médicos podían imponer un fármaco como litio sin su aprobación.
Otro indicio es que Britney estuvo en terapia continuada por años. Posiblemente sufría de trastorno de estrés postraumático (TEPT) debido al asedio mediático y los eventos traumáticos vividos. Ella misma mencionó estar "traumatizada" por la experiencia de la curatela. No sería extraño que los psicólogos la trataran también por ansiedad severa, depresión, TEPT y los efectos colaterales de vivir sin autodeterminación.
En términos forenses, los psiquiatras que la evaluaron para la tribunal siempre parecen haber concluido que, a pesar de sus avances, Britney no recuperaba plenamente la capacidad de tomar decisiones sin riesgo. Esto puede ser debatible: cabe preguntarse si hubo algún sesgo de confirmación (es decir, los peritos seguían encontrándola incapaz porque era lo esperado tras tantos años, o porque confiaban en la opinión del tutor). Lo cierto es que nunca se presentó formalmente ante la tribunal una solicitud de “rehabilitación de la capacidad” con respaldo de un informe médico hasta 2021, cuando Britney por fin exigió el fin de la curatela sin más evaluaciones.
El hecho de que Britney resistiera a someterse a más evaluaciones al final es comprensible: no confiaba en los médicos designados, sentía que la habían instrumentalizado para mantenerla bajo control. Temía, quizás con razón, que cualquier psiquiatra nombrado por el tribunal pudiera sesgar su informe para continuar la curatela. Esa desconfianza refleja que su experiencia con la psiquiatría forense no fue positiva; la sintió intrusiva y punitiva.
En resumen, los distintos psiquiatras involucrados aportaron visiones que variaron con el tiempo:
Dra. Deborah Nadel (2008): como su psiquiatra tratante inicial, la consideró en crisis aguda y justificó internaciones involuntarias. Su evaluación inmediata fue que Britney era un peligro para sí misma en esos momentos críticos.
Dr. J. Edward Spar (2008): como perito, declaró a Britney incapacitada para decisiones legales, comparando su capacidad a la de una persona con demencia, esencialmente.
Dr. Stephen Marmer (2008): evaluador 730, probablemente diagnosticó un trastorno mental severo (posiblemente bipolar) y recomendó curatela continuada bajo tratamiento.
Dr. Timothy Benson (circa 2013-2019): psiquiatra tratante durante muchos años de estabilidad; la mantenía medicada (se desconoce con qué, tal vez estabilizadores más suaves o antidepresivos). Cuando surgieron dudas en 2019, algunos cuestionaron su manejo, sugiriendo que Britney necesitaba quizá un enfoque distinto.
Psiquiatra anónimo que reemplazó a Benson (2019): este fue quien la cambió a litio, decidiendo que su cuadro ameritaba un medicamento más potente. Puede que interpretara que Britney tenía un episodio maníaco o algo parecido en ese momento.
Equipo evaluador independiente (2019): tras tres meses, entregó un informe que, aunque no público, probablemente concluyó que había áreas de preocupación pero también llevó a la recomendación de mantener a Jodi Montgomery (lo cual sugiere que no pedía fin de curatela sino ajustes).
Profesionales de 2021: Jodi Montgomery trabajó con los médicos y terapeutas en un “plan de cuidados” para Britney. Esto implica que hacia 2021, los profesionales que la atendían (posiblemente nuevos tras el escándalo) reconocieron que Britney podía vivir sin curatela si contaba con apoyo en ciertas áreas (por ejemplo, terapia, gestión financiera asesorada, etc.).
Al concluir la curatela, ese plan de transición fue aprobado para asegurarse de que Britney no quedara desamparada de repente. Es de suponer que incluye continuar voluntariamente con terapias y chequeos médicos, pero ahora con Britney teniendo la decisión final.
Cabe destacar que después de liberarse, Britney Spears se ha referido ocasionalmente a su salud mental en redes sociales. Ha hablado de lo difícil que es superar el trauma, comparándolo a alguien que ha estado en “cautiverio”. También su propio testimonio dijo mucho: ella se sentía "más deprimida que cualquier cosa" y dijo que lloraba todos los días bajo la curatela. Esto indica que su principal problema reciente era más depresivo y de trauma que otra cosa. Tras la curatela, Britney también reveló detalles en su autobiografía (publicada en 2023) donde menciona haber sido diagnosticada erróneamente y medicada en exceso, y cómo fingía estar bien por miedo.
En suma, desde la perspectiva clínica la historia de Britney Spears es un caso de estudio sobre cómo un trastorno mental manejable (sea bipolaridad, depresión severa, etc.) combinado con circunstancias adversas y una intervención legal extrema, derivó en una privación prolongada de sus derechos. Los psiquiatras que intervinieron en su caso, voluntaria o involuntariamente, jugaron roles clave –unos posiblemente salvadores en momentos de crisis, otros tal vez cómplices de prolongar innecesariamente una situación que devino abusiva–. A la postre, la propia Britney juzgó muy negativamente la atención psiquiátrica que recibió bajo curatela, sintiendo que fue utilizada más para controlarla que para ayudarla a sanar.
El final de la curatela y sus repercusiones
Con la curatela ya disuelta, Britney Spears inició una nueva etapa como mujer libre a los casi 40 años. Los meses inmediatamente posteriores a la terminación fueron de ajuste y de celebración. Finalmente pudo tomar decisiones que había pospuesto: por ejemplo, se casó con su novio de años, Sam Asghari, en junio de 2022 (sin tener que pedirle permiso a nadie). También pudo, al fin, disponer de su dinero a voluntad, mudarse de casa, manejar su agenda y su carrera a su antojo (o incluso decidir no trabajar, si así lo prefiere).
No obstante, la historia no acabó ahí en términos legales. Mathew Rosengart, su abogado, se comprometió a seguir investigando las acciones de Jamie Spears y otros involucrados en la curatela. Hasta la fecha, han salido a la luz acusaciones preocupantes: por ejemplo, se alega que el equipo de Jamie instaló dispositivos de escucha en la casa y dormitorio de Britney, violando su privacidad. También hay disputas sobre el manejo del dinero: Jamie ha pedido que Britney siga pagando sus honorarios legales, lo cual ella rechaza. Es posible que en un futuro se presenten demandas civiles o incluso cargos criminales si se comprueba malversación o abuso. Britney ha expresado que desea que se haga justicia por lo que le pasó, para que ningún otro curador o sistema vuelva a cometer esos atropellos.
Por otro lado, el caso de Britney Spears ha sido un catalizador de reformas. En Estados Unidos, legisladores federales y estatales citaron su caso para proponer cambios en las leyes de curatela (conservatorship/guardianship). Se introdujo en el Congreso un proyecto llamado la ley "FREE Act" (Freedom and Right to Emancipate from Exploitation Act), que buscaría facilitar que personas bajo tutela o curatela pidan reemplazar a sus tutores o se les asignen terceros independientes que revisen posibles abusos. Algunos estados han impulsado medidas para mayor supervisión de curatelas y para fomentar alternativas menos restrictivas (como acuerdos de apoyo). En el mundo legal y de la discapacidad, se ha reavivado el debate sobre los derechos de las personas con enfermedades mentales o discapacidades intelectuales a tomar decisiones sobre sus vidas, en línea con la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (que aboga por proporcionar apoyos antes que quitar derechos legales).
La propia figura de Britney experimentó una revalorización en la cultura popular. Muchos hicieron un mea culpa por cómo la sociedad y la prensa la trataron en sus épocas difíciles, ridiculizándola en lugar de mostrar empatía. Su caso ilustró la crueldad con la que solemos tratar la salud mental de las celebridades y, al mismo tiempo, mostró el poder de los individuos (sus fans) para incidir en un cambio cuando algo parece injusto.
Desde el punto de vista de Britney Spears como individuo, hoy continúa enfrentándose a su salud mental, pero lo hace en libertad. En entrevistas recientes, ha mencionado que aún lidia con traumas y que la adaptación no es sencilla: es como si “reaprendiera” a ser independiente tras años de que decidieran todo por ella. Ha publicado su libro de memorias, “The Woman in Me” (La Mujer que hay en mí), donde detalla sus vivencias, incluyendo las dolorosas experiencias bajo curatela y antes. Ese acto de contar su historia con sus propias palabras es en sí mismo terapéutico y un acto de autonomía.
Conclusión
El caso de Britney Spears es un relato aleccionador sobre la intersección entre salud mental, derecho y poder. Lo que comenzó en 2008 como una medida desesperada para proteger a una joven estrella en crisis, se transformó en una curatela de casi tres lustros que controló hasta los aspectos más íntimos de su vida. En el transcurso, se pusieron sobre la mesa cuestiones profundas: ¿hasta dónde deben llegar los tutores legales en nombre del “bienestar” de alguien? ¿Quién vigila a los vigilantes cuando hay tanto dinero involucrado? ¿Cómo balancear la seguridad de una persona vulnerable con su derecho a la autodeterminación?
Britney Spears luchó contra un sistema que inicialmente la silenció –literalmente le impidió elegir abogado y hablar libremente–, pero con perseverancia, y con la ayuda de voces externas (sus fans, documentales, redes sociales), logró hacerse escuchar. Su victoria legal en 2021 no solo le devolvió su vida, sino que expuso las grietas de un mecanismo de curatela que, si no se revisa cuidadosamente, puede derivar en abuso de poder y explotación.
Desde el punto de vista médico, su historia refleja también las limitaciones de la psiquiatría forense: un diagnóstico puede llevar a quitar derechos, pero la evolución del paciente y su perspectiva subjetiva deben pesar en reevaluar esas decisiones. Britney no obtuvo la comprensión que necesitaba durante mucho tiempo; en cambio, fue puesta en una caja de cristal. Al final, demostró que, con el apoyo y la determinación adecuados, pudo recuperar el control y que quizá su supuesta “incapacidad” no era tal, sino una mezcla de problemas tratables y circunstancias adversas que se perpetuaron por la falta de compasión y escucha.
La vida de Britney Spears abarca desde el estrellato juvenil hasta una amarga batalla judicial en la adultez, con momentos de triunfo y desesperación. Hoy, libre de la curatela, Britney personifica la resiliencia. Su odisea sirve de ejemplo para reformar sistemas –legales y médicos– en favor de la dignidad humana. Y es un recordatorio poderoso de que incluso quienes parecen tenerlo todo (fama, riqueza, talento) pueden sufrir vulneraciones gravísimas de sus derechos fundamentales. Afortunadamente, en este caso, la historia concluyó con la protagonista recuperando su voz y su libertad.
Este texto ha sido redactado con ayuda de inteligencia artificial


