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Ramón Sarró: el "Homo Demens" y los mitologemas

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La encrucijada histórica de la Psiquiatría en el Siglo XX

La historia de la psiquiatría española del siglo XX no es lineal; es un tejido complejo de influencias cruzadas, rupturas políticas y síntesis intelectuales audaces. En el centro de este entramado, como un coloso cuya sombra se proyecta hasta la actualidad, se alza la figura de Ramón Sarró Burbano (1900-1993). No es posible comprender la evolución de la salud mental en la península ibérica sin diseccionar la trayectoria vital e intelectual de este médico barcelonés, quien encarnó en su propia biografía las tensiones fundamentales de su tiempo: la lucha entre el modelo biológico decimonónico y las nuevas corrientes psicodinámicas; la fascinación por el psicoanálisis freudiano y su posterior rechazo virulento; la adopción de la fenomenología alemana y la búsqueda de una antropología médica genuinamente hispana.


Este informe se propone una tarea de arqueología intelectual: desenterrar y reconstruir, con un nivel de detalle exhaustivo, el edificio teórico de Sarró. Su obra no fue meramente la acumulación de observaciones clínicas, sino el intento deliberado de fundar una "antropología de la locura". A diferencia de sus contemporáneos, que a menudo se contentaban con la clasificación nosológica de los trastornos mentales, Sarró aspiraba a responder a una pregunta ontológica: ¿Qué significa ser loco? ¿Es la locura un simple déficit, una "enfermedad" en el sentido patológico clásico, o constituye una forma alternativa de existencia humana, un modo de ser en el mundo con sus propias leyes, su propia mitología y su propia coherencia interna?


Para responder a esto, Sarró desarrolló conceptos revolucionarios como los "mitologemas" o "deliremas" —unidades de significado mítico que estructuran el delirio esquizofrénico— y la figura del Homo demens, el hombre delirante que se contrapone pero también complementa al Homo sapiens. A lo largo de las siguientes páginas, analizaremos cómo estas ideas surgieron de un diálogo constante con los gigantes de su época —desde Sigmund Freud hasta Carl Gustav Jung, pasando por José de Letamendi— y cómo se cristalizaron en una práctica clínica y docente que definió a la llamada "Escuela de Barcelona".


Asimismo, este estudio no eludirá las controversias. Sarró fue un hombre de convicciones fuertes y a menudo polémicas. Su postura frente a la antipsiquiatría de los años 60 y 70, a la que consideraba un espectáculo de "fuegos de artificio" sin base científica, y su escepticismo crítico ante la reforma psiquiátrica española y la desinstitucionalización apresurada, revelan a un pensador que defendía la primacía del acto médico y la realidad biológica de la enfermedad mental frente a las interpretaciones sociogénicas que amenazaban con disolver la psiquiatría en la sociología. A través de un análisis riguroso de sus escritos, sus discursos académicos y el testimonio de sus discípulos, este reporte ofrecerá una visión integral de un hombre que quiso, en sus propias palabras, "transportar el vino añejo del psicoanálisis en los odres nuevos de la nueva antropología".


La forja de un psiquiatra en la Barcelona de entreguerras


1.1 El sustrato familiar y la Barcelona modernista

Ramón Sarró Burbano nació en Barcelona el 12 de noviembre de 1900, una fecha que simbólicamente marca el inicio de un siglo que transformaría radicalmente la comprensión de la mente humana. Hijo del médico Salvador Sarró, creció en un ambiente donde la medicina no era solo una profesión, sino una vocación humanística y un compromiso social. La Barcelona de su infancia y juventud era una ciudad en plena ebullición, el motor industrial y cultural de España, donde el Modernismo arquitectónico tenía su correlato en una apertura intelectual hacia Europa que no se encontraba con la misma intensidad en otras partes del país.


Sarró realizó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, licenciándose en 1923. Este periodo formativo fue crucial. La medicina catalana de la época estaba dominada por figuras de talla continental como el fisiólogo Ramón Turró, cuya influencia en el pensamiento biológico y positivista marcó las primeras etapas de la formación de Sarró. Sin embargo, Sarró pronto mostró una inquietud que trascendía la anatomía y la fisiología puras. Su interés se dirigía hacia lo que entonces eran las fronteras inexploradas de la medicina: la mente, el espíritu, la locura. Recién licenciado, asistió al Hospital de la Santa Cruz bajo la tutela de Francesc Esquerdo, pero su mirada ya estaba puesta más allá de los Pirineos.


1.2 La peregrinación a Viena: en el corazón del imperio freudiano

En la tradición médica española de principios de siglo, el viaje a Alemania o Austria era el rito de paso obligado para la élite científica. Gracias a una beca de la Fundación Alejandro von Humboldt de Berlín, Sarró pudo materializar este sueño en 1925. Sin embargo, su destino no fue la rígida academia berlinesa, sino la Viena de la postguerra, una ciudad que, habiendo perdido su imperio político, se había convertido en la capital del imperio del inconsciente.


El joven Sarró llegó a Viena con una sed de conocimiento que pronto se transformó en una búsqueda existencial. Fue allí donde se produjo el encuentro que marcaría su vida: el contacto directo con Sigmund Freud. Sarró tiene la distinción histórica de ser, junto con Salvador Dalí, uno de los poquísimos españoles que conoció personalmente al creador del psicoanálisis y fue admitido en su círculo íntimo. Este hecho no es anecdótico; sitúa a Sarró en la fuente original de la psiquiatría dinámica, permitiéndole beber de las aguas del psicoanálisis antes de que estas fueran filtradas o dogmatizadas por terceras generaciones.

Sarró se sumergió en el ambiente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Asistió a las famosas reuniones de los miércoles en la casa de Freud y fue testigo presencial de momentos históricos de la disciplina, como la feroz polémica entre Freud y Wilhelm Reich tras la presentación de la obra Inhibición, síntoma y angustia a cargo de Robert Wälder. Estas vivencias le otorgaron una autoridad moral e intelectual única a su regreso a España: no hablaba del psicoanálisis por lo que había leído en libros, sino por lo que había vivido en la Berggasse 19.


1.3 El análisis con Helene Deutsch: la semilla de la discordia

Para ser aceptado plenamente en la comunidad psicoanalítica, era imperativo someterse a un análisis didáctico. Sarró inició este proceso con Helene Deutsch, una de las figuras más prominentes y ortodoxas del círculo freudiano. Inicialmente, Sarró vivió esta experiencia como una "iluminación", una "conversión" casi religiosa a la nueva verdad del inconsciente. Describió sus primeros contactos como una "experiencia cumbre" que prometía desvelar los secretos más profundos de la psique humana.


Sin embargo, esta luna de miel intelectual fue breve. En apenas año y medio, el entusiasmo de Sarró se tornó en decepción y, finalmente, en abjuración. Las razones de este giro son complejas y revelan tanto la personalidad de Sarró como las limitaciones del psicoanálisis ortodoxo de la época. Sarró comenzó a sentir que el análisis didáctico era un ejercicio de adoctrinamiento más que de liberación. Criticaba la "excesiva ortodoxia" de Deutsch y del círculo freudiano, percibiendo que su analista estaba más interesada en confirmar los dogmas del maestro (la universalidad del Edipo, la primacía de la libido) que en comprender la singularidad irreductible de su paciente.


Sarró describió una "impresión de superficialidad" y un sentimiento de estar perdiendo el tiempo y el dinero. Además, surgieron tensiones transferenciales que el propio Sarró reconoció a posteriori: su incomodidad al ser analizado por una mujer, sintiendo que su narcisismo se veía herido al tener que someterse a una figura materna sustituta en lugar de al propio "padre" Freud. El hecho de que Freud mismo, percibiendo las resistencias y la actitud crítica de Sarró, le recomendara interrumpir el análisis, selló su destino.


1.4 El complejo del parricida y el retorno del "antifreudiano"

Sarró regresó a España transformado. Ya no era el joven entusiasta que había partido hacia Viena, sino un hombre que había mirado al abismo del psicoanálisis y había decidido no saltar. Se autodefinió, con una mezcla de orgullo y amargura, como un "antifreudiano". Pero su antifreudismo no era el rechazo ignorante de los psiquiatras conservadores españoles de la época; era el rechazo informado del iniciado.


Sarró acuñó la célebre frase: "Preferiría que se me recordara como parricida que como alumno". Esta declaración encierra la clave de su psicología intelectual: Sarró necesitaba "matar al padre" Freud para poder nacer como pensador independiente. Reconocía la genialidad de Freud ("el siglo XX es el siglo de Freud"), pero se negaba a ser un epígono. Su misión a partir de entonces sería superar el psicoanálisis, integrando sus descubrimientos sobre el inconsciente en una estructura más amplia, más filosófica y, a su juicio, más humana: la fenomenología antropológica. Quería neutralizar la "fuerza heurística" del psicoanálisis y reconvertirla en un "tónico para reconfortar el espíritu", buscando nuevos odres para ese vino añejo.


II. La consolidación institucional y la escuela de Barcelona


2.1 La República y la Guerra Civil: interrupciones y continuidades

De vuelta en Barcelona a finales de los años 20, Sarró se integró rápidamente en la vanguardia psiquiátrica catalana. En 1931, obtuvo su doctorado en la Universidad Central de Madrid con la tesis titulada La Psicología de la Esquizofrenia: Pensamiento pre-simbólico y existencia mítica. Este trabajo es fundamental, pues en él ya se perfilan las líneas maestras de lo que sería su obra de madurez: la idea de que la esquizofrenia no es un caos, sino un retorno a formas de pensamiento arcaico y mítico.


Durante la Segunda República, Sarró colaboró estrechamente con Emilio Mira y López en la Universidad Autónoma de Barcelona, ocupando el cargo de profesor adjunto de la Cátedra de Psiquiatría desde 1933. Fue una época dorada de modernización, donde Sarró trabajó en el Instituto Psicotécnico y en el Sanatorio de Sant Boi, aplicando tanto las nuevas psicoterapias como los tratamientos biológicos incipientes.


El estallido de la Guerra Civil en 1936 supuso una fractura dramática. Mientras que figuras como Mira y López tuvieron que exiliarse, Sarró permaneció en España. Tras el conflicto, tuvo que navegar las difíciles aguas de la depuración política y la reconstrucción académica bajo el franquismo. A pesar de su pasado cosmopolita y sus conexiones con la intelectualidad republicana, Sarró logró consolidar su posición. En 1938 ganó la Jefatura del Dispensario de Higiene Mental de Barcelona y, finalmente, en 1950, obtuvo por oposición la Cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona.


2.2 La cátedra como plataforma de irradiación intelectual

Desde su cátedra, Sarró ejerció un magisterio absoluto durante más de dos décadas (hasta su jubilación en 1971). No se limitó a la enseñanza reglada; convirtió su departamento en un centro de irradiación cultural y científica. Fundó y dirigió revistas fundamentales como la Revista de Psiquiatría, Neurología y Ciencias Afines (1936) y, más tarde, la influyente Revista de Psiquiatría y Psicología Médica de Europa y América Latina (1943). Estas publicaciones fueron vitales para romper el aislamiento del régimen franquista, sirviendo de puente para que las ideas de la fenomenología alemana (Jaspers, Heidegger, Binswanger) y la psiquiatría francesa (Henri Ey) llegaran a España.


Sarró aglutinó a su alrededor a un grupo de discípulos brillantes que conformarían la llamada "Escuela de Barcelona". Nombres como Juan Obiols Vié, Ramón Vidal i Teixidor, Josep Luis Martí-Tusquets y José Luis Mediavilla Ruíz se formaron bajo su tutela. El estilo docente de Sarró era socrático y peripatético; sus sesiones clínicas eran famosas no solo por el rigor diagnóstico, sino por la profundidad filosófica con la que se abordaba cada caso. Para Sarró, un paciente no era un conjunto de síntomas a eliminar, sino un texto sagrado a descifrar.


III. La teoría de los Mitologemas: una anatomía fenomenológica del delirio


3.1 El delirio como creación, no como error

El núcleo duro del pensamiento de Ramón Sarró reside en su concepción de la esquizofrenia y, específicamente, del delirio. Sarró se rebeló contra la visión psiquiátrica clásica que veía el delirio como un "juicio erróneo" o una "creencia falsa" incorregible por la experiencia. También rechazó la interpretación psicoanalítica reduccionista que veía en el delirio una mera proyección de deseos homosexuales reprimidos (como postulaba Freud en el caso Schreber).


Para Sarró, el delirio es una producción creadora positiva. Es un intento desesperado del sujeto por reordenar un mundo que se ha fragmentado. Influido por la fenomenología y la antropología, Sarró postuló que el contenido del delirio no es aleatorio ni infinitamente variable. Al contrario, descubrió que los delirios de los pacientes esquizofrénicos, independientemente de su cultura, educación o procedencia, tienden a cristalizar en torno a unos pocos temas universales. A estos temas recurrentes los denominó mitologemas o deliremas.


3.2 Los 20 mitologemas: el alfabeto de la locura

Sarró identificó y sistematizó 20 temas delirantes fundamentales. Esta clasificación es su aportación más técnica y original a la psicopatología descriptiva. Estos mitologemas son las "unidades de contenido mítico-religioso" que estructuran la existencia del esquizofrénico paranoide o parafrénico. A continuación, se presenta un análisis detallado de los más significativos, agrupados por su función antropológica:

Grupo Temático

Mitologema (Delirema)

Descripción Fenomenológica y Significado Antropológico

Escatología y Cosmogonía

1. Fin del Mundo (Weltuntergang)

Es la experiencia primigenia (el Trema de Conrad). El paciente vive la disolución de la estructura ontológica de la realidad. No es un miedo físico, sino la certeza de que el "ser-en-el-mundo" ha colapsado. Es el preludio necesario para la creación de un nuevo cosmos delirante.


2. Retorno al Origen (Urzeit)

El paciente siente que ha regresado al caos primordial o al paraíso perdido. El tiempo histórico se anula y es reemplazado por el tiempo mítico (el illo tempore de Eliade).


3. Conflicto Cósmico

Una batalla maniquea entre el Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad. El paciente no es un espectador, sino el campo de batalla o el protagonista decisivo de esta guerra universal.

Soteriología y Teofanía

4. Mesianicidad

El paciente se revela como el Salvador, el nuevo Cristo o un profeta. Es la respuesta reparadora al Fin del Mundo: si el mundo ha muerto, yo soy quien lo salvará. Sarró nota que estos mesías son siempre "heterodoxos", creando sus propias religiones privadas.


5. Divinización (Panteísmo)

El yo del paciente se expande hasta coincidir con la divinidad. Es una experiencia de omnipotencia solipsista. A diferencia del místico que busca unirse a Dios, el esquizofrénico es Dios.

Genealogía y Biología

6. Nueva Genealogía

Rechazo de los padres biológicos ("mis padres no son mis padres"). El paciente se atribuye un origen real, divino o extraterrestre. Es la "novela familiar" del neurótico llevada al extremo psicótico: una reescritura total de la historia personal.


7. Palingenesia (Muerte Reversible)

Vivencia de morir y resucitar múltiples veces. La muerte pierde su carácter definitivo y biológico para convertirse en un estado transitorio dentro de un ciclo eterno.


8. Metamorfosis Corpórea

El cuerpo se transforma, se vuelve de cristal, de metal, se agiganta o se volatiliza. La frontera entre el yo físico y el mundo exterior se disuelve.

Epistemología y Poder

9. Homo Divinans

Capacidad de leer pensamientos, telepatía, omnisciencia. El paciente accede a un conocimiento directo ("gnosis") sin la mediación de los sentidos o la razón lógica.


10. Hostilidad Sobrenatural

Persecución no por la policía o vecinos (como en la paranoia clásica), sino por demonios, espíritus, o "psicomáquinas" que controlan la mente a distancia.

Geografía Mítica

11. Etnogenocentrismo

El lugar donde está el paciente (el manicomio, su casa) se convierte en el centro geográfico y espiritual del universo (el Axis Mundi).


Estos mitologemas demuestran, según Sarró, que la esquizofrenia activa estratos arcaicos de la psique humana. El delirio no es absurdo; es "mítico". Es una regresión a una forma de pensar que la humanidad abandonó con la Ilustración y la racionalidad científica, pero que permanece latente en el inconsciente colectivo.


3.3 La distinción crucial: Sarró vs. Jung

Es inevitable comparar los mitologemas de Sarró con los arquetipos de Jung. Sarró reconocía la influencia junguiana y aceptaba que el contenido del delirio proviene del mismo fondo inconsciente que los mitos religiosos. Sin embargo, estableció una distinción tajante y crítica: la religiosidad parafrénica no es mística.


Para Jung, el viaje al inconsciente podía ser un proceso de individuación y sanación (la "función mitopoyética" positiva). Para Sarró, en la esquizofrenia, este proceso es catastrófico. El esquizofrénico no es un místico; es un náufrago. Mientras el místico busca la disolución del ego para integrarse en el Todo (la muerte del "hombre viejo" como liberación), el esquizofrénico vive esa disolución con pánico terrorífico. Su "divinización" no es humildad mística, sino una inflación ególatra grotesca. Sarró insistía: la experiencia del esquizofrénico es "gnóstica, herética y panteísta", una caricatura demoníaca de la verdadera espiritualidad.


IV. El Homo Demens: hacia una antropología de la locura


4.1 La influencia de Letamendi: el Sistema Mecánico-Antropológico

Para dar soporte filosófico a sus observaciones clínicas, Sarró recurrió a una figura inesperada: José de Letamendi, el polímata y catedrático de anatomía del siglo XIX. En su discurso de ingreso a la Real Academia de Medicina en 1963, titulado El sistema mecánico-antropológico de José de Letamendi, Sarró reivindicó a este pensador olvidado como un precursor de la antropología médica moderna.


Sarró encontró en Letamendi una visión integral del ser humano ("el cuerpo es un solo órgano y su vida una sola función") que le permitió superar el dualismo cartesiano mente-cuerpo. Utilizó el "sistema" de Letamendi para argumentar que la psiquiatría no podía ser solo una rama de la biología ni solo una rama de la sociología, sino una disciplina antropológica total que abarcara todas las dimensiones del hombre.


4.2 Definición ontológica del Homo Demens

La culminación del pensamiento sarroniano es el concepto de Homo demens. Sarró propuso que la locura no es un accidente externo que le ocurre al hombre, sino una posibilidad intrínseca de la condición humana. Frente al Homo sapiens (el hombre de la razón, la lógica, la historia y la adaptación a la realidad), existe el Homo demens (el hombre de la sinrazón, el mito, la atemporalidad y el delirio).


El paso de sapiens a demens implica una ruptura ontológica. No es una simple enfermedad cuantitativa (tener "menos" razón), sino un salto cualitativo a otro modo de ser. El Homo demens habita un mundo distinto, estructurado por los mitologemas. En este mundo, las leyes de la física, la causalidad y el tiempo lineal están suspendidas.


  • Temporalidad: El Homo demens vive en el "Eterno Presente" o el "Eterno Retorno". No hay futuro ni proyecto; solo la repetición cíclica de los temas míticos.

  • Espacialidad: El espacio se vuelve cualitativo y centrado en el yo (etnogenocentrismo).

  • Intersubjetividad: La comunicación con el "otro" se rompe. El Homo demens está radicalmente solo en su universo privado (solipsismo).


Sin embargo, Sarró insistía en que, a pesar de esta ruptura, el Homo demens sigue siendo humano. Su delirio es un intento de comunicación, un lenguaje cifrado que el psiquiatra debe aprender a leer. La "legibilidad" del delirio es la base ética de la terapia sarroniana: no basta con sedar al paciente; hay que entender su mitología para poder acompañarlo, aunque el retorno total a la razón sea imposible.


V. La práctica clínica: entre el terapia electroconvulciva y la hermenéutica


5.1 El pragmatismo terapéutico

A pesar de su vuelo filosófico, Sarró nunca dejó de ser un médico práctico. Su estancia en Viena y su formación alemana le inculcaron un respeto profundo por la biología. Fue uno de los introductores y defensores en España de los tratamientos somáticos de choque que revolucionaron la psiquiatría antes de los fármacos: la malarioterapia, los comas insulínicos de Sakel y, sobre todo, el electroshock.


Sarró no veía contradicción entre aplicar una descarga eléctrica al cerebro y analizar fenomenológicamente los mitos del paciente. Para él, el tratamiento biológico era necesario para "despertar" al paciente del sueño dogmático de la psicosis, para sacudir la estructura del delirio y hacer posible la psicoterapia.


5.2 La revolución psicofarmacológica y la transformación del delirio

Con la llegada de la clorpromazina en los años 50 y los posteriores neurolépticos, Sarró observó un fenómeno fascinante: la transformación de la fenomenología clínica. Los grandes delirios sistematizados, las parafrenias floridas y barrocas con sus complejas teogonías y mitologemas, comenzaron a desaparecer. La medicación "decantaba" el delirio, lo fragmentaba y lo empobrecía.


Sarró notó que los "síntomas positivos" (alucinaciones, delirios ricos) se atenuaban, pero la estructura subyacente del Homo demens a menudo persistía en forma de defectos negativos o empobrecimiento afectivo. Esto le llevó a reflexionar sobre si la medicación curaba la esquizofrenia o simplemente silenciaba su expresión mítica más exuberante. A pesar de esto, adoptó los psicofármacos como una herramienta indispensable, reconociendo que permitían una humanización del trato manicomial al reducir la agitación y la agresividad.


VI. Sarró frente a la historia: antipsiquiatría y reforma


6.1 La crítica a la antipsiquiatría: "fuegos de artificio"

En las décadas de 1960 y 1970, surgió con fuerza el movimiento de la antipsiquiatría (liderado por figuras como Laing, Cooper, Szasz y Basaglia), que cuestionaba la existencia misma de la enfermedad mental y denunciaba a la psiquiatría como un aparato de represión social. Ramón Sarró se posicionó frontalmente en contra de este movimiento, aunque con matices intelectuales.


Sarró calificó a la antipsiquiatría de "fuegos de artificio": un espectáculo brillante, ruidoso y atractivo para la intelectualidad de izquierda y la contracultura, pero que al final solo dejaba humo y oscuridad. Para Sarró, negar la realidad biológica y ontológica de la locura era un acto de irresponsabilidad criminal. Argumentaba que idealizar la locura como un "viaje" o una "protesta social" era cruel para el paciente que sufría el terror del "Fin del Mundo" y la persecución de los mitologemas.


Sarró defendía el modelo médico, no por autoritarismo, sino por humanismo. Creía que solo reconociendo la enfermedad como tal se podía ofrecer ayuda real. La "desprofesionalización" que proponía la antipsiquiatría (borrar la distinción entre médico y paciente) le parecía un error que dejaba al enfermo desamparado ante sus demonios.


6.2 Escepticismo ante la reforma psiquiátrica española

Cuando llegó la Transición española y con ella la Reforma Psiquiátrica que buscaba desmantelar los manicomios e instaurar la psiquiatría comunitaria, Sarró mantuvo una postura de escepticismo crítico. Aunque no defendía las condiciones deplorables de los viejos asilos, temía que la reforma se hiciera por motivos ideológicos y económicos más que clínicos.


Sarró advirtió proféticamente sobre los riesgos de una "desinstitucionalización" apresurada sin crear primero las estructuras alternativas necesarias. Temía que "abrir las puertas" del manicomio sin más resultara en que los pacientes acabaran en la cárcel o en la indigencia (fenómeno de la "puerta giratoria"). Criticó la "mística de la comunidad" y la creencia ingenua de que la sociedad acogería benévolamente al Homo demens una vez liberado. Para Sarró, la verdadera libertad del paciente pasaba por la liberación de su psicosis mediante el tratamiento, no solo por la liberación física del hospital.


Conclusiones: La Vigencia de un Pensamiento Monumental

La figura de Ramón Sarró Burbano se proyecta sobre la psiquiatría española como un monumento inevitable. Su legado es doble. Por un lado, fue el gran institucionalizador: el hombre que trajo las corrientes europeas a la España de posguerra, que fundó revistas, creó sociedades y formó a una generación de psiquiatras que modernizaron la asistencia. Por otro lado, fue el gran teórico: el creador de una antropología de la locura que, a través de los mitologemas y el Homo demens, otorgó dignidad y sentido al sufrimiento psicótico.

Su vida, marcada por el "parricidio" de Freud, fue una búsqueda constante de una voz propia. Sarró nos enseñó que el delirio no es un ruido sin sentido, sino una sinfonía trágica con sus propios movimientos y temas recurrentes. Nos mostró que para ser un buen psiquiatra no basta con saber farmacología; hay que saber mitología, filosofía e historia, porque el paciente trae consigo no solo un cerebro enfermo, sino toda la historia de la humanidad en su forma más arcaica y desgarrada.


Hoy, en una época dominada por el reduccionismo neurobiológico y los manuales diagnósticos estadísticos (DSM) que eliminan la subjetividad, la obra de Sarró resuena como una advertencia y una reivindicación. Nos recuerda que detrás de la etiqueta diagnóstica sigue habitando el Homo demens, ese hermano oscuro del Homo sapiens, cuya existencia mítica e incomprensible sigue siendo el gran desafío y el gran misterio de la medicina. Como él mismo dijo, reivindicando su enfoque frente a las modas pasajeras: "Dentro de 30 o 50 años, nuestra investigación también será reivindicada... En lugar de 'delirios de contenido extraño', tendrá un nombre en inglés y todos se quedarán boquiabiertos". Sarró sabía que los nombres cambian, pero los mitos permanecen.


Apéndice: Cronología y Producción Intelectual


Hitos Biográficos:


  • 1900: Nace en Barcelona.

  • 1923: Licenciatura en Medicina (Barcelona).

  • 1925-1927: Estancia en Viena (Beca Humboldt). Contacto con Freud.

  • 1931: Tesis Doctoral: La Psicología de la Esquizofrenia.

  • 1950: Cátedra de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona.

  • 1963: Ingreso en la Real Academia de Medicina con el discurso sobre Letamendi.

  • 1993: Fallecimiento en Barcelona.


Revistas Fundadas:

  • Revista de Psiquiatría, Neurología y Ciencias Afines (1936).

  • Medicina Clínica (1943, cofundada con Agustín Pedro Pons).

  • Revista de Psiquiatría y Psicología Médica de Europa y América Latina (1943).


Obras Clave:

  • Psicología de la esquizofrenia (1931).

  • Tratamiento moderno de la esquizofrenia (1940).

  • El sistema mecánico-antropológico de José de Letamendi (1963).

  • Análisis estructural de los mitos parafrénicos (1969).

  • De la teoría mitologemática al homo demens (1994, póstuma).


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