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El concepto de enfermedad en Georges Canguilhem: la normatividad (1 de 2)


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Introducción: más allá de la medida

Georges Canguilhem (1904-1995) se erige en el panorama intelectual del siglo XX como una figura singular, a menudo descrita como "híbrida". Su trayectoria, que lo llevó de la filosofía a la medicina para luego regresar a la filosofía con un arsenal conceptual renovado, le confirió una posición epistemológica única para interrogar los fundamentos de las ciencias de la vida. Sucesor de Gaston Bachelard en la dirección del Instituto de Historia de las Ciencias en la Sorbona y mentor de pensadores de la talla de Michel Foucault, Louis Althusser y Pierre Bourdieu, la obra de Canguilhem, inicialmente considerada "menor" o de nicho, ha experimentado en las últimas décadas un extraordinario resurgimiento, cuyo eco resuena hoy en campos tan diversos como la genética, la sociología, la bioética y la neurociencia.


En el corazón de su proyecto filosófico late una pregunta aparentemente simple pero de consecuencias radicales: ¿Qué es la enfermedad? La respuesta que había dominado la medicina positivista del siglo XIX, consolidada en la obra de fisiólogos como Claude Bernard, era clara y tranquilizadora: la enfermedad no es más que una desviación cuantitativa de una norma fisiológica, un "más" o un "menos" en las funciones vitales que puede ser medido, objetivado y, en última instancia, corregido. Este ensayo se propone analizar cómo Georges Canguilhem desmantela sistemáticamente esta concepción para proponer una revolucionaria filosofía vitalista.


Se argumentará que Canguilhem desplaza el criterio de la enfermedad desde la norma estadística externa hacia la normatividad inmanente de la vida misma. Para él, la vida es una actividad polarizada que instituye sus propias normas en un debate constante con el medio. En este marco, la salud no es la conformidad a un promedio, sino la capacidad de ser "normativo", es decir, la potencia de crear nuevas normas para afrontar las vicisitudes de la existencia. La enfermedad, por consiguiente, deja de ser una mera ausencia de salud o una desviación medible para convertirse en una "nueva norma de vida", una forma de existencia cualitativamente distinta, existencialmente empobrecida y comparativamente rechazada por el propio impulso vital. Esta reconceptualización, como se demostrará, no solo redefine los conceptos de salud y patología, sino que también arroja una nueva luz sobre la historia de la ciencia, transforma la comprensión de la práctica clínica y ofrece herramientas críticas indispensables para abordar los dilemas de la bioética contemporánea. Su obra, en definitiva, sigue siendo una "fuente obligada de consulta" porque nos enseña a pensar la vida no como un objeto pasivo de la ciencia, sino como el sujeto problemático que la hace posible.


Sección I: el crisol intelectual: Canguilhem en la tradición de la epistemología histórica

La filosofía de Georges Canguilhem no emerge en un vacío, sino que se forja en la confluencia de una formación académica dual, una experiencia histórica definitoria y una filiación intelectual precisa dentro de la escuela francesa de epistemología histórica. Comprender estos elementos es fundamental para apreciar la originalidad de su aproximación a las ciencias de la vida.


1.1. La doble formación: filósofo en el hospital, médico en la Sorbona

La trayectoria de Canguilhem es la encarnación de su método filosófico. Formado inicialmente como filósofo en la prestigiosa École Normale Supérieure, su carrera dio un giro decisivo cuando, ya siendo profesor, emprendió y completó estudios de medicina, culminando en 1943 con una tesis doctoral que se convertiría en su obra magna: Essai sur quelques problèmes concernant le normal et le pathologique (Ensayo sobre algunos problemas concernientes a lo normal y lo patológico). Esta doble formación no fue un mero apéndice biográfico, sino la condición de posibilidad de todo su proyecto. Canguilhem no aplicó una filosofía externa a la medicina; por el contrario, extrajo una filosofía desde la práctica y la historia de la medicina. Su análisis de conceptos como "reflejo" o "célula" no se realiza desde una atalaya especulativa, sino desde un conocimiento profundo de la práctica experimental y clínica que los genera y les da sentido.


Esta inmersión en la concreción de la vida y la enfermedad se vio reforzada por su activa participación en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, una experiencia que le valió la Cruz de Guerra y la Medalla de la Resistencia. Este compromiso vital no es ajeno a su filosofía. La vida, para Canguilhem, es fundamentalmente un acto de valoración y oposición a condiciones adversas. Su pensamiento encarna lo que uno de sus comentaristas llamó un "pensar de pie", una filosofía que se niega a someter la vida a normas externas y opresivas, ya sean estas de naturaleza política o científica. La biografía de Canguilhem, por tanto, no es simplemente el contexto de su obra, sino su laboratorio epistemológico: para criticar la ciencia de la vida, es necesario primero haberla habitado.


1.2. La herencia bachelardiana: de la Física a la Biología

En 1955, Canguilhem sucedió a su maestro, Gaston Bachelard, como director del Instituto de Historia de las Ciencias de la Sorbona, consolidando su lugar dentro de la escuela francesa de epistemología histórica. Esta corriente se caracteriza por entender la ciencia no como una acumulación lineal de verdades, sino como un proceso histórico discontinuo, marcado por la rectificación de errores y la superación de obstáculos. Canguilhem adoptó las herramientas conceptuales forjadas por Bachelard en el estudio de la física y la química, pero, como él mismo afirmó, las "utiliza, desarrolla y rectifica" para aplicarlas a su propio campo: las ciencias de la vida.


Los conceptos bachelardianos clave que Canguilhem reelabora son, en primer lugar, el de obstáculo epistemológico. Para Bachelard, el conocimiento no se construye sobre la ignorancia pura, sino contra un conocimiento previo mal constituido. Los obstáculos son las ideas preconcebidas, las imágenes seductoras y las intuiciones no criticadas que impiden el verdadero pensamiento científico. Canguilhem aplica este concepto para analizar cómo nociones como la de la enfermedad entendida como una entidad invasora o un simple desequilibrio actuaron como obstáculos que la fisiología experimental tuvo que demoler para poder constituirse como ciencia.


En segundo lugar, Canguilhem adopta la noción de ruptura epistemológica. La historia de la ciencia no es un continuo. Procede a través de "rupturas", "mutaciones" o "reorganizaciones" que redefinen por completo el campo del saber, haciendo que los conceptos anteriores resulten incomprensibles fuera de su episteme original. Canguilhem utiliza esta idea para analizar momentos cruciales en la historia de la medicina, como la transición de una medicina de las especies (clasificatoria) a una medicina clínica centrada en el individuo, o el paso de una clínica de los síntomas a una anatomía patológica que localiza la enfermedad en la lesión tisular.


Finalmente, Canguilhem resume la esencia del proyecto bachelardiano en tres axiomas que hace suyos: 1) Primacía teórica del error: la ciencia no parte de una verdad originaria, sino de errores primeros que son progresivamente rectificados; 2) Desvalorización especulativa de la intuición: las intuiciones no son la fuente del conocimiento, sino el material que debe ser destruido y reconstruido por el análisis racional; y 3) El pensamiento va hacia lo real, pero no parte de él: la ciencia no descubre una realidad preexistente, sino que construye activamente sus objetos a través de la experimentación y la teoría. Estos principios fundamentan una visión de la ciencia como una actividad histórica, polémica y perpetuamente inacabada.


1.3. Contra la historia lineal: el "virus del precursor"

Armado con el arsenal bachelardiano, Canguilhem lanza una de sus críticas más incisivas contra una forma particular de hacer historia de la ciencia, una tendencia que él denomina el "virus del precursor". Esta crítica se dirige contra la historiografía presentista, aquella que recorre el pasado con la linterna del presente, buscando en pensadores antiguos a los "precursores" de las verdades científicas contemporáneas. Para Canguilhem, esta práctica es un anacronismo fundamental que despoja a los conceptos de su historicidad. Extraer una idea de su "marco cultural" y de la red de problemas que la hicieron pensable es considerarla como un objeto desplazable en un espacio intelectual atemporal, lo que anula el sentido mismo de la historia. Si existieran precursores, la historia de las ciencias perdería su razón de ser, pues la ciencia misma se convertiría en una mera apariencia de novedad.


Para ilustrar este punto, Canguilhem analiza detalladamente el caso del descubrimiento del yodo y su posterior uso en el tratamiento del bocio (hipotiroidismo). La historia tradicional presenta este avance como una doble casualidad: el azar del descubrimiento del yodo por Courtois y el azar de su introducción en la terapéutica por Coindet. Canguilhem demuestra que ni lo uno ni lo otro fue contingente. El "descubrimiento fortuito" de Courtois se produjo en un contexto teórico y técnico de la química del siglo XIX que estaba aislando sistemáticamente nuevas sustancias (morfina, quinina, estricnina). El descubrimiento era, en cierto modo, esperado y requerido por el estado de la ciencia de la época. De manera similar, la aplicación del yodo por Coindet no fue un golpe de suerte, sino que se inscribió en una "mutación en la historia de la clínica" impulsada por la medicina experimental de Claude Bernard, que buscaba producir reacciones químicas racionalmente controlables en el organismo para restaurar la salud.


La insistencia de Canguilhem en la discontinuidad histórica y su rechazo a la teleología de los "precursores" tiene una consecuencia filosófica profunda. Si el progreso científico no es impulsado por una Razón universal que se despliega gradualmente a lo largo del tiempo, entonces el motor del cambio debe encontrarse en otro lugar. Al aplicar este método historiográfico a las ciencias de la vida, Canguilhem se ve lógicamente conducido a localizar ese motor en el objeto mismo de estudio: la vida, concebida no como una sustancia pasiva, sino como una actividad incesante que se enfrenta a problemas y crea soluciones normativas. De este modo, el "vitalismo" de Canguilhem no es una premisa metafísica apriorística, sino la conclusión necesaria de su método epistemológico.


Sección II: la crítica a la razón médica positivista

La filosofía de la medicina de Canguilhem se constituye fundamentalmente como una crítica rigurosa a la concepción dominante en el siglo XIX, una concepción que buscaba elevar la medicina al estatus de ciencia positiva. Esta crítica se dirige contra un dogma central: la idea de que lo patológico es una mera variación cuantitativa de lo normal. Al demoler este pilar, Canguilhem no solo redefine la enfermedad, sino que invierte la relación misma entre el conocimiento y la vida.


2.1. El dogma de la cantidad: la tesis de Comte y Bernard

El pensamiento médico del siglo XIX, en su afán de cientificidad, adoptó un principio que Canguilhem atribuye principalmente a dos figuras: el filósofo Auguste Comte, quien lo formuló como un principio general para su sociología, y el fisiólogo Claude Bernard, quien le proporcionó su fundamento experimental y su máxima autoridad en el campo de la medicina. Este principio, que Canguilhem denomina el "dogma de Broussais" (en referencia a su proponente original), postula una identidad cualitativa entre los fenómenos fisiológicos (normales) y los patológicos.


Según esta tesis, la enfermedad no es una entidad distinta o una nueva cualidad en el organismo; es simplemente una variación cuantitativa, un "más" o un "menos", de una función fisiológica normal. La fiebre es un aumento de la temperatura corporal; la diabetes, un exceso de glucosa en sangre; la anuria, una disminución de la producción de orina. La diferencia entre la salud y la enfermedad es, por tanto, una cuestión de grado, no de naturaleza. Para Claude Bernard, esta idea era la piedra angular de la medicina experimental. La patología no era más que una "fisiología perturbada". En consecuencia, el conocimiento de lo normal debía preceder y fundamentar lógicamente la comprensión de lo patológico. Para actuar racionalmente sobre la enfermedad, primero se debía conocer exhaustivamente el funcionamiento de la máquina humana en su estado de salud. Esta perspectiva prometía despojar a la medicina de sus vestigios ontológicos y metafísicos, convirtiéndola en una ciencia exacta basada en la medición y la experimentación.


2.2. La irreductibilidad de la calidad: la experiencia vivida de la enfermedad

El núcleo de la crítica de Canguilhem reside en su afirmación de que esta visión cuantitativa, si bien puede ser metodológicamente útil en el laboratorio, es existencialmente falsa y epistemológicamente insuficiente. Falla estrepitosamente en capturar la esencia de la enfermedad como una experiencia vivida, como una alteración global de la existencia. Para Canguilhem, la enfermedad no es solo una variación de grado, es una "otra manera de vivir" (une autre allure de la vie). Es una transformación cualitativa de la relación del organismo con su medio.


Canguilhem argumenta que una transición cuantitativa suave en un parámetro fisiológico puede coincidir con una regresión cualitativa dramática en la experiencia del viviente. Una disminución del 50% en la capacidad pulmonar no es simplemente "la mitad de la respiración normal"; es la transición de la respiración inconsciente a la tos, la fatiga y el pánico de la disnea. Un nivel elevado de glucosa en sangre no es solo un dato numérico; es la instauración de una vida reconfigurada por la dieta, la medicación y la vigilancia constante. Un síntoma, insiste Canguilhem, no tiene sentido fuera de un contexto global; no se puede aislar un dato cuantitativo de la totalidad de la experiencia del enfermo, de su sufrimiento y de la nueva organización de su vida. En este sentido, la enfermedad es una "experiencia positiva, innovadora", no en un sentido axiológico de "buena", sino en el sentido ontológico de que instaura un nuevo orden, aunque este orden sea vivido con un valor negativo.


Esta crítica a Bernard es, en un nivel más profundo, una crítica a una de las ambiciones centrales de la ciencia moderna: la creencia de que la cuantificación y la reducción a mecanismos físico-químicos pueden agotar la realidad de un fenómeno, especialmente un fenómeno tan complejo como la vida. Bernard representa el arquetipo del científico moderno que busca aplicar un determinismo absoluto a los seres vivos, reduciéndolos a sistemas de leyes. Al reintroducir la "calidad", el "valor" y la "experiencia vivida", Canguilhem defiende la especificidad irreductible de lo biológico frente al imperialismo del modelo físico-químico, argumentando que el método de las ciencias de la materia es fundamentalmente inadecuado para capturar la esencia de las ciencias de la vida.


2.3. La primacía de lo patológico: "la salud es la vida en el silencio de los órganos"

La consecuencia más radical de la crítica de Canguilhem es una inversión completa de la jerarquía epistemológica de Bernard. Si para Bernard el conocimiento de lo normal es la clave para entender lo patológico, para Canguilhem es exactamente lo contrario: es la experiencia de lo patológico la que revela, por contraste, lo que es lo normal. El conocimiento de la vida, afirma, siempre tiene su origen en "una reflexión sobre un revés para la vida".


Para desarrollar esta idea, Canguilhem adopta y eleva a principio filosófico una máxima del cirujano René Leriche: "La salud es la vida en el silencio de los órganos". En el estado de salud, el cuerpo es transparente a la conciencia. No somos conscientes de nuestra respiración, nuestra digestión o nuestra circulación. La salud es, en esencia, inconsciente de sí misma. Es la enfermedad, el dolor, la disfunción, lo que "irrita a los hombres en el curso normal de sus vidas y trabajo, y sobre todo, lo que los hace sufrir". Es el ruido del órgano enfermo el que rompe el silencio y nos hace tomar conciencia, a menudo por primera vez, de lo que significaba la función normal.


Por lo tanto, epistemológicamente, lo patológico es primero. La medicina no nace como una aplicación de la biología teórica, sino como una respuesta técnica y artística a la urgencia existencial del sufrimiento humano. Esta "primacía de lo patológico" no es solo una afirmación sobre la práctica médica, sino que conecta directamente con el núcleo de la epistemología bachelardiana. Así como Bachelard postula la "primacía teórica del error" como motor del progreso científico —la ciencia avanza rectificando errores—, Canguilhem traduce este principio al plano biológico y existencial: la conciencia de la norma (salud) emerge de la experiencia del error o del revés (enfermedad). La estructura es la misma: el conocimiento se genera a través de la ruptura, la crisis y la negatividad. Esto demuestra la profunda coherencia de su proyecto, que integra la historia de la ciencia, la filosofía de la biología y la reflexión sobre la experiencia humana en un único y potente marco conceptual.


Sección III: una filosofía de la vida: normalidad, normatividad y enfermedad

Tras deconstruir la concepción positivista de la enfermedad, Canguilhem erige su propia filosofía de la vida, un edificio conceptual cuya piedra angular es la distinción entre normalidad y normatividad. Esta distinción le permite redefinir radicalmente la salud y la enfermedad, no como estados objetivos medibles, sino como modalidades de la relación que todo ser vivo establece con su entorno.


3.1. La polaridad dinámica de la vida

El fundamento ontológico del pensamiento de Canguilhem es que la vida no es un hecho neutro, sino una actividad inherentemente valorativa. "La vida no es indiferente a las condiciones en las cuales ella es posible". Esta afirmación aparentemente simple tiene consecuencias profundas. Significa que vivir es, desde el nivel más elemental, un acto de preferencia. Todo organismo, para persistir y desarrollarse, debe distinguir activamente entre lo que le es favorable y lo que le es perjudicial. Canguilhem denomina a esta capacidad fundamental la "polaridad dinámica de la vida".


La vida es "polaridad" porque establece un eje de valores positivo-negativo, y es "dinámica" porque esta valoración es un proceso activo y continuo, un debate incesante con el medio. Un ser vivo no es una máquina que reacciona pasivamente a estímulos; es un centro de evaluación que califica su entorno. Este acto de valoración es inmanente a la vida misma, una "posición inconsciente de valor" que precede a toda conciencia reflexiva. Por lo tanto, Canguilhem sostiene que la medicina, como "arte de la vida", encuentra su justificación última en este hecho biológico fundamental. El juicio médico que califica un estado como patológico no es una imposición externa, sino la prolongación técnica y lúcida de un "esfuerzo espontáneo, propio de la vida, por luchar contra aquello que presenta un obstáculo a su persistencia".


3.2. Normalidad vs. normatividad: el corazón del argumento

Sobre la base de la polaridad vital, Canguilhem articula su distinción más célebre y crucial, aquella entre normalidad y normatividad.


La Normalidad (Normalité) se refiere a la conformidad con una norma preexistente, que en el contexto científico-médico suele ser un promedio estadístico. Ser "normal" significa ajustarse a la media, situarse en el centro de la curva de Gauss. Canguilhem critica ferozmente esta noción por ser estática, descriptiva y extrínseca al individuo. La norma estadística trata al ser vivo como un caso particular de una ley general, ignorando su singularidad y su historia. Etimológicamente, Canguilhem recuerda que norma designa la escuadra, un instrumento que impone una forma desde fuera. La normalidad, en este sentido, es un concepto de la física aplicado ilegítimamente a la biología.


La Normatividad (Normativité), en cambio, es la capacidad biológica, inmanente a todo ser vivo, de instituir sus propias normas de funcionamiento en relación con su medio. Ser sano no es ser "normal", es ser "normativo". La salud no es la ausencia de variaciones, sino la capacidad de tolerar infracciones a la norma habitual y, más importante aún, de crear nuevas normas cuando el entorno cambia o presenta desafíos. La salud es, por tanto, un "margen de tolerancia a las infidelidades del medio", una capacidad de adaptación creativa, un "lujo biológico" que permite al organismo no solo sobrevivir, sino prosperar en una variedad de condiciones. La normatividad es, en esencia, una forma de libertad biológica. La capacidad de instituir nuevas normas es la definición misma de la autonomía de lo viviente, su poder de improvisación que lo distingue de la rigidez predeterminada de una máquina.


3.3. De la anomalía a la patología: un juicio relacional

Esta filosofía de la normatividad permite a Canguilhem establecer una distinción sutil pero fundamental entre la anomalía y el estado patológico, desplazando el foco desde la sustancia del organismo hacia la relación que este mantiene con su medio.

Una Anomalía es un término puramente descriptivo. Designa un hecho de variación individual, una diferencia morfológica o funcional con respecto al tipo específico o a la media de la especie. Canguilhem subraya su etimología griega, an-omalos, que significa "desigual", para distinguirla de "anormal", que implica un juicio de valor. Una anomalía, como tener el corazón a la derecha (situs inversus) o una variación en el número de vértebras, no es en sí misma ni sana ni patológica. De hecho, para Canguilhem, la vida es esencialmente la proliferación de anomalías; la variabilidad es la condición de posibilidad de la evolución y la adaptación.


Un estado Patológico emerge cuando una anomalía se convierte en patológica. Esta transformación no es intrínseca a la anomalía, sino que depende enteramente de la relación del organismo con un medio determinado. Una anomalía se vuelve patológica solo cuando, en un contexto específico, se convierte en un obstáculo para la vida, cuando reduce la normatividad del individuo, es decir, su capacidad para vivir en otros medios posibles y para instituir nuevas normas. Lo patológico, por tanto, siempre implica un juicio de valor negativo, un pathos, un "sentimiento de vida contrariada" que emana del propio viviente en su interacción con el mundo. Es una norma de vida que, al ser comparada con otras normas posibles (las que definen la salud), es "comparativamente rechazada por la vida" misma. La ontología de Canguilhem es, por tanto, una ontología de la relación: no se puede definir la salud o la enfermedad de un organismo sin especificar el dónde y el cómo de su existencia.


3.4. La enfermedad como "nueva norma de vida"

La conclusión lógica de este razonamiento es una de las tesis más originales y potentes de Canguilhem: la enfermedad no es el caos, la anarquía o la ausencia de normas. El organismo enfermo no es un organismo sin ley. Por el contrario, la enfermedad es la instauración de una "nueva norma de vida". El cuerpo enfermo sigue funcionando según reglas, pero son reglas diferentes, que constituyen un nuevo orden, un nuevo equilibrio precario.


Esta nueva norma de vida es, sin embargo, cualitativamente inferior a la norma de la salud. Es inferior no porque se desvíe de un promedio estadístico, sino porque es más restrictiva, más precaria y menos tolerante a las variaciones del medio. El individuo sano posee un amplio repertorio de respuestas posibles; puede cambiar de normas con facilidad, adaptándose a nuevos desafíos. El individuo enfermo, en cambio, está atado a su nueva y estrecha norma. Ha perdido el "lujo biológico" de la salud, que es precisamente la capacidad de ser infiel a una única norma. La enfermedad es una pérdida de libertad biológica, la necesidad de adherirse a una norma precaria para poder seguir viviendo.

Esta norma patológica tiene lo que Canguilhem, en sus "Nuevas Reflexiones", denomina un "valor repulsivo". Es repulsiva porque, aunque es la única norma que permite al organismo sobrevivir, expresa al mismo tiempo la "muerte de la normatividad": la pérdida de la capacidad de crear otras normas, de superar la condición actual. El organismo se aferra a ella en un esfuerzo ansioso por preservarse, pero es una supervivencia empobrecida, una vida que ha perdido su capacidad de expansión y autotrascendencia.


Sección IV: ecos y resonancias: el legado de Canguilhem

El pensamiento de Georges Canguilhem no se limita a una crítica interna de la medicina, sino que proyecta su influencia mucho más allá, reconfigurando la forma en que entendemos la relación entre la vida, el conocimiento y el poder. Su legado se manifiesta de manera paradigmática en la obra de su discípulo Michel Foucault y ofrece un marco conceptual único para situar y evaluar los diferentes modelos de la enfermedad que coexisten en el pensamiento contemporáneo.


4.1. De las normas vitales a la normalización social: la influencia en Foucault

La filiación intelectual entre Canguilhem y Foucault es una de las más fecundas del siglo XX. Foucault toma el concepto de "norma", que Canguilhem había analizado en el plano biológico, y lo convierte en una herramienta fundamental para analizar el funcionamiento del poder en la sociedad moderna. Si Canguilhem describe la norma como un concepto "polémico" en el debate de la vida con su medio, Foucault lee esta "polémica" en un sentido directamente "político". En esencia, Foucault politiza la epistemología de Canguilhem, mostrando cómo la imposición de una norma externa no es solo un error científico, sino una estrategia de poder.


En El nacimiento de la clínica, Foucault describe la aparición, a finales del siglo XVIII, de una "mirada médica" que transforma radicalmente la experiencia de la enfermedad. Esta mirada ya no se contenta con escuchar los relatos del paciente, sino que busca penetrar en el cuerpo para localizar la enfermedad en una lesión anatómica visible y objetivable. Esta "mirada" es el instrumento que impone una norma externa —la de la anatomía patológica— sobre la experiencia vivida del enfermo, convirtiéndolo en un objeto de conocimiento. El análisis de Canguilhem sobre la primacía de la experiencia subjetiva del pathos proporciona el trasfondo crítico desde el cual la arqueología de Foucault cobra todo su sentido.


Posteriormente, Foucault generaliza este análisis. En obras como Vigilar y castigar, argumenta que a partir del siglo XIX, el poder en las sociedades occidentales deja de funcionar principalmente a través de la ley (que prohíbe y castiga la transgresión) para operar a través de la norma (que califica, mide, jerarquiza, corrige y optimiza). Instituciones como la escuela, el hospital, el cuartel o la prisión se convierten en máquinas de "normalización" cuyo objetivo es producir individuos dóciles y útiles. La conexión con Canguilhem es directa: la crítica foucaultiana a la norma disciplinaria en la sociedad es la extensión al campo social de la crítica canguilhemiana a la norma estadística en biología.

Finalmente, este proceso culmina en lo que Foucault denomina biopolítica: la gestión de la vida de las poblaciones como un todo. El poder se hace cargo de la vida biológica de la especie, administrando tasas de natalidad, morbilidad, longevidad y salud pública. La normatividad biológica que Canguilhem había identificado como la capacidad inmanente de la vida se convierte, en manos del Estado moderno, en el sustrato sobre el cual se ejerce el poder de normalización biopolítico. Foucault, por tanto, no contradice a su maestro; más bien, revela la dimensión política latente en su crítica epistemológica.


4.2. Posicionando el pensamiento de Canguilhem: una comparación paradigmática

La originalidad de la propuesta de Canguilhem se hace especialmente patente cuando se la compara con los principales paradigmas que han intentado explicar la enfermedad. Su "normativismo vital" ocupa un espacio intermedio único, superando la dicotomía tradicional entre el objetivismo biológico y el relativismo social. La siguiente tabla resume las diferencias fundamentales entre estos modelos.


Tabla 1: Paradigmas de la Enfermedad

Característica

Modelo Biomédico

Modelo Biopsicosocial

Construccionismo Social

Normativismo Vital (Canguilhem)

Definición de Enfermedad

Mal funcionamiento de mecanismos biológicos; desviación de parámetros normales.

Interacción compleja de factores biológicos, psicológicos y sociales.

Un rótulo o constructo social; el significado que una cultura le da a una experiencia.

Una nueva norma de vida, cualitativamente inferior y restrictiva, que reduce la capacidad normativa del organismo.

Rol del Paciente

Pasivo; un cuerpo a reparar.

Activo; un individuo en su contexto.

Portador de una categoría social; su experiencia es moldeada por el discurso.

El juez último de su estado; la fuente del valor negativo que define lo patológico.

Enfoque del Tratamiento

Corregir el defecto biológico (farmacológico, quirúrgico).

Holístico; aborda las tres dimensiones (biológica, psicológica, social).

Deconstruir los discursos; cambiar las narrativas sociales.

Restaurar la capacidad normativa; ayudar al viviente a establecer una nueva norma de vida lo más rica posible.

Relación Mente-Cuerpo

Dualista; separados.

Interconectadas; un sistema integrado.

El cuerpo es un texto social; la mente es un producto discursivo.

Irreductiblemente unidos; la vida es una totalidad psicosomática polarizada y valorativa.


Esta comparación revela que el normativismo vital de Canguilhem funciona como un puente entre el naturalismo y el construccionismo. A diferencia del modelo biomédico puramente naturalista, reconoce que la enfermedad es inseparable de un juicio de valor. Sin embargo, a diferencia del construccionismo social radical, Canguilhem ancla este juicio de valor en la propia realidad biológica del organismo. La enfermedad tiene una base biológica innegable, pero solo se constituye como "patológica" a través de un acto de valoración que emana de la vida misma en su relación con el medio. De este modo, la vida construye el significado de la enfermedad, pero lo hace a partir de su naturaleza como ser normativo, resolviendo así la falsa dicotomía entre biología y significado.


4.3. Debates y críticas: el "vitalismo" y los límites de la normatividad

La filosofía de Canguilhem no ha estado exenta de debates y críticas. La acusación más recurrente es la de "vitalismo", un término a menudo cargado de connotaciones anticientíficas y metafísicas. Sin embargo, es crucial distinguir el vitalismo de Canguilhem de sus versiones más dogmáticas. El suyo es un "vitalismo racionalista" o crítico. No postula la existencia de una "fuerza vital" mística o una "entelequia" al estilo de Driesch, a quien critica explícitamente. Su vitalismo es, más bien, una tesis epistemológica y ontológica sobre la irreductibilidad de la organización y la normatividad de lo vivo a los meros mecanismos físico-químicos. La vida tiene sus propias reglas, su propia lógica, que no pueden ser completamente deducidas de las leyes de la materia inerte.


Una línea de crítica más sustantiva se refiere a los posibles límites de la aplicabilidad del concepto de "normatividad vital". ¿Cómo funciona este concepto en situaciones límite donde la capacidad del individuo para "crear nuevas normas" parece estar severamente comprometida o anulada? En casos de enfermedades degenerativas avanzadas, estados de coma persistente o en las decisiones sobre el final de la vida, la idea de una normatividad activa puede parecer problemática. En estos contextos, las decisiones a menudo recaen en terceros (familiares, equipos médicos) y se basan en principios como la futilidad del tratamiento o la dignidad del paciente, más que en una normatividad expresada por el propio viviente. Esto plantea una tensión importante entre la defensa canguilhemiana de la autonomía biológica individual y los complejos dilemas éticos que surgen en contextos de extrema vulnerabilidad y dependencia. Asimismo, su enfoque en el individuo como único locus legítimo para los conceptos de salud y enfermedad ha sido cuestionado por su aparente desdén hacia la salud pública y la epidemiología, que necesariamente operan a nivel poblacional. Estas tensiones no invalidan su pensamiento, pero señalan áreas donde su filosofía debe ser complementada y puesta en diálogo con otros marcos éticos y sociales.


Sección V: la vigencia de un pensamiento: relevancia contemporánea

Lejos de ser una pieza de museo en la historia de la filosofía, el pensamiento de Georges Canguilhem demuestra una sorprendente vigencia para abordar algunos de los debates más acuciantes de la medicina y la bioética del siglo XXI. Su crítica a la objetivación, su defensa de la subjetividad y su concepción de la enfermedad como una norma de vida ofrecen herramientas conceptuales de primer orden para repensar la práctica clínica, la salud mental y la experiencia de la cronicidad.


5.1. Bioética y Medicina Centrada en la Persona

La filosofía de Canguilhem proporciona un sólido fundamento teórico para los movimientos contemporáneos de la bioética y la Medicina Centrada en la Persona. Su insistencia en que el enfermo es el juez último de su condición y que la enfermedad es una experiencia singular, cualitativa e irreductible a un dato numérico, se opone frontalmente a la "racionalidad objetivadora" de la medicina moderna. Este principio resuena directamente con los pilares de la bioética actual, como la autonomía del paciente, el respeto por sus valores y la necesidad del consentimiento informado, prácticas que se basan en el reconocimiento de la subjetividad del individuo como una fuente legítima de autoridad moral.


Además, la postura crítica de Canguilhem frente a la existencia de una "verdad filosófica" universal o de códigos éticos aplicables de manera dogmática a todos los casos, aboga por una ética médica situada y contextual. Esto es central para la práctica de la Medicina Centrada en la Persona, que rechaza el enfoque de "talla única" y promueve un diálogo colaborativo entre el clínico y el paciente para definir los objetivos del tratamiento en función de la biografía, los valores y las circunstancias únicas de este último. El pensamiento de Canguilhem ayuda a la ética médica a superar sus limitaciones puramente deontológicas, anclando las decisiones no en principios abstractos, sino en la realidad vivida de la "vida contrariada" del paciente.


5.2. Repensando la Salud Mental

El marco conceptual de Canguilhem es particularmente potente para analizar las "ambigüedades del concepto de salud mental" y para criticar las tendencias reduccionistas en las neurociencias contemporáneas. La creciente preocupación por "medir, cuantificar y localizar funciones cerebrales" para explicar desvíos de conducta, estados de angustia o dificultades de aprendizaje puede ser vista como una reedición del error positivista que Canguilhem denunció hace más de medio siglo. Reducir una experiencia de vida compleja a una desviación cuantitativa de una "norma cerebral" estadística es ignorar, una vez más, la dimensión cualitativa y relacional del sufrimiento.


Desde una perspectiva canguilhemiana, un "trastorno mental" no sería primariamente un cerebro "anormal" o disfuncional, sino una norma de vida psíquica que ha reducido la capacidad del individuo para ser normativo, es decir, para crear nuevas y más fecundas formas de relacionarse con su entorno existencial, social y afectivo. Este enfoque desplaza el foco del presunto déficit neurobiológico al "sufrimiento individual" y al "sentimiento de impotencia" que define la experiencia patológica. La crítica de Canguilhem a la psicología de su tiempo como una "filosofía sin rigor, una ética sin exigencia y una medicina sin control" actúa como una advertencia profética contra la "neuromanía" actual, recordándonos que el pensamiento y la subjetividad no pueden ser completamente localizados ni explicados por la fisiología del cerebro.


5.3. La experiencia de la enfermedad crónica

Si el modelo médico tradicional, centrado en la cura de enfermedades agudas, encuentra dificultades para abordar el panorama sanitario actual, dominado por la cronicidad, la filosofía de Canguilhem se revela como una herramienta conceptual excepcionalmente adecuada para esta nueva realidad. Su concepto de la enfermedad como una "nueva norma de vida" es particularmente esclarecedor para comprender la experiencia de las enfermedades crónicas.


Vivir con una condición como la diabetes, el VIH, la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple no es un estado transitorio de desviación que espera ser "curado" para restaurar una norma anterior. Es, fundamentalmente, la instauración de un modo de ser permanente y re-modificado, un compromiso que afecta al organismo en su totalidad. El paciente crónico debe aprender a vivir según nuevas reglas, donde la normatividad se ejerce no para volver a un estado de salud prístino (que a menudo ya no es posible), sino para hacer que esta nueva norma de vida patológica sea lo más estable, funcional y rica posible. La enfermedad obliga a una redefinición existencial, y el objetivo de la medicina, en este contexto, no es tanto la erradicación como el acompañamiento en la construcción de este nuevo "andar la vida". La filosofía de Canguilhem, por tanto, no es solo una reflexión sobre la historia de la ciencia, sino un marco indispensable para pensar la medicina del siglo XXI.


Conclusión: la vida como juez

El recorrido a través del pensamiento de Georges Canguilhem sobre lo normal y lo patológico revela una de las críticas más profundas y sostenidas a los fundamentos de la medicina moderna. Su obra opera un desplazamiento radical del locus de autoridad en la definición de la enfermedad. Esta autoridad ya no reside en la objetividad de la norma estadística, en la soberanía de la mirada médica que localiza la lesión, ni en la evidencia de un parámetro de laboratorio. Para Canguilhem, la autoridad última, el juez final, es la vida misma.


La tesis central de Canguilhem es que la vida es una actividad normativa. En su incesante debate con el medio, en su esfuerzo por perseverar y expandirse, es el propio viviente el que valora una condición como patológica. Y lo hace no porque se desvíe de un promedio, sino porque esa condición restringe su porvenir, porque limita su capacidad de instituir nuevas normas, porque lo confina a un modo de existencia empobrecido y precario. La enfermedad es una norma de vida, pero una norma que la vida misma, en su impulso fundamental hacia una mayor potencia y flexibilidad, "rechaza comparativamente".


El legado de Canguilhem, por tanto, no es una teoría médica específica ni un conjunto de directrices clínicas. Es una postura filosófica, una defensa inquebrantable de la singularidad, la creatividad y la autonomía de lo vivo frente a todas las formas de conocimiento y de poder que buscan reducirla, medirla, objetivarla y normalizarla. Sus lúcidas reflexiones sobre la formación histórica de los conceptos, la experiencia de la enfermedad y la polaridad fundamental de la vida siguen siendo una "fuente obligada de consulta". Su obra perdura no solo como un capítulo esencial en la historia de la epistemología, sino como un recordatorio constante de que la ciencia de la vida debe, en última instancia, rendir cuentas ante su objeto: una vida que juzga, valora y, en su fragilidad, plantea los problemas que obligan al pensamiento a pensar.

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